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sábado, 5 de noviembre de 2016

¿Hay lealtades en política?

1 de Octubre 2016

La lealtad, entendida como valor, es una virtud que anida y vive en nuestra consciencia, en ese entender y, por ende, defender aquello en lo que creemos y en quien creemos. 

Es una virtud vinculada estrechamente al honor, al respeto y a la gratitud. Una persona leal lo es a las instituciones y organizaciones de las que es parte. Las personas leales son dedicadas y con alto sentido de compromiso a las causas que abrazan. Éste es mi concepto de lealtad. No la entiendo de otra manera.

De las primeras cosas que alguien me dijo cuando incursioné en esta disciplina –confieso abiertamente que me apasiona–, como es la política, fue que era muy difícil el tránsito para las personas que piensan como yo. También me expresaron que en este medio no hay amigos, que lo que existen son intereses y coyunturas, y que más me valía entenderlo así o no tenía futuro. Asimismo, me subrayaron que ser frontal no es el mejor camino para llegar a acuerdos, y que además me iba a ganar enemigos a granel. 

Bueno, pues ya casi tengo 30 años en esto. Sigo siendo la misma, porque el día que cambie pues ya no seré yo, y si no soy yo… ¿qué caso tiene?

Tengo amigos entrañables y en esa relación la lealtad tiene sitial de honor. Y es que la lealtad es un compromiso personal con las causas, con los ideales y con las personas. 

La lealtad te define, te marca, dice de ti quién eres y lo que eres capaz de hacer. La política, como dice Diego Fernández de Cevallos, no es para pusilánimes, porque tiene tantos avatares que si no tienes consistencia, te quiebras.

Para andar en esto es requisito sine qua non tener bien claro que no es posible llegar solo, que tienes que construir puentes para transitar, para dialogar, para discutir, para generar consensos, y por eso la lealtad es sustantiva. En política, las ínsulas no tienen futuro, lo gregario es lo que construye continentes. La vida política mantiene a prueba TODO el tiempo a la lealtad.

Hay “lealtades” ostentosas, son las que se prodigan al líder cuando le va bien, cuando está en la punta del grito. No sirven las de ese tipo, no pasan la prueba del añejo, se desmoronan al primer impacto que reciben. Se vale, pasa una vez, por la inexperiencia, por la tozudez, por la vanidad –ésta es una de las más presentes–, pero dos… ya es un problema. El que la padece tiene que aprender su lección, bajar de su nube y empezar a apreciar a quienes se hayan quedado a su lado hasta el final.

Las lealtades son imprescindibles para quienes pretendan hacer carrera política. Sin ellas no hay carrera. Por eso es tan importante distinguir entre las auténticas y las falsas. En la política se tiene que aprender a convivir con la diversidad de intereses, de carácter, de percepción, de visión, de fragilidades de la condición humana. Las discrepancias son cotidianas y si usted les da más peso del que tienen, está frito. Tomarse las cosas a pecho es veneno para el espíritu, cianuro para el estomago y neblina cerrada para el entendimiento. Va como anillo al dedo aquello de que el “que se enoja pierde”.

La política sirve para ponerse de acuerdo, es un instrumento inmejorable para ello, de ahí que la lealtad deba primarse, porque la política no genera lealtad pero necesita de ésta para allegarse de seguridad y certeza. Ojo, la lealtad no es sinónimo de reverencia y aplauso, ni de edulcorante de oreja, ay de aquel político que se las crea y se las coma. Desconfiar de los corifeos es regla de oro que debe observarse. Entre leales hay que hablarse con la verdad, no hacerlo es actuar con DESLEALTAD y además es traición.

La política y la lealtad bien comprendida caminan juntas, no antagonizan. La lealtad bien entendida no es sumisión, sino una manera de hablar con la verdad en todo momento, de comprometerse con las causas del País, que es lo que México necesita en estas horas en que la corrupción y la impunidad en la clase política y en la política están comiéndose vivas a la confianza y a la credibilidad, que son las dos columnas que le dan fortaleza a las instituciones que sostienen a una nación.

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