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martes, 22 de agosto de 2017

¿Fin de una era…?

Hubo tiempos en que tener una casa propia, ahorros en el banco y casarse constituía el sueño de muchos jóvenes, hoy son otras las prioridades
 
Las críticas se han convertido en el pan de cada día. Y no tengo nada en contra de la crítica, es muy buena cuando es constructiva, porque criticar por criticar, sin argumentos, pero sí con un montón de infundios y denostaciones, como suelen hacerlo hoy en día quienes están peleados con la ética, pues verdaderamente es estéril. La energía y el tiempo que se gastan en discusiones frívolas son absolutamente intrascendentes, a más de que desvían la atención de lo verdaderamente importante. Criticar sin aportar soluciones es consumir energía innecesariamente. Todos los días suceden cosas fundamentales en el mundo, que van desde el barrunto en el espacio político, hasta los avances deslumbrantes del mundo de la ciencia, pero, infortunadamente, lo que cobra la atención de la mayoría de las personas es cómo quedó el partido de futbol entre A y B, las excentricidades de la estrella de cine en boga, o el vestido que llevaba fulanita en la fiesta de quién sabe quién… 

Y no tengo nada en contra de quienes así priorizan, es muy explicable, la gente se identifica más con su cotidianidad. Además eso no les produce dolores de cabeza ni les angustia la vida, sino todo lo contrario. Pero esta manera tan “ligera” de vivir nos ha ido causando serios problemas en el seno de la comunidad de la que somos parte. Nuestra ligereza ha permitido que el abismo entre los muchos que tienen muy poco o nada, expertos en supervivencia, se ensanche cada día más, también, que la carga de la clase política corrupta se vuelva más pesada. Nos hemos acostumbrado a ver cómo una gavilla de políticos corporativistas manipulan a sus anchas sobre la geografía de Coahuila, destilando en sus discursos trasnochados todo un tufo de intolerancia, de resentimiento, de coraje hacia quienes tienen una visión distinta de lo que debe ser el ejercicio del poder público, y ojalá fueran nada más arengas sus acciones, sus acciones son dignas de cuanto anida en su naturaleza… bueno, cada quién es lo que es. Pero lo más preocupante es la mansedumbre de las personas que asisten al triste espectáculo de la decadencia del sistema. No se inmutan. 

Hay muchos jóvenes mirando el desmoronamiento, pero no les dice nada. No hay historia atrás que les permita hacer el comparativo entre su presente y el pasado de sus ascendientes, es decir sus padres… ya de sus abuelos ni hablamos. Están más lejos que Plutón del sol. Hubo tiempos en que tener una casa propia, ahorros en el banco y casarse constituía el sueño de muchos jóvenes. Para lograr esto había que estudiar, a los clasemedieros como yo solían decirnos nuestros padres: “A ver, entérate, no hay dinero que heredarte, tu herencia es la carrera que te estamos pagando, de modo que a lo tuyo, tú sabes si estudias o te aguantas a lo que te toque…”. Y no había que tirarlo en saco roto. Pertenezco a una generación en la que la formación en valores tenía un peso específico en nuestras actitudes y conducta. No era mal visto que te pusieran un “estate quieto” cuando te salías del huacal. Mi Rosario era experta en esos menesteres, y como se lo he compartido antes, estimado leyente, le agradezco en el alma la forja en la que me hizo. Hoy asistimos al final de una era, de una basada en el acopio de cosas, de un patrimonio, de un ahorro que te permitía, según los cánones del ayer, esperar el futuro sin estar con el Jesús en la boca. Todo está pasado de moda, lo de hoy es otra cosa. La realidad parece empeñada en mostrar que los títulos académicos y los posgrados y los currículos laborales impresionantes se han convertido en lastre, en lugar de motor con tecnología de punta para alcanzar mejores niveles de vida…

Estuvo conmigo esta semana una queridísima exalumna y me decía que su problema más fuerte para encontrar empleo eran precisamente su preparación de primera y su rica trayectoria laboral. Y tenemos al Estado…, una institución que todos los días exhibe su incapacidad para gobernar y su desvergüenza de disponer de los recursos públicos, arropada en la impunidad. 

Pues mire usted, generoso leyente, me quedo con mis costumbres arcaicas, como son el ahorro y los valores con los que fui educada por mi madre. Adoro tener una casa desde hace muchos años, por cuanto nos significa y representa a mi marido y a mí. Seguiré invitando a los niños y jóvenes a que sigan estudiando y preparándose, México los necesita para ser el País número uno. También permaneceré trabajando desde mi trinchera a favor de mi comunidad. Si ser mala política significa que jamás me he embolsado dinero del erario público ni he pedido “moches” a cambio de atraer recursos para mi municipio ni he recibido bonos ni he hecho tratos en lo oscuro para beneficiarme, o beneficiar a mis parientes y/o amigos, y gozo, así: gozo servirle a los demás desde el ámbito público, pues soy malísima. También comunico que seguiré haciendo uso de todos los instrumentos legales que existen para combatir una elección manchada por la corrupción. Es asunto de principios, no de obsesión por el cargo. No me pienso jubilar, gozo de espléndida salud, por Dios y por genética. Y Coahuila también es mi tierra, carísima a mi corazón.

Gobiernos abiertos

Los pueblos tienen los gobiernos que se les parecen, rompamos ese paradigma participando. Demos ejemplo a las nuevas generaciones, no se vale entregarles el mundo en las condiciones en las que se encuentra hoy día
 
'Lo que las leyes no prohíben, puede prohibirlo la honestidad'
Séneca 


Los escándalos de corrupción que azotan a nuestro País están vulnerando peligrosamente la confianza en el Gobierno y en las instituciones. Hay una terrible decepción por la democracia, es como si se hubiera quedado en el limbo de la aspiración. No obstante las reformas legislativas que se han implementado para combatir la corrupción gubernamental, esta persiste, no la han inhibido y se explica en la impunidad que impera. En México, los pillastres servidores ¿? públicos de la élite no son tocados ni con el pétalo de una rosa, salvo que se malquisten con la gavilla de la que son parte, como la “maistra” Gordillo, por ejemplo. A los alineados hasta los protegen.


“Robar poquito pasa… lo malo es cuando roban mucho” —refiriéndose a las raterías de los políticos sinvergüenzas— es una frase que todavía escuchamos. Señores, robar es robar y punto. No es cuestión de cuantía, es el acto de deshonestidad de disponer de recursos PÚBLICOS lo que debe erradicarse, por todo lo que de pernicioso genera. 

¿Cómo? ¿Cómo cambiar la cultura de la deshonestidad? ¿Cómo mover esta idiosincrasia acostumbrada a permanecer impávida ante las raterías que se perpetran en el Gobierno y desde el Gobierno? ¿Cómo despertar la indignación de los robados por el estropicio patrimonial de que son objeto por las propias autoridades que eligieron en las urnas para que les SIRVIERAN? ¿Cómo pasar de los señalamientos en las redes sociales a las acciones contundentes de repudio, en los hechos? ¿De qué sirve quejarse en casa, con la familia, con los amigos…? 

¿Cómo volver exigente a la población con el Gobierno y con la integridad de los funcionarios? ¿Cómo generar mayor conciencia y consenso sobre los efectos deleznables de la corrupción, porque es esta gárgola despreciable la que se encarga de obstaculizar el desarrollo económico y social de las personas? En nuestro País existe un océano impresionante de inequidades, no hay un bienestar generalizado, que al final del día es el fin más importante hacia el que se dirige el quehacer del estado, entendido como organización.

El aparato gubernamental tiene que transformarse, hay cambios insoslayables que tienen que darse. El reto más importante estriba en las nuevas formas en que tiene que darse la relación Estado-Sociedad. Es el Estado en función de sus objetivos y necesidades el que ahora tiene que acercarse a la sociedad, se tienen que invertir los papeles en el marco precisamente de la preservación de su autonomía institucional. Conseguir que los gobiernos sean abiertos es parte de la solución, porque bajo este concepto, la colaboración ciudadana es sustantiva para la creación y mejora de los servicios públicos y también para el fortalecimiento de la transparencia y la rendición de cuentas. A la corrupción se le combate con transparencia, con transparencia los gobiernos recuperan la confianza de los gobernados. Para recuperar la confianza es necesario que sean más eficientes en cuanto a su capacidad de establecer y dirigir las políticas públicas y de brindar servicios públicos con niveles de excelencia. Es la manera más fehaciente de legitimarse ante la población. 

Los gobiernos abiertos y transparentes fortalecen la ética del servicio público —no es verdad que la ética esté divorciada del ejercicio del poder público— y fomentan la participación ciudadana tan necesaria para transformar a nuestro País. Asimismo, con las innovaciones tecnológicas se coadyuva a fijar integridad en la burocracia y se mejora la calidad del gasto público. El Estado tiene que ser el garante del buen uso de los recursos públicos y verbi gratia, una plataforma georreferenciada en línea para que todos puedan ver cuánto dinero ingresa al Gobierno y como se gasta, como la que existe en Colombia, coadyuva a alcanzar este objetivo, a más de que se detecta e impide la corrupción. 

