3 de Enero de 2015
“Lo único que hace falta para que triunfen los
malos es que los buenos no hagamos nada”. Winston Churchill
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Sinvergüenzas por principio con vestimenta de
probos. ¿Cómo puede haber bienestar generalizado en estos términos? Por
eso la desconfianza y el descrédito en todo lo que huela a gobierno,
autoridades o administración pública, están al orden del día. No obstante, para
llegar a estos linderos, se requiere de dos actores. De los rateros, y de
quienes se han hecho de la vista gorda ante el delito perpetrado, muchas veces
en sus narices.
Les pedí a varios
amigos que desde su ciudadana visión me dijeran cómo se contribuye a la
corrupción institucionalizada. Les comparto algo de lo recabado.
“La
autocrítica – me manifestó mi amiga – es sana y deseable, de modo que hay que
zambullirnos en nosotros, primero, para iniciar el ejercicio”. Tiene razón. El
buen juez por su casa empieza. “La prensa – me compartió un amigo lector
consuetudinario de cuanto tenga que ver con México, con su clase política, se
bebe diarios nacionales y locales, amén de internacionales, gusta de contenidos
editoriales, agudo crítico – tiene mucho que ver en este dislate, se guardan
información y la van entregando a pedacitos, según sea el billete, la
publicidad gubernamental comprada o las leyes que le favorezcan”.
¿Y qué tal los
jueces, Esther – apuntó otro – que se venden al mejor postor, que se pasan por
el arco del triunfo la ley, y liberan criminales de cuello blanco, o políticos
ladrones, mafiosos y de todo género indeseable, para que sigan jo…? No me vas a
decir que estos son limpios y puros. La inocencia o la culpabilidad dependen
del monto$$$$$ que les entreguen”. “¿Y cómo ves a los empresarios que tuercen
la ley a su favor para darle a su negocio “pa” delante, aunque 100 leyes lo
prohíban, mediante “donativos” significativos a campañas electorales, o a
funcionarios ladrones? “¿Y qué hay del capitán de empresa que contrata a los
mejores fiscalistas para no pagar o pagar menos a Hacienda? Mucha ética
¿verdad? Hasta van a misa los muy cínicos y se dan baños de pureza”. “¿Y dónde
ubicas al ‘respetable ciudadano’ que se consigue incapacidades en su clínica
para no ir a trabajar, o que cobra beneficios que no le corresponden de
programas públicos? ¿Y a los maestros talegones que cobran por ir a desgraciar
inteligencias y encochinar conciencias, en detrimento de los que sí merecen
estar en un salón de clases y antes que ellos a millones de niños y jóvenes? ¿Y
el carnicero que vende kilos de 800 gramos?”.
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