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lunes, 18 de abril de 2016

La solución somos nosotros (2)

Abril 15, 2016


Cuando los miembros de una comunidad participan en los asuntos de ésta, mejoran las políticas sociales y se presenta una superación de la pobreza. ¿Por qué? Porque permite focalizar objetivamente los recursos destinados a inversión social y distinguir de los de carácter asistencial. Porque facilita la adecuación de la oferta del sector público que es siempre homogénea y no distingue de lo que particularmente demanda la ciudadanía.

Porque genera autodesarrollo en las personas y entonces puede ser entendida como una finalidad que debe alcanzarse. Porque consensua opiniones, estrategias y acciones a partir del diálogo directo con los implicados con la realidad que debe resolverse.

Porque la participación se concibe desde esta perspectiva como un factor de modernización de la gestión pública, transforma la relación entre gobernantes y gobernados porque se transita de una cultura de súbditos a una de ciudadanos titulares de derechos. Los gobernados asumen un rol activo, demandante, reivindicativo y crítico, abandonan el de mirones de palo y testigos a distancia, se convierten en protagonistas de su propia historia. Se obligan como parte viva de la comunidad a serlo y obligan al Estado a hacerse cargo de su responsabilidad como tal.

La participación ciudadana concebida en estos términos se vincula con el mejoramiento de la eficiencia del sector público, porque las instituciones públicas se rediseñan en función de los ciudadanos usuarios de los servicios que aquellas prestan. Valores como la solidaridad, el respeto, la inclusión, la reciprocidad y el compromiso, dejan de ser letra muerta. El poder que tiene una comunidad organizada, trabajando hermanada en alcanzar metas previamente consensuadas es dimensión desconocida en nuestro país. Cuando se trata de mejorar la vida de una comunidad este es el camino idóneo: La participación ordenada de sus integrantes. 

Es a partir de procesos conscientes de organización democrática y participación como se construye el tejido social, porque en ellos la población en general construye espacios de reflexión, sensibilización, concientización, organización y compromiso con el desarrollo integral del municipio en el que vive, y con esto hace posible que su nivel de vida mejore. 

Los gobiernos que no se ocupan de promover espacios de participación con capacidad de decisión a sus habitantes, para la formulación y gestión de desarrollo, lo único que generan es el diseño y ejecución de las deleznables políticas asistencialistas, populistas, paternalistas, típicas del priísmo, con las que han domesticado voluntades y le han robado el derecho a millones de personas de ser autosuficientes y por ende libres. Es un modo mezquino de operar, porque atenta contra la gobernabilidad y responsabilidad de la comunidad para construir su propia historia desde el compromiso personal y la autogestión. 

Por décadas han hecho simulacros de participación ciudadana, vía su ejército de lideresas con el que controlan a los habitantes de cada colonia, vía dádiva o amenaza. Sin el mínimo interés de generar desarrollo integral en estas personas, sino todo lo contrario. Ha sido un ultraje sin nombre a su dignidad, un acto absoluto de deshonestidad.

 Participar en los asuntos de la comunidad en nuestro país carece de significado para el grueso de la población, es algo ajeno al quehacer cotidiano, no  nos enseñan a ser parte de, aunque si usted lee el artículo 3ro. constitucional se encuentra con la aspiración implícita, pero es solo letra. Y sin embargo tenemos que darle vida a este interesarse en el espacio del que somos parte sustantiva, tenemos que entenderlo como un deber insoslayable que nos debemos a nosotros mismos. México va a ser un mejor lugar para vivir en la medida en que cada uno de nosotros, desde su trinchera ciudadana, participe en la elaboración, construcción y diseño de las políticas públicas, de ahí la relevancia del trabajo comunitario. Elija usted qué, cómo y dónde quiere hacerlo, pero ya basta de quedarse de brazos cruzados.

Enseñe a sus hijos con el ejemplo. Es indispensable que las nuevas generaciones aprendan a amar a México en los hechos, con alto sentido de responsabilidad. Es una respetuosa solicitud.

¿Por qué gustan los sinvergüenzas?

Abril 14, 2016
“La sociedad en que vivimos admite al pillo, lo endiosa, tolera como buenos y disculpa todos los excesos”. 

José María Muzarieta (1922)

Medio mundo opina que hay políticos despreciables, que está hasta la ídem de ladrones, sinvergüenzas, mentirosos, etc., pero el colmo es que a pesar del innumerable listado de fechorías, la gente los sigue eligiendo. 

Coahuila, nuestra patria chica, porque la grande es México entero, tiene décadas gobernada por el mismo partido político, por los que dicen que saben gobernar, sin embargo, los problemas de inseguridad, de pobreza que crece, de malversación de fondos públicos – Megadeuda, Ficrea, para nombrar los más recientes –, entre otros horrores, continúan. 


La corrupción está viva, aunque jamás lo admitan. Se gastan carretadas de dinero público para sustentar una imagen de Gobierno sólido, pudiente y eficiente. 

Allá por 1922, en Cuba, se publicó un libro al que su autor, José M. Muzarieta, puso por título: “El Manual del perfecto sinvergüenza”. El prólogo, para estar a tono con el contenido, lo hizo un bandido de carne y hueso de la época: Ramón Arroyo, más conocido como “Arroyito”. Se dedicaba a un “oficio” que hasta la fecha deja muy buenos dividendos a sus “cofrades”, secuestraba ricos. Y la raza, como decimos acá en el norte, lo adoraba. Cuando lo aprehendieron y lo trasladaban a La Habana, era coreado por la multitud en cada pueblo por el que pasaba el tren. 

Transcribo el prefacio, lea usted: “Apuesto cualquier cosa a que entre ustedes los hay que tienen fachada de bondadosos y son en realidad unos pillos redomados. En cambio habrá quienes pareciendo pícaros sean en el fondo excelentes prójimos. A mí por ejemplo todos me suponen un bandido, me persiguen y le darían un premio al que me colara una bala en la cabeza. Cierto que no soy un santo. Pero esa misma sociedad que me condena ¿no admite en su seno y los mima, y consagra, a señores que carecen de los más rudimentarios principios de moral y que, bien analizados, son unos completos facinerosos? Decidme: ¿Qué diferencia existe entre un secuestro y un asalto al tesoro público? ¿Son mejores que yo los que se enriquecen a costa del hambre del pueblo? ¿Y los que hundieron los bancos y dejaron en la miseria a los depositantes, estafando evidentemente a los que al amparo de las leyes colocaron el producto de sus afanes? ¿Qué son esos comparados conmigo?”. ¿Qué tal? 

No me consta, pero no debe ser desconocido para Fidel Castro. Y es que los “ejercicios espirituales” que se recomiendan en el libro, a todas luces que se practicaron a pie juntillas por el sempiterno dictador. Y no me extrañaría tampoco que dada la estrecha relación que existe entre el Gobierno de Coahuila y el de la sufrida tierra de Martí, el texto resulte ajeno. 

Le comparto los “edificantes” mandamientos: “Ámese así mismo. Nunca diga lo que sienta ni sienta lo que diga. La osadía: esa debe ser su característica principal. Ninguna idea es buena si no es suya. Cualquier procedimiento es bueno para triunfar. Diga que usted es hombre honrado y verá que algo se le pega. No combata las llamadas tiranías: póngase al lado de los tiranos y explote a los demás. Nunca nade contra la corriente. Mire por encima del hombro, dese importancia. Las leyes no se han hecho para que usted las cumpla, sino para que se burle de ellas. No se acueste sin haber hecho algo en beneficio propio. La constancia encadena la suerte. Vaya a la Iglesia y dese golpes en el pecho, a usted le conviene aparece como muy religioso (y que todos lo vean darse golpes en el pecho y comulgar). No crea lo que digan los periódicos, pues ellos dirán lo que usted quiera que digan. Dé limosnas pero hágalo en los sitios públicos para que (lo vean) adquiera fama de caritativo. Cierta oposición a los gobiernos es conveniente. Vale más que le teman a su incertidumbre y no que lo miren como un incondicional (aunque lo sea).

Cuando haya que defender la patria, diga que usted es socialista y que todos son sus hermanos. Piense que el poder está a la misma distancia de usted, que usted de él. Aspire siempre, cuando menos piense, la engancha”. 

Continúa: “Siga este proverbio árabe: cuando un perro tenga dinero, dígale, señor perro. Mire siempre adelante, el pasado no es suyo. Vaya donde encuentre la mayoría. No tenga amigos y proclame que el robo al Estado, no es robo. Usted no está obligado a cumplir los pactos y compromisos que no le favorezcan (pero sí cumplir al pie de la letra los que le favorezcan). La Republica se fundó para agradar a usted y a los suyos, y cada ciudadano vino al mundo para servir sus deseos. Legal es todo aquello que le reporte a usted algún beneficio. Estos