Un Gobierno que trabaja eficiente y eficazmente promueve el crecimiento de la clase media, el fortalecimiento de este sector tan importante de la sociedad, es de desearse en nuestro País. En los países del primer mundo la clase media es abundante, porque quienes pertenecen a ella son los más dispuestos a seguir mejorando su nivel vida y se vuelven intolerantes con los pillastres en el Gobierno. La simplificación de la burocracia y de la tramitología administrativa posee también un gran potencial para disminuir las posibilidades de corrupción.  Y más allá de esto, y nunca con afán de minimizarlo, el verdadero desafío es que los servidores públicos sean personas bien competentes, con verdadera vocación de servicio y HONESTOS. Nadie nace corrupto, no olvidemos esto.

Necesitamos responsabilizarnos de la parte que nos corresponde como miembros de la sociedad que somos.

No renuncio

Vivimos en una dictadura disfrazada de democracia, cargada de corrupción e impunidad, donde los gobernantes no ven por los intereses del pueblo
 
En la democracia, entendida como forma de Gobierno, los representantes son electos por el pueblo, por ende, la soberanía radica en el pueblo. En en este sistema político los hombres en el poder son meros mandatarios que actúan en nombre y representación de quien los eligió. ¿Coahuila es una democracia? Esto se los preguntaba a mis alumnos en aquella preciosa época en que tuve la fortuna de estar frente a una clase, y les pedía que me lo dijeran verbalmente o que me escribieran una cuartilla al respecto. Hace unos días, buscando un documento, me encontré con algunos de esos escritos. Déjeme compartirle algunos párrafos. A ver qué piensa usted. Los autores eran jóvenes entre 16 y 20 años.

 “Todo indica que no. Los políticos no son representantes nuestros. Parecen un grupo de intocables, de inalcanzables, que a lo único que se dedican es a vivir como chapulines, de cargo en cargo, hasta que se mueren. Muchos, por no decir que todos, nunca han hecho otra cosa más que eso, viven en otro mundo, lejísimos del real, no tienen ni idea de la realidad de la sociedad.”

Otro: “Muchos de esos políticos ni siquiera tienen preparación académica, pero está visto que eso no importa, llegan al cargo y no les importa exhibir su ignorancia, y al partido del que provienen tampoco le interesa porque ellos son los que los postulan”. Uno más: “Cuando hablan dicen verdaderas salvajadas, eso sí, hasta se ponen en pose y se entonan. Lo peor es que dicen pura demagogia, porque están convencidos que quienes los oyen son unos tontos y que ni cuentan se dan del montón de mentiras que salen por su boca”.

 “Muchos políticos exhiben su falta de formación y en sus hechos dejan de manifiesto que no buscan trabajar en pro de los intereses de la gente que se supone representan, sino de su interés particular, el privado, el del partido político del que vienen, hay excepciones, pero son las menos, mucho menos”.

Esto que hoy les comparto lo escribieron hace 15 años, los mismos que yo tengo lejos del claustro académico. Lo que hoy me escriben personas de todas las edades, respecto al mismo tema, lo que me comparten en el día a día, en vivo y en directo, me estremece. Acusa que en Coahuila se vive una severa crisis de ausencia de gobernabilidad y credibilidad en casi todas las instituciones. A ello se suman una angustiante coyuntura social y económica –que el Gobierno estatal maquilla con millones de pesos de mercadotecnia pagada en loas y aplausos– y un grave deterioro de los principios éticos que deben estar inmersos en la conducta y en el actuar de la clase gobernante, resultado de la corrupción y la impunidad que privan en nuestra noble tierra. La insolidaridad de este Gobierno con las causas de sus gobernados es estremecedora.  

Están tan enfrascados en permanecer en el poder hasta la consumación de los siglos, que no tuvieron el menor recato en las elecciones pasadas de actuar como si estuvieran en una ínsula de su propiedad, habitada exclusivamente por siervos y vasallos. Han devaluado a la democracia, la han convertido en arribismo y oportunismo; le han quitado a la política su esencia de instrumento sine qua non para analizar problemas y comprender  su dimensión para encontrar soluciones a los mismos. Decidieron que sólo existen ellos, niegan por decreto la pluralidad de pensamiento e imponen el suyo sin miramiento alguno. No hay espacio para el diálogo, porque simple y sencillamente no les interesa. El nivel del quehacer político en Coahuila es de cero a lo que sigue. El liderazgo se determina en mucho por la capacidad de escuchar, de consensuar, de incluir, de ser capaz de llegar a acuerdos en beneficio de la población, que es a la que se deben quienes gobiernan. Eso no existe en Coahuila. Vivimos en una dictadura disfrazada de democracia, cargada de corrupción e impunidad y eso es demasiado para los hombros de un estado que fue ejemplo de lucha contra la tiranía y el abuso.

La forma en que manipularon las elecciones es vergonzosa. En una contienda se gana o se pierde, pero ambos resultados deben estar apuntalados en la observancia de las reglas. El régimen actuó por encima del orden jurídico y sería cobarde e imperdonable no hacer nada en contra de semejante agravio. Hay instancias jurisdiccionales y tendrán que resolver. Tenemos una herencia republicana que debemos defender y cultivar en estos tiempos aciagos, pero también de inmensa oportunidad.  No se vale asistir mansamente al exterminio de nuestras libertades. No acepto ser espectadora ni mirona de palo. No se trata de cultivar rencores, eso es estéril, se trata de que tenemos derechos que ejercer y deberes que cumplir, y no está en mi ánimo renunciar ni a unos ni a otros. 

Usted tampoco, estimado leyente, lo invito respetuosamente a que no renuncie.

Mi esperanza no claudica

La democracia seguirá enteca mientras no reaprendamos la realidad y en las redes sociales se genera un movimiento revitalizante
 
Mi esperanza no claudicaEl periodista y escritor norteamericano Alvin Toffler expresaba que: “Los analfabetas del Siglo 21 no serán los que no saben leer ni escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender la realidad”. Y esta cita viene a colación porque así como la Revolución Industrial se convirtió en un parteaguas en su momento, por los cambios que se produjeron, la que viene sucediendo en este Siglo 21, que es el nuestro; pues también trae lo suyo. En el periodo que abarca desde la segunda mitad del Siglo 18, y que concluye entre 1820 y 1840, jamás se habían vivido la serie de transformaciones que no sólo modificaron la economía, la tecnología y el ámbito social, sino que abarcaron aspectos de la vida cotidiana. 

Hoy día ya un grupo importante de académicos y estudiosos están hablando de una cuarta revolución industrial, refiriéndose a la transformación digital. El Internet y las redes sociales están cambiando al mundo de nuestro tiempo. Hoy tenemos la mayor revolución tecnológica social desde la aparición de la imprenta de Gutenberg. La sociedad está enfilada en la búsqueda de un nuevo paradigma. Esta tecnología de punta nos está permitiendo una mayor y mejor participación ciudadana, al margen de las barbaridades que se expresen en las redes, hay aportaciones muy valiosas que están moviendo el status quo, con la venia y sin la venia de los Gobiernos y de los grupos de poder que se mueven tras bambalinas –esto no es nuevo– y que influyen en pro o en contra de la población. La democracia para fortalecerse –ya he dicho en muchas ocasiones que la nuestra es muy enteca y lo tendré que seguir diciendo mientras permanezca así– requiere de una comunidad bien enterada del peso específico que tiene, de la influencia que esto le imprime y de lo sustantivo que resulta para que esto ocurra, la existencia de las redes. Son los heraldos del Siglo 21.

Los jóvenes de hoy ya son nativos digitales, la generación a la que yo pertenezco ha tenido  que aprender sobre esto. La democracia, desde la perspectiva de la juventud actual, es un hecho… ¿Por qué? Porque no les implicó lucha alguna conseguirla. Conocen, y eso es un decir, el movimiento del 68, los rompimientos con el priísmo y el resurgimiento de una nueva izquierda, la presencia inspiradora de Manuel Clouthier y con él la llegada de un número importante de empresarios a la arena política, pero es así por encimita. De lo que no han caído en cuenta es que sólo en las democracias consolidadas el bienestar se generaliza a todos los niveles socioeconómicos. Y eso todavía no ocurre en nuestro País. Tenemos que provocarlo e impulsarlo, pero todos. Los grandes déficits los tenemos en la inequidad que se vive en un País tan grande y  con tanta riqueza natural como el nuestro, pero inmerso en las garras de un sistema en el que se gasta más, pero mucho más en el combate a la inseguridad, que en educación y en salud, y todo esto provocado por el enorme y devastador cáncer que son la corrupción y la impunidad. No combaten la enfermedad. La medicina la constituye la inversión en educación y en salud, como lo han hecho otros países del orbe para volverse exitosos y prósperos. Aquí vamos en sentido inverso.

La política populista emanada del sistema que rige en este País ha sobrevivido igual que la de un insecto que se conoce como avispa esmeralda… ¿Qué hace este animalejo? Sobrevuela sobre los escarabajos, que son su alimento favorito, se para en el lomo, muerde con precisión de cirujano en el espacio que queda entra la cabeza y el esqueleto armadura que conforma el cuerpo de sus víctimas, les inocula un veneno que los paraliza, así lo arrastra hasta su nido subterráneo, ahí les aplica otra dosis, pero no los mata, les inserta un huevo en el cuerpo, del huevo nace una larva que tiene exactamente sus mismas características. Se va, cierra perfectamente la salida para que su víctima no pueda escapar. La larva se alimenta de su “incubadora”, se la va comiendo viva, pero no ataca sus órganos vitales porque se le muere.

Crecida, fuerte y ya adulta, sale al mundo la nueva avispa y a repetir el ciclo. Esto exactamente es lo que ha hecho el sistema priísta con los habitantes de las colonias populares. Se alimenta de ellos, lo ha hecho por generaciones, no hace más que mantenerlos con la dádiva y/o la amenaza de quitarles la dádiva. Los ha hecho mansos, nunca se ha ocupado de que aspiren a ser libres, sólo conformistas y ya. Y son los más. Son su plataforma para la permanencia. A esto agréguele la complicidad con quienes poseen el poder económico y la indiferencia –irracional– de la clase media. Por eso la democracia sigue enteca. 

Desde las redes sociales se empiezan a generar los nutrientes que la revitalizarán, por eso mi esperanza no claudica. Y aprendamos, desaprendamos y reaprendamos.

Se están cargando al País… ¿no ven?

México vive una crisis institucional que vulnera su legitimidad y acaba con la confianza de los ciudadanos en su sistema político
 
Tenemos un sistema político absolutamente corrupto y corruptor que exhibe sin pudor alguno lo que es. A sus cofrades, creadores del mismo desde hace casi un siglo, les ha redituado con creces haberlo institucionalizado, porque ha sido el instrumento más eficaz para permanecer en el poder, no obstante la alternancia en el Poder Ejecutivo Federal –dos sexenios– y las que se han dado en gubernaturas y alcaldías. Su esencia, presencia y potencia, como dice una canción, están vivas, ¿sabe por qué? porque forman parte de la idiosincrasia nacional. La gente se acostumbró a ser tratada como inquilina de su patria, no como dueña. Sus servidores se ostentaron y se siguen ostentando como patrones, no como lo que son, por eso se explica la desfachatez, por ejemplo, de las declaraciones del secretario de Comunicaciones y Transportes ante la tragedia ocurrida en el estado de Morelos; también el batidillo que el INE ha venido haciendo en torno a un dictamen elaborado por su propia Comisión de Fiscalización, absolutamente manoseado. 

Qué impresionante desdén por todas las razones por las que fue creada la institución a su cargo. Con ello, y esto de ningún modo lo celebro, se llevaron al traste y sin prurito alguno, la confianza y la credibilidad que debe de cuidar el árbitro de las elecciones, porque de ello depende, en mucho o en todo, la legitimidad que debe acompañar a los electos.

Cómo me gustaría que en mi País, quienes tienen bajo su responsabilidad organizar y vigilar los comicios, pensaran y se comportaran igual que sus homólogos canadienses, quienes consideran que es un honor serlo y que bajo ninguna circunstancia van a faltarle al respeto con una actuación ayuna de ética a quienes se los confirieron. Cuando se crearon órganos como el INE, antes IFE, el espíritu era que los Gobiernos no fueran juez y parte en las elecciones, y se optó por ciudadanizarlos. Pero, tristemente, esa ciudadanización pasó a segundo término a la hora en que hubo que definir el “cómo” se iba a realizar. Y ahí está el PERO, así, con mayúsculas. 

Su designación no es más que un “dedazo” de quienes tienen mayoría en el Congreso de la Unión, ellos son quienes determinan a los ungidos, es la forma en que se mantiene el control. La ciudadanización es un mito, usted lo ha visto en las participaciones de los integrantes del Consejo General del INE, sus intervenciones  no dejan nada a la imaginación, llevan un rótulo en la frente, se sabe perfectamente, con claridad meridiana, como decía un querido maestro de la preparatoria, quién es su padrino. ¿Por qué tiene que ser así en nuestro País? 

Es descorazonador el desparpajo del discurso sofista que manejan a la perfección varios de los ínclitos consejeros. Me recuerdan a los “clientes” romanos, ciudadanos libres que se ponían bajo la férula de un patrón a cambio de “favores” mutuos. Una especie de besamanos del poder en turno, precisamente del que se quería liberar a los procesos eleccionarios en nuestro País. Cómo extraño a José Woldemberg, qué señorón, qué representación tan digna tuvimos los electores cuando él estuvo como presidente del Consejo General. Y fue designado de la misma manera que los que han venido después, la diferencia la hicieron sus convicciones y el enorme respeto que se debe a sí mismo.

¿Por qué no tienen compromiso con México? ¿Por qué no poner por encima de todo el amor patrio? Habrá quien diga que soy cursi… pero yo creo en la patria, en que cada uno de nosotros tiene una responsabilidad con ella y que debemos esforzarnos por hacer la parte que nos corresponde como mexicanos y como ciudadanos con esmero, los consejeros también... ¿qué los exime? Y si esto no les merece ninguna consideración, vámonos al pragmatismo. Los señores consejeros le deben a los mexicanos la dieta jugosa que reciben mes a mes, las prestaciones regias de las que gozan a partir de que arriban al nirvana del INE, sólo ellos y los Ministros de la SCJN tienen ese estatus tan singular… aunque sea por eso, ¿o no? 

Se necesita no querer ver la crisis política e institucional que ha alcanzado niveles escandalosos en nuestro País. Se trata de una afectación seria y profunda que vulnera la legitimación de las instituciones y de sus representantes y, sobre todo, la confianza de los ciudadanos en su sistema político. La gravedad de lo que ocurre ya está con foco rojo. Cada día resulta más difícil creer que la democracia alguna vez en este País será entendida como una forma de vida. Hoy no llega ni siquiera a forma de Gobierno.

No más de lo mismo

Para dar legitimidad a la democracia, los órganos electorales deben actuar al margen de los intereses del grupo en el poder
 
Llevada a cabo una elección, es requisito sine qua non asegurar a la ciudadanía que el proceso se dio en estricto apego a lo que establece la Ley, al margen de quienes hayan sido los candidatos de su preferencia. No debe ser de otra manera, porque cuando esto no se cuida, se pone en jaque la confianza de los electores en los órganos encargados de organizar, conducir y vigilar los comicios y esto daña sustantivamente a la democracia. Es de sanidad política asegurar que hubo equidad en las elecciones, que el piso estuvo parejo para partidos y contendientes, que no haya la mínima duda de que esto no ocurrió así. No ha sido fácil el tránsito de nuestro País en esa dirección. La cultura imperante sigue siendo la impuesta por un sistema que a pesar de ser tan añoso, artrítico y espantosamente plagado de mañas, instaurado por el partido Revolucionario Institucional, está viva y en práctica. La legislación electoral que regula los comicios a lo largo y ancho de nuestra noble tierra, sea federal o local, tiene un denominador común que la “inspira”: la desconfianza. Y no obstante la ristra de candados, violar las disposiciones es el deporte favorito y lo que agrava el fenómeno es la impunidad en la que queda. De nada sirve que la ley disponga quienes son los únicos que pueden recibir, por ejemplo, la votación en la casilla, porque al final del día, con toda desvergüenza pueden quedar, como quedaron en la elección del 4 de junio en Coahuila, en un buen número de ellas, personas que ni siquiera pertenecían a la misma, como funcionarios. El acarreo está tipificado como delito, ¿y qué? Lo hacen a ojos vistas, cuentan con los taxis de las centrales adscritas al sindicato, cómplice del régimen; también está prohibido comprar el voto, ¿y qué? Dentro de las prácticas corruptas electorales ocupa el número uno sobornar votantes, hacerse de fondos para la campaña vía promesas de beneficios ilegales, como son concesiones, licitaciones amañadas en lo oscuro, incluso compra de candidatos de la oposición para que hagan mutis en plena contienda, manejo encubierto de gastos de campaña para no pasarse de los topes establecidos. Les vale una pulga y dos con sal violentar los paquetes sellados tras concluir la jornada, para hacer todos los cambios que estimen necesarios y ganar a como dé lugar, y no es ningún secreto. El asunto es que no pasa nada. No hay castigo y por eso continúan haciéndolo. “La corrupción sistémica ha invadido los procesos electorales”, palabras textuales de Jaqueline Peschard, la presidenta del Comité de Participación Ciudadana del SNA. Y tristemente, tiene razón.

Coahuila es una entidad federativa que jamás ha tenido alternancia, los dos últimos sexenios encabezados por miembros de la familia Moreira, han sido los más desastrosos en muchos ámbitos del quehacer público, el electoral es uno más. El proceso eleccionario vivido el 4 de junio fue un abanico de muestras de cuanto se debe hacer para ganar una elección por encima de la Ley y con la complacencia y/o la complicidad del árbitro. La autoridad electoral local (IEC) se vio ciega, sorda, en permanente genuflexión ante el Gobierno moreirista, y al INE distante, absorto en otros asuntos de mayor importancia, según sus cánones, ya que Coahuila nunca fue prioridad. La percepción que en este momento tienen los coahuilenses de su actuación es de absoluta desconfianza. Y esto no es para festinarse. No es necesario ser el FBI para darse cuenta de los ríos de dinero público que se destinan para apuntalar al delfín del mandamás y anexos – despensas, compra de votos, tarjetas, pago de operadores, medios cubiertos con largueza–, sin recato alguno. Y el triste papel de la Fepade: mirón de palo. La democracia mexicana es una de las más caras del continente, 18 dólares cuestan los votos en México contra 29 centavos de dólar en Brasil, de conformidad con estudios realizados por la Universidad Nacional Autónoma de México. Necesitamos repensar el modelo. Las elecciones se han convertido en un espacio ad hoc para derrochar miles de millones de pesos, y esto es inadmisible en un País en el que existen tanta pobreza y marginación. El gasto tiene que reducirse, hay demasiada burocracia de por medio, financiamiento excesivo a los partidos políticos, órganos locales electorales que no justifican su quehacer de promotores de la participación cívica y que le cuestan anualmente un dineral a los contribuyentes. Que haya un solo instituto electoral, no más, el INE tiene carácter nacional. Es fundamental que se limpie el proceso eleccionario de Coahuila del 4 de junio y que se sancione a quien o a quienes resulten responsables. Cuando esto escribo está llevándose a cabo la sesión del Consejo General del INE. Yo creo en el imperio de la Ley y es todo lo que exijo, que ésta se aplique. Y lo mismo para la autoridad jurisdiccional, en su momento.

La impunidad debe combatirse. Cuando haya sanciones ejemplares, cuando se instaure en la conciencia de todo el mundo, cuando quien la hace la paga, le van a pensar dos veces antes de obrar como lo hacen quienes están acostumbrados a pasarse las disposiciones jurídicas por debajo de las extremidades inferiores. Carecemos de un sistema de pesos y contrapesos, ciñéndome a Coahuila, no existe, por eso, el abuso de quien tiene el poder, es absoluto. La impunidad institucionalizada se ha fortalecido con creces con la complicidad, de ahí que la corrupción sea un cáncer in crescendo. Lo vivido en el proceso eleccionario de este año es una fotografía fidedigna del grado de descomposición descrito en estas reflexiones que me permito compartir con usted. 

“La corrupción es irreversible cuando ha llegado a podrir el alma de una nación”, decía la famosa escritora Taylor Caldwell. Yo espero con todo mi corazón que no hayamos llegado ya, hasta ahí.

Una plaga maldita

La corrupción es un cáncer que afecta gravemente la legitimidad de la democracia; está en los ciudadanos decidir cuándo erradicarla
 
El Banco Mundial define a la corrupción como “el abuso de poder público en beneficio propio”, de la misma definición se infiere que quién comete un acto corrupto está en una posición de poder y que recibe algún tipo de beneficio (en dinero o en especie) que no es procedente o simple y llanamente que es ilegal.

Cuanto escuchamos en la propaganda corifea que paga con largueza el Gobierno de Coahuila, a más de las declaraciones de sus ínclitos funcionarios, pues vivimos casi, casi, en el paraíso terrenal. En Coahuila, según sus loas, el Estado de derecho es de presumirse, dado que el respeto a la Ley es una de sus principales características, impecable el funcionamiento de sus instituciones y el gozo de un régimen de facultades y libertades garantizadas a plenitud. 

Se lee muy bonito, ¿verdad? Pues no es más que una farsa nuestra democracia… gulp… ¿Qué he escrito? Es absolutamente falsa y perversa, ¿por qué? Pues porque está sostenida por un régimen corrupto. Esta infame simulación ha generado una desigualdad grosera entre sus habitantes; ha logrado desacreditar la impartición de justicia, ha hecho papilla la separación de poderes, ha generalizado la corrupción en todas las instituciones del estado, en los sindicatos (ahí es inmemorial), en las cámaras patronales (tiene aliados a por mayor), en los organismos autónomos, en todo cuanto toca… Quince años el zar anticorrupción ha dejado a los jubilados muy cerquita de la inopia, ha quintuplicado los privilegios de la clase política, ha sido generador sostenido de degradación moral con la mandada al… de los valores que le dan contenido y sentido a la existencia. Han producido saqueos a las arcas públicas sin ningún castigo de por medio… a los pensionados, es decir, sus pensiones, han tenido un destino muy distinto del planeado… están en quiebra… y aun así, en las pasadas elecciones uno de los sectores más golpeados, el magisterio, no tuvo empacho en votar por los candidatos de los tricolores. Hay una profunda fractura social, pero siguen haciendo caso omiso.

La salud, la educación, básicamente, han sufrido una regresión devastadora… ¿Y qué? La indiferencia de miles de personas que habitan en Coahuila es el mejor cohesionador de las victorias electorales del PRI, a lo que se suma la compraventa de votos, la utilización de influencias o amigos de  quienes parten y reparten el queso, que no beneficia más que a quienes los conciertan. La eterna corrupción política está dañando a nuestra Coahuila de forma terrible. La actividad política la han vuelto un negocio de pillastres y detrimento de la sociedad en general. Dese usted una vuelta por la periferia de Saltillo, en donde viven los más pobres entre los pobres, ahí está en toda su desalentadora realidad el estancamiento del desarrollo, las dentelladas de la marginación, el avance sistemático de la pobreza. Hay que ser desalmado hasta el tuétano para permanecer impasible. 

Somos vergüenza nacional, las últimas elecciones exhibieron sin pudor alguno la ristra deleznable de fechorías que se pueden cometer con tal de permanecer en el poder hasta la consumación de los siglos. Es un hecho que conlleva una cantidad enorme de efectos negativos para Coahuila, como son la acentuación de la pérdida de confianza y por ende, de credibilidad en el Gobierno. Hay un profundo descontento de los coahuilenses aunque el moreirato pague a precio de oro la minimización de la debacle.

Hay desilusión, molestia e inconformidad en Coahuila. Aunque no lo acepten quienes hoy gobiernan. ¿Qué sucede cuando la propia autoridad se convierte en promotora del debilitamiento de las instituciones que le dan sustento? Avanza la corrupción, no tiene ciencia. La corrupción es un cáncer que afecta gravemente la legitimidad de la democracia, atenta contra el sistema económico y se convierte en un elemento sine qua non de desintegración social. 

En sociedades como la danesa, los ciudadanos se sienten iguales y no toleran que nadie saque ventajas de manera ilegal. En México ocurre todo lo contrario, los héroes son los sinvergüenzas, se vota por ellos en las urnas, no importa la cola de raterías que les preceda… No tengo la menor duda de que la desigualdad social es una de las fuentes más importantes de la corrupción. Por eso en Coahuila no se le combate, al contrario, se le procura, se le cuida. Mantener a la gente boca bajeada es condición ineludible. Las sociedades igualitarias no entran en el patrón de prioridades de los dueños de la entidad federativa, la inequidad sí.
¿Cuánto tiempo más?

Otra raya más al tigre

Se debe controlar la corrupción con sistemas legales autónomos para contener los males que aquejan a la sociedad coahuilense
 
El mundo en el que hoy vivimos va pintándose en el día a día de todo cuanto debiera no ser parte del mismo, porque simple y sencillamente no tienen nada de edificante: violencia, delincuencia, pobreza, marginación, drogadicción… entre otras “perlas”. La equidad, la justicia, la solidaridad, el espíritu de convivencia, la bondad… se las están viendo negras para sobrevivir, pareciera que los humanos nos empeñamos en reducirlas al mínimo. Las “perlas” mencionadas tienen que ser combatidas por los regímenes democráticos a través de instrumentos legales y organismos ad hoc para generar una barrera que las contenga. Así, además de los tres poderes tradicionales de los que se vale el Estado para gobernar, también crea mecanismos autónomos para cumplimentar su tarea, verbi gratia, auditorías, ombudsman, institutos electorales, contralorías, promoción de la participación ciudadana, de los voluntariados, etcétera.

La corrupción avanza en sentido contrario. Es el compendio de todo cuanto daña y pudre a una sociedad, es la expresión de la mezquindad, del egoísmo, de las prebendas, de las raterías y sinvergüenzadas de los gobernantes y sus cómplices, de la explotación de la pobreza, del reparto de beneficios inmorales e inmerecidos derivados de posiciones privilegiadas en el cargo público, que resultan absolutamente ofensivas a cualquier idea que se tenga de salvaguarda pública, toda vez que sobre ésta se construye la democracia.
En regímenes como el que impera en Coahuila, la manipulación y el engaño son instrumentos comunes y corrientes para mantener de rodillas a los más pobres, explotan su escasez, la usan desde tiempos inmemoriales para mantenerse en el poder. Los carentes de escrúpulos llevan la delantera en esta carrera de canibalismo extremo, hay quienes ven la vida política y los cargos públicos como una oportunidad más para hacer negocios,  ellos, toda su parentela y sus cuates, aprovechando la posición y la impunidad que los cobija. Los corruptos son hábiles para cubrir sus inmundicias, crean sistemas anticorrupción verbi gratia, como el que acaba de ser aprobado por la mayoría priísta esta semana en el Congreso local. La corrupción es altamente contagiosa, envuelve, enreda; pocos, pero muy pocos escapan a su contaminación. Los que evaden sus tentáculos no son seductores… ni son populares, de pend… no los bajan un centímetro.

La corrupción es seductora,  promete recompensas inmerecidas, es más, las produce. Si no se le ataja –como ha sucedido en Coahuila– se extiende, se multiplica, se intensifica y se sistematiza, se vuelve regla. Aquí en Coahuila ya estamos en ese punto. Quien no lo quiera ver, es por eso, porque no lo quiere ver. El interés público ha sido substituido por los intereses particulares de una familia y su corte de incondicionales y cómplices. Aquí al Estado de derecho se lo cargó el payaso. 

Permítame enlistarle algunos de los males que engendra la corrupción:

Conlleva pérdida de la autoridad moral, debilita la eficiencia y la eficacia de las acciones de Gobierno, acrecienta las oportunidades para la delincuencia organizada y para los abusos de la policía, le suma cargas al contribuyente y es devastador su impacto en los más pobres. Favorece a los pillos y daña a quienes sí respetan la ley. Implica el desarrollo de obras públicas que no se requieren, se usa para financiar contratos impronunciables o para reponer recursos de los que se dispuso en lo oscuro… Puras cosas lindas, ¿verdad? 


En su ensayo, “Toward a General Theory of Official Corruption”, Gerald Caiden expresa que si la corrupción oficial no se controla, se convierte en una “debilidad del Estado que incluye todo tipo de indisciplina social, que obstaculiza la efectividad del Gobierno y obstruye el desarrollo nacional. Esto conduce a una sociedad en la cual muy poco funciona (como debiera), aumenta el malestar social y donde se recurre a la represión para evitar el colapso total. Es más, conduce a un cinismo generalizado que engendra la desesperanza”.

“¡Qué lástima –como expresaba León Felipe en su precioso poema– que yo no pueda contar con una voz engolada esas brillantes romanzas a la gloria de la patria…” Mi querida y noble patria chica está en manos… ¿en manos?... bueno… de gobernantes que les importa un bledo el bien común. Pobre Coahuila…

¿Así tiene que seguir siendo?

Hay que volvernos intolerantes a la demagogia y el enriquecimiento ilícito para lograr una democracia real y ciudadana
 
El valor no consiste en la bilis, ni en la sangre; consiste en la dignidad.
 
Ignacio Manuel Altamirano


¿Qué tenemos cómo democracia hoy día? Nuestra Coahuila sigue irredenta. Para políticos con vocación de enriquecimiento ilícito, voracidad sin límite, cero honestidad y orfandad de vocación de servicio, entre otras “perlas”, la democracia es eso. Para usted ¿qué es? Hoy día la corrupción masiva avanza a pasos agigantados, pero no a todos parece interesarles. A quienes han defraudado la confianza de los coahuilenses no se les castiga, el sistema los “condena” a vivir en la opulencia de lo que se robaron, a “vociferar” –para taparle el ojo al macho– en contra de lo que son parte sustantiva y lo serán hasta la consumación de los siglos porque el vínculo con las raterías perpetradas y solapadas es indisoluble y luego, a recular de lo expresado. 

Es metódica la liquidación del estado de derecho, los crímenes se premian con la legalización, al cabo que para eso el priato tiene el control absoluto de los poderes. La degradación de la justicia y la anulación de facto de las normas constitucionales, resulta estremecedor… Vamos en picada.

Y si nos vamos al ámbito social, el alcance de esta podredumbre no tiene parangón. La familia se desmorona, el núcleo primario, natural, de cohesión de una sociedad vale para puras vergüenzas, y cuidadito y opina usted en contrario, porque de mocho, huele incienso, hipócrita, espantado… por decir algunos de los epítetos más socorridos, no le bajan un centímetro. El ataque a la familia se ha vuelto consuetudinario… ¿a quién carambas le importa los niños no tengan un papá y una mamá juntos y en armonía, para formarlos y educarlos? 

Los divorcios son exprés, no funcionó el matrimonio, pues al demonio, a otra cosa mariposa, y los hijos, pues al mismo destino, al cabo que hay nanas electrónicas para atenderlos… los celulares, las compus y las iPads… ¿Cariño? ¿Diálogo? 

¿Abrazos? ¿Te “quieros”? ¿Convivencia?... No, son incordios… 


Los índices de fracasos familiares y conyugales son mastodónticos. Los abortos son la solución a una –a dos, a tres, a las que sean– acostada irresponsable. Al cuerpo hay que darle gusto, total, si hay embarazo, te deshaces del mismo en un santiamén, todo está legalizado. La violencia doméstica reverbera sin control alguno entre parejas, de padres a hijos y viceversa... Hermanos que violan a sus hermanas, padres que abusan de su propia carne… ¿Y qué?

El fracaso escolar in crescendo –hay instrucción “desde arriba”, de no reprobar a nadie aunque no sepan nada– , el bullying en las aulas “está de moda” y sin repercusión para los victimarios, no lo están atendiendo de fondo, el fondo viene desde su casa, de sus padres, de lo que ve y vive ahí… los criminales se “forjan” en casa y de ahí a la calle, a la delincuencia organizada que los recibe con los brazos abiertos, son su carne de cañón, su materia prima. El auge de la prostitución, las drogas, el alcoholismo… negocio floreciente para los sucesores de los chapos. Esta es la democracia que ha generado el sistema priísta. Ochenta y cuatro años de llenarla de parásitos y degradarla hasta volverla despreciable. Estas elecciones las “ganaron” con el voto de los más pobres, de los que han ofendido y denigrado más, las pagaron a diferentes precios… como siempre. Y por supuesto con la complicidad vergonzante de los ricos en billetes, de esos que nomás tienen billetes, pero ningún escrúpulo. Esta es la democracia que priva en Coahuila, nuestra amada Coahuila, preñada de demagogia, de corrupción, de impunidad y de abusos. Es imposible que haya democracia sin educación cívica y con tanta desinformación, pero sobre todo con tantas necesidades básicas sin resolver.

Frente a semejante elección cocinada con mañas por el PRI –porque así fue la del 4 de junio–, con votos comprados, con complicidades que rayan en la indecencia, con clientelismo electoral que altera las condiciones de equidad de la contienda, no se abona al fortalecimiento de la democracia, sino todo lo contrario. A la democracia la han prostituido con mucho dinero de por medio, abonando con creces a la ilegalidad. Manifestarse en contra del fraude electoral es un derecho que por primera vez en Coahuila la sociedad ha salido a ejercer a las calles. Ya se traspasaron las barreras de colores e ideologías, ahí radica su fuerza. Hago votos porque esto sea el principio de una nueva era para nuestra noble tierra. 

Por favor, vuélvase intolerante con los políticos sinvergüenzas, del partido que sean. Hágales sentir su repulsa ciudadana. El cochinero tiene que erradicarse, pero usted necesita intervenir, sin usted no habrá cambio alguno.

Resistir...

Fue una elección sucia en todo sentido, por eso se llama a la suma voluntaria y razonada de los ciudadanos para combatir un fraude descomunal
“Ni nos domaron, ni nos doblaron, ni nos van a domesticar”. 

Marcelino Camacho Abad 

Hay quienes pensamos que la lucha por la democracia va indiscutiblemente hermanada con la de los derechos humanos, ¿por qué? Porque ambas desembocan en la misma búsqueda, la de la justicia y la equidad. Para quienes estamos convencidos de que luchar por la democracia representativa conlleva a hacer lo mismo por la participativa, nos queda claro que no se puede desvincular a una de la otra. En nuestra Coahuila hay una enorme concentración de poder político y por ende, control económico –vía la complicidad– en unas cuantas manos, dando como resultado que haya miles de coahuilenses viviendo como ciudadanos de quinta categoría, empobrecidos material e intelectualmente, y esto es incompatible con la democracia, al menos como se concibe en el 3ero. Constitucional: “como una forma de vida”. ¿Qué poder de decisión pueden tener personas en estas condiciones sobre su propia vida, si son absolutamente dependientes del sistema dictatorial que priva en la entidad desde hace más de 84 años?

Sin un mínimo de bienestar material resulta imposible que los hombres puedan practicar las virtudes cívicas necesarias en una democracia. Las personas que no comen tres veces al día, que no tienen un trabajo que les permita vivir de acuerdo a su condición, si carecen de servicios de salud y la educación que se les imparte no es de calidad, pues están en la lona, y son presa fácil del sistema imperante. Esta es nuestra tragedia cotidiana, acabamos de tener una elección para la renovación del poder ejecutivo y el “ganador” vuelve a ser el de siempre, el PRI, ¿cómo? Con todas las artimañas que él mismo se inventó e institucionalizó.

Fue una elección sucia en todo sentido, por eso se ha tenido que acudir a la instancia jurisdiccional, tendrán que ser jueces los que diriman la debacle. No tuvimos un proceso electoral honesto, no estuvo apegado a las normas jurídicas de la materia, el árbitro electoral no las observó, sino todo lo contrario. Hay un retroceso sobrecogedor. Los abusos, por llamarlos de manera educada, están al descubierto, los jueces tienen el deber de estudiarlos y determinar con apego a la ley las consecuencias. Estas circunstancias tan deleznables lograron lo que nunca se había visto: unificar a la sociedad civil. Hemos visto a la misma en marchas y concentraciones que no forman parte del comportamiento poselectoral.  ¿Cómo reconocer una victoria manchada por la duda, por la falta de transparencia, signada por la ilegalidad y la ausencia de certeza jurídica?

La sociedad civil está participando como nunca antes la habíamos visto. Nadie ha sido acarreado a las manifestaciones que han tenido lugar en diferentes regiones del estado. De alguna manera hay que agradecerle al Moreirato este despertar cívico, lograron aglutinar a los coahuilenses en esta novísima resistencia civil, que lejos de ser una insurrección, es nada más y nada menos que el inicio de un debate público, de una discusión civilizada sobre la necesidad de responder con estatura y prestancia a una intromisión inaceptable del Gobierno estatal en un asunto QUE NO LE COMPETE, como son las elecciones libres para la renovación del poder público. Su incivilidad es intolerable, es sinónimo de miseria, mezquindad y grosería.

Esto es sólo el principio. Sabemos que no va a ser fácil mantener el espíritu de esta genuina indignación, porque no es un ejercicio al que estemos acostumbrados, no obstante tenemos que esforzarnos,  va en ello lo que soñamos construir para nuestros hijos y nuestros nietos, paz duradera, respeto por las instituciones que le dan solidez y certeza a la división de poderes, al fortalecimiento de la democracia, a todo cuanto vuelve exitoso a un pueblo. El Moreirato tiene que entender que el absolutismo y sus engendros no tienen nada que hacer en la Coahuila de este siglo, tienen que aprender que están sujetos al imperio de la ley igual que todo el mundo, que no se vale enturbiar los procesos eleccionarios con dádivas y amenazas a sus cautivos para que a fuerza voten por sus candidatos, ni con arreglos con sus cómplices poderosos ($). 

No estamos llamando a la violencia contra el adversario quienes no estamos de acuerdo con lo sucedido, sino a la suma voluntaria y pacífica, razonada y razonable para combatir un fraude descomunal en perjuicio de nuestra democracia, queremos restituirle sus valores y principios. Nada más y nada menos. Resistamos, apenas está empezando, el camino es largo y sinuoso, pero nunca más grande que nuestro amor y nuestra devoción por Coahuila.

Después de la elección

“…si el triunfo y el desastre no te imponen su ley y los tratas lo mismo como a dos impostores…” . 
Rudyard Kipling


En palabras de Lorenzo Córdova Vianello, Presidente del Consejo General del INE, la equidad de condiciones que permitan un cierto equilibrio en la contienda electoral es el “piso mínimo”. Esta construcción le corresponde garantizarla al árbitro de la elección. Asimismo, al referirse a la autonomía de los órganos electorales, subraya que más allá de ser un principio de orden constitucional, es “el resultado de las decisiones y de las actitudes que la autoridad electoral toma frente a los distintos intereses políticos, frente a la eventual pretensión de intromisión de algunos intereses, de algunos actores en sus decisiones”. Apunta también que la autonomía  se tiene “…que procurar permanentemente”. Es verdaderamente lamentable que estos conceptos no hayan sido tomados en consideración por el Consejo General del Instituto Electoral de Coahuila (IEC), cuyos integrantes fueron nombrados precisamente por el colegiado que preside Lorenzo Córdova. Yo, como diputada de la LXII Legislatura voté a favor de esta reforma –que no me llenaba del todo–  precisamente para evitar la injerencia del gobernador y de todo el aparato vetusto del priato, en los procesos eleccionarios de Coahuila. Me ha quedado claro, que NO SIRVIÓ PARA NADA. Acabamos de tener un proceso eleccionario repudiable, que me indigna y me rebela. Ni en los tiempos en los que el árbitro era el secretario de Gobierno se ha vivido en Coahuila tanto desaseo.

No tengo y lo he dicho con claridad, ningún empacho en reconocer la victoria del adversario, al final del día, desde que uno se registra para contender tiene bien claro que perder o ganar será uno de los dos resultados, quien no esté preparado para esto, pues es mejor que ni participe. Amén del reparto indiscriminado de despensas, de tinacos, de dinero en efectivo o en tarjetas que repartieron en cantidades estratosféricas antes y durante el día de la jornada electoral, sin pudor alguno, con CERO actuación de la Fepade y la indiferencia ABSOLUTA del IEC, con ausencia de funcionarios de casilla, presidentes sobre todo, a los que sustituyeron como lo marca la ley con electores formados en la fila, a todas luces priístas, porque así lo planearon, el remate lo consumaron con los PAQUETES ELECTORALES ABIERTOS –resguardados por la guardia pretoriana del gobernador– violados a todas luces, sin actas de la sesión de instalación, con paquetes VACÍOS, con boletas faltantes o sobrantes, con actas de cierre ilegibles condicionadas a la entrega de cuadernillos…ah…y la suspensión intempestiva del Prep del domingo, igual que en la elección de gobernador. ¿Cómo aceptar resultados con semejantes antecedentes?

Lo más simple sería dar por bueno el resultado, aceptar que… ¿qué importa? al cabo que la diferencia de la votación es muy grande… “que no se perder”, “que me deje de ridículos”, “que si no entendí la voluntad de la mayoría”, “que me estoy haciendo odiosa ante los saltillenses y que me regrese a mi pueblo”, esto me dicen entre otras cosas en las redes los corifeos del PRI, amén de palabras y frases soeces. Pero esto no me intimida, ni me achica, pueden cantar misa. Lo que no me perdonaría es quedarme de brazos cruzados mirando pasar semejante despropósito. Por cada voto que nos dieron los saltillenses sin coacción, ni compra de voluntad, en absoluta independencia, a la planilla que tuve el honor de encabezar, no estoy dispuesta a validar con mi silencio lo amañado por el prigobierno en contubernio con el árbitro de la elección.  Si cada paquete proveniente de las casillas hubiera venido cerrado, sin señal alguna de haber sido violentado, sin chistar le levantaría la mano al adversario. Hay quienes estiman, que con tal de ganar el poder, en política todo se vale. 

Yo pienso y actúo en sentido contrario, y si esto es ser mojigata, conservadora y tener doble moral, aceptado, lo soy y la tengo. Sé perfectamente que el camino es empinado y largo, que es nadar contra corriente, que vamos contra toda la maquinaria del sistema, que es factible que nos quedemos como Agar en el desierto en algún momento, que el desánimo y el cansancio son dos gárgolas que se crecen en estas condiciones y son depredadores inmisericordes. Pero ni así, esto va por Saltillo, por todas las personas que sueñan con que un día se cierre el ciclo del autoritarismo, de esta dictadura de más de 84 años que muchos aplauden y celebran porque son sus cómplices o sus vasallos. Va por los que nunca habían votado, teniendo credencial de elector, y esta vez decidieron hacerse cargo de su deber de amor con su ciudad y con Coahuila. Va también por los más pobres de la periferia y del área rural, cuya pobreza material e ignorancia usan para ganar elecciones, va por los jóvenes que tienen ideales y convicciones, va por los niños que aún no votan pero que merecen un futuro en el que la democracia deje de ser aspiración y se convierta verdaderamente en forma de vida.

Esto es brega de eternidad, como apuntaba don Manuel Gómez Morín, de modo que estoy en lo que creo y en lo que amo, con todo el corazón. 

Esther Quintana SalinasSi cada paquete electoral hubiera llegado sin señales de haber sido violentado, no habría empacho en reconocer la victoria del adversario

Lo que queremos

Nuestra comunidad necesita protagonistas, no espectadores y críticos pasivos. Sólo con participación y pluralidad podremos alcanzar la igualdad.

Coahuila requiere de una fuerza transformadora de magnitudes impresionantes que cimbre la indiferencia y la pésima costumbre de sólo ver pasar las cosas desde la ventana y no atreverse a dar el salto cuántico para entrar a una geografía en la que ya no haya sitio para espectadores ni para críticos de lo que les disgusta, pero que sólo les alcanza para despotricarlo entre cuatro paredes porque son absolutamente incapaces, por voluntad propia, de accionar los mecanismos para acabar de una vez por todas con la inmovilidad que tanto daño nos ha hecho.

Coahuila necesita de nuestra pluralidad, en la medida en que seamos capaces de reflejar las diferentes maneras de sentirnos parte sustantiva de un proyecto compartido, apuntalado sobre los principios de igualdad, justicia social y solidaridad, estaremos en disposición de cambiar el rumbo de nuestro estado hacia la integración que fortalece la unidad y vuelve exitosos a todos los que aquí vivimos. La única forma de vivir juntos y en armonía es reconociendo nuestras singularidades, que al final del día, al conjuntarlas, nos dan la mezcla idónea para dejar de ser islas y convertirnos en continente. Aristóteles, 200 años antes de Cristo, decía que no hay manera más adecuada de que el individuo, político por naturaleza, desarrolle y dé lo mejor de sí mismo, que en el seno de la comunidad de la que es parte. Se nos dificulta todavía entenderlo a estas alturas del milenio.

Tenemos el deber de alimentar una sociedad en la que quepamos todos, debemos aprender a aceptarnos, sin conflicto hacia quienes piensen diferente. Hay demasiadas diferencias en Coahuila, pero hoy quiero centrarme en las que existen en la capital del estado, en Saltillo. Resulta inverosímil que en pleno Siglo 21 haya muchas personas que viven sólo por la magnanimidad de Dios. Los contrastes son muy marcados, cuando se pone en comparativo cómo se vive en muchas colonias de la periferia y otras áreas del lado norte de la ciudad. Lo primero que se encara son la pobreza material y enseguida la del intelecto. Las dos han impedido que quienes las padecen crezcan y se desarrollen a plenitud como PERSONAS que son. Y eso debe ser un fracaso para quienes gobiernan y que tienen a su cargo la educación, derecho fundamental recogido en la parte dogmática de la Constitución de la República.

La educación iguala, está probado. Te cambia la vida entera, te impregna de luz el intelecto y entonces cambian las ideas, aprendes a discernir, a distinguir y a elegir lo que quieres que sea tu vida y cómo vas a conseguirlo. Tu visión del mundo sufre modificaciones, porque dejas de pensar en corto y empiezas a otear el horizonte y a descubrir que puedes, como decía el poeta Amado Nervo, ser “el arquitecto de tu propio destino”. 

Nunca la dependencia, salvo la que todos tenemos cuando somos pequeños, de nuestros padres, se justifica. 

Cualquier otra es condena a ser perpetuamente marginado de cuanto necesita un ser humano para sentirse realizado y exitoso. Son de desearse aquellos gobiernos que ofrezcan garantías SIN EXCEPCIÓN para que sean atendidos todos los derechos fundamentales del hombre: salud, educación, empleo, etc.

Necesitamos gobernantes que coloquen a la mujer en el corazón de la renovación del estado, que asuman como asunto público la violencia brutal que sufren muchas de ellas y que acaben con la brecha salarial que las condena a la marginación. Gobernantes que entiendan que el futuro está jugándose en los salones de clase donde los más jóvenes requieren ser preparados para afrontar los retos de mañana, con educación de calidad. 

Necesitamos reivindicar el derecho a la salud, con clínicas y hospitales en los que sí haya médicos comprometidos con su tarea y medicamentos para los derechohabientes. Es urgente que se garanticen pensiones dignas y que por principio no dispongan de ellas los líderetes sindicales en complicidad con los corruptos, entre muchos otros imperativos que siguen en los pendientes.

En nuestra propia naturaleza está escrito participar, opinar, quejarnos de aquello en lo que no estemos de acuerdo y exigir su modificación. La democracia se fortalece en la medida en que nos hacemos cargo de los asuntos de nuestra comunidad, aunque es muy enteca, la nuestra nos permite elegir autoridades, acudir a los órganos jurisdiccionales y defendernos en juicio, etc. La democracia se construye en el día a día, si privilegiamos la importancia que tiene el fortalecimiento del capital humano, la haremos fuerte y saludable, porque lo que hace rico a un país, no son sus recursos naturales, sino las personas que los administran, de ahí la relevancia de la probidad y la capacidad de éstas, para que así suceda.
Enhorabuena.

El derecho y el deber

Este 4 de junio tenemos la tarea de cumplir con una responsabilidad constitucional que permitirá elegir el futuro que queremos
 
Dentro de 9 días exactamente, los coahuilenses tenemos que ir a cumplir con el ejercicio de un derecho –artículo 35– y de un deber de rango constitucional –artículo 36– que nos permiten decidir a qué personas contratar para que nos sirvan desde los diferentes ámbitos del poder, en el caso particular, el ejecutivo estatal –gobernador– y municipal –alcaldes, regidores y síndicos–  y el poder legislativo –diputados– de nuestra entidad federativa.

¿Por qué es importante que acudamos a las urnas? Porque cuando uno vota expresa su compromiso con la democracia, la democracia que tenemos el deber de construir entre todos y fortalecer todos los días, entendida esta en los términos que lo establece el artículo 3 de la Constitución de la República: como forma de vida. Lo que no se consolida, se pierde. 


Abstenerse es una acción estéril, sólo exhibe desidia y ausencia de compromiso ciudadano. 

Abstenerse es asumirse como simple espectador de los hechos. Lo que se necesita es determinación para hacerse cargo en primera persona de la comunidad de la que uno es parte. Al sistema imperante le tiene muy sin cuidado su abstención, no le hace mella, sino todo lo contrario. Todo el tiempo le ha apostado a la indiferencia ciudadana, incluso la ha alimentado, porque le favorece para ganar elecciones con solo el 30 por ciento del listado nominal, que es lo que le da su voto duro.

¿Por qué debemos ir a votar? Porque para cada municipio y para cada persona hay mucho que ganar pero también mucho que perder. Estas son las elecciones de ayuntamiento. Usted, mejor que nadie, conoce las necesidades del municipio en el que vive. Si elegimos personas capaces y honestas, podemos aspirar a mejores servicios públicos de los que ofrece el Ayuntamiento, como son la seguridad, calles y plazas iluminadas y limpias, una eficiente recolección de la basura, etcétera.

Si permitimos que otros elijan por nosotros, después no vamos a poder ni quejarnos. Una decisión electoral apegada a la reflexión, a lo que nosotros queremos, sin duda nos compensará con bienestar y progreso. Una decisión equivocada, tiene el efecto contrario, la peor es no presentarse a votar.

No es cierto que todos los candidatos son lo mismo y que da igual votar por uno que por otro. El abanico es amplio y, en sus virtudes y defectos, en su trayectoria de vida está lo que son y cómo son, indague usted, no vuelva a votar nada más llevado por la mercadotecnia electoral, es un error craso. De su reflexión dependerá en mucho la calidad de gestión para el estado, para su municipio y lo que se haga en el Congreso.

Votar debe ser un gozo. Votar libremente enriquece la democracia. Démosle el peso que tiene a decidir por nosotros mismos qué es lo que queremos para Coahuila y para nuestro municipio, que clase de representantes deseamos en el Congreso local. Hagámonos cargo de nuestro presente y de nuestro futuro, el voto nos empodera como ciudadanos, no desdeñemos el ejercicio de un derecho que costó tanto en nuestro país. Votando damos ejemplo a las nuevas generaciones.

A los jóvenes particularmente los invito a ir a votar, de ahí, de ustedes tienen que venir las voces y la enjundia para generar las transformaciones que NECESITA COAHUILA para remontar el vuelo a las alturas que le corresponden, para deshacerse de esos lastres inmundos que son la corrupción y la impunidad, generados en los 84 años de una dictadura disfrazada de democracia. Tenemos el deber de construir un futuro diferente para los niños y los jóvenes de hoy y las generaciones que vendrán más tarde.

Tenemos que dar un paso muy importante para convertirnos en una comunidad exitosa, darnos a la tarea en un genuino despliegue de solidaridad humana, para sacar adelante a tantos coahuilenses que no han sabido de desarrollo integral alguno, porque el sistema priísta los condenó a la dependencia eterna, vía dádiva o amenaza, y no se ocupó de hacer de ellos personas autosuficientes. No hay sociedad exitosa con semejantes índices de marginación material e intelectual. 

El próximo domingo 4 de junio vaya y cambie con su voto lo que no le guste del sistema, no es cierto que ir a votar significa estar de acuerdo con lo que hay, significa que usted va a hacer uso de todos los medios legales a su alcance para cambiarlo. El futuro de Coahuila se decide en las urnas este domingo 4 de junio, SU FUTURO. Vaya y decídalo usted mismo en su calidad de PROPIETARIO, DE DUEÑO DE ESTA HERMOSA Y NOBLE CASA.

Posdata: Hago un llamado respetuoso al árbitro de la elección, el IEC, a desmentir que las boletas están numeradas y que se sabrá por qué partido se vota. Hay muchos electores que sí lo creen. Y a la Fepade que deje de comportarse como si fuera cómplice del octogenario.
Esther Quintana Salinas

La inversión más exitosa de un buen gobierno

El principal objetivo de un gobierno es el de generar desarrollo social a través de políticas públicas orientadas a defender los derechos humanos.

Soy una convencida de que es fundamental que cualquier nivel de Gobierno establezca una política pública social institucionalizada y transparente, que rinda cuentas y pueda ser monitoreada y evaluada por la población. Son las  políticas públicas sociales las que generan los “cómo” se garantizan los derechos humanos consagrados en la Constitución de la República. Los derechos humanos constituyen el fundamento de la equidad y la igualdad, desde el punto de vista de la inversión social son un imperativo ético insoslayable. Si lo enfocamos desde la perspectiva política, tenemos que la inversión social es uno de los mejores instrumentos para traer cohesión social y por ende, gobernabilidad democrática.

Cuando la inversión social es insuficiente, los niveles de inequidad y pobreza profunda se acentúan, y esto constituye el debilitamiento de la democracia. Cuando se invierte en la gente se detonan el crecimiento económico y productividad, se apuntala el capital humano y esto conlleva a mejorar las condiciones de vida de la población.

“Se entiende como desarrollo, la condición de vida de una sociedad en la cual las necesidades auténticas de los grupos y/o individuos se satisfacen mediante la utilización racional, es decir sostenida, de los recursos y los sistemas naturales (ONU).” En términos llanos, lo que esto quiere decir es que cuando un gobierno genera desarrollo a través de políticas públicas específicas, los bienes y los servicios se vuelven accesibles al grueso de la sociedad. Hay una mayor integración social y económica y en consecuencia se reduce de manera importante la existencia de personas viviendo en condiciones de marginalidad. 

Por otro lado, el mismo desarrollo se convierte en un puente de acceso a los servicios sociales y a la participación social activa. En el caso de los servicios sociales esto refiere a los sistemas de educación, y a la satisfacción de las necesidades básicas de un individuo como son alimento, vivienda, vestido, salud y seguridad. Por cuanto a la participación social activa nos remitimos a la capacidad del individuo y de las instituciones sociales para garantizar que las agrupaciones de poder actúen como intermediarios entre los sujetos y actores en la toma de decisiones, es decir, que el individuo deja de ser sujeto pasivo y se convierte en ciudadano no nada más de nombre, sino en todo lo que implica la plenitud de su investidura, y esto impacta en la toma de decisiones del Gobierno en turno, a su favor.

El desarrollo, subrayo, es básicamente un proceso de vida que les permite a las personas contar con alternativas para su realización como tales. Las aspiraciones de las personas pueden ser muchas, pero fundamentalmente se refieren a tres, en términos del PNUD: la búsqueda de conocimientos; la posibilidad de tener una vida prolongada y saludable; y tener acceso a los recursos que permitan un aceptable nivel de vida.

Es a partir de estas tres finalidades que se derivan muchas otras. El desarrollo humano incluye dos facetas complementarias: la formación de las capacidades humanas y el que esas capacidades puedan ser ejercidas en las diferentes esferas de la vida: económica, social, cultural o política. 

Esto es algo de lo que no se han ocupado los Gobiernos tricolores en nuestro País y Coahuila no es la excepción. Porque su misión nunca la han querido entender, se engolosinaron con su estancia en el poder y marginaron del desarrollo a muchas generaciones de coahuilenses para tenerlos a su entera disposición en los procesos eleccionarios, los han utilizado como si fueran cosas, pasaron por encima de su dignidad, los convencieron de que ni siquiera la tienen. Y esto es una perversión imperdonable del sistema, no sólo político, sino de vida, que impusieron en tantas décadas de ejercer el poder SIN CONTRAPESO ALGUNO. Estas personas son el grueso de su voto duro, la otra parte la conforman con el magisterio y la burocracia a la que mantienen en vilo, con la amenaza permanente de la pérdida de la plaza laboral. Completan su haz con la complicidad de quienes se han hecho ricos y más ricos a la vera de los “jugosos” negocios que han realizado en perfecta “hermandad”, me refiero a los empresarios sin escrúpulos.

El 4 de junio tendrá usted la oportunidad de modificar el destino de nuestra amada tierra. Es tiempo de privilegiar la inversión en las personas.

El priísmo ha tenido por décadas la oportunidad de servirle a nuestra casa, pero la mezquindad y la voracidad han sido más grandes que el amor que le deben a la tierra de sus padres. Usted decide si les permite seguir medrando del patrimonio de usted y de sus hijos, o los echa fuera con el ejercicio de su voto libre y secreto en las urnas.

¿Y por qué tengo que…?

Este 4 de junio los jóvenes coahuilenses tienen una causa que debe impulsarlos a emitir su voto: luchar por la emancipación política de su estado"
 
Con mucho cariño y respeto a todos los maestros que saben darles causas a sus alumnos
Durante los años que tuve el privilegio de ser catedrática, solía iniciar el primer día de clases diciéndoles a mis jóvenes e inquietos estudiantes que cuanto iban a aprender en el curso les iba a ser útil en su vida. Recuerdo como si fuera ahora las expresiones en sus rostros y la mirada de incredulidad reflejada en sus ojos, me encantaba. Unos pocos me veían burlones con un ¿a poco?... La clase era definitivamente divertida, me llegaban a escribir en sus comentarios que parecían mítines políticos, nadie se aburría porque la participación se convertía en algo consuetudinario, la discusión era ama y señora en las exposiciones de mis muchachos, yo encauzaba, moderaba, cuadraba, pero ellos eran los tribunos. Claro, eso demandaba estudio diario. Mi reto era que no reprobaran, yo no les regalaba nada, al contrario, les exigía que se prepararan todos los días. Leer era parte sustantiva y la correspondiente reflexión. Mis chicos no reprobaban, alguna vez no la libró alguno, pero sólo uno. Y el que no pasaba era de plano porque su pereza se lo había impedido. 

¿Cuál era el motor que los impulsaba a retarse a sí mismos? Uno de ellos, muchos años después, me lo dijo… ¿Sabe por qué salíamos adelante? Porque usted desde el primer día nos daba una causa para ello…Una causa. Y así era, a mí mis maestros, mis queridos y espléndidos maestros, siempre me dieron una, y eso hacía la diferencia. 

Las personas, pero sobre todo los jóvenes, necesitan una causa para abocarse al proyecto, a la tarea, al reto, y yo hoy quiero darles una, con todo el cariño y el respeto que me merece esa hermosa edad, para que ejerzan un derecho que costó, tomando las palabras de Sir Winston Churchill: “sangre, sudor y lágrimas” hacerlo universal: el derecho al sufragio. Quiero pedirles que no desdeñen su ejercicio, que es importante que acudan a decidir a quiénes quieren como sus gobernantes el próximo 4 de junio.

La causa es que Coahuila no aguanta más. No aguanta más un régimen en el que el voto se compra a los marginados y se pacta con los poderosos. Un régimen que no ha tenido empacho en domar conciencias y doblegar voluntades para que no haya rebeldes que se les quieran salir de madre, como los ríos en creciente. Un régimen de más de 84 años, corrupto hasta el tuétano, podrido en la maraña de décadas de avasallar por la buena o por la mala, de simular lo que no es y de fingir demencia ante una realidad que hoy ya no pueden contener porque el cúmulo de mentiras con que se venden como “buen gobierno”, se les ha caído a pedazos y lo único que ofrecen es una obsolescencia que raya en lo patético, en la que se reproducen todos los vicios que la corrupción y la impunidad engendran.  

El reparto a cargo de sus lideresas, de amenazas o de despensas, tinacos,  pintura, tarjetas, dinero en efectivo –verbi gratia a $ 1000 se compra la credencial de elector para que no vayan a votar el 4 de junio– entre los más pobres e ignorantes, es escandaloso. No puedo creer que la autoridad electoral no se percate de semejante violación a la ley y a las normas más elementales de la ética, sino hay día de Dios que los camiones no se paren a descargar “la dádiva” en las diferentes colonias de Saltillo en la casa de esas “finísimas” personas que son las lideresas. Y no menos deleznable resulta la amenaza de la pérdida de plazas en la burocracia o en el magisterio, sus dos “aliados” tradicionales…a quienes ya tienen hartos, porque las dictaduras acaban inspirando eso: HARTAZGO, y la de Coahuila pesa como plomo. 

Esta es una causa, jóvenes electores, para luchar por la emancipación. Las personas necesitan instrumentos, medios, para desarrollarse y volverse autosuficientes, y eso es lo que el régimen vetusto del priato le ha negado a Coahuila durante 84 años. Contra ese sistema tienen el deber de ir a votar y arrancarlo de raíz, para que ni remotamente retoñe. No permitan que la indiferencia doblegue un deber de amor que tienen con su tierra, con la tierra de sus padres y con la que será muy probablemente la de sus hijos. No le den la espalda al ejercicio de una facultad que les corresponde por su investidura ciudadana. 

Las personas, sobre todo los jóvenes, necesitan causas, no propuestas, para creer, para luchar por lo que creen. Simplemente lo corroboré en el debate al que asistí esta semana en la Universidad La Salle, en las preguntas libres que nos plantearon a los aspirantes a la alcaldía de Saltillo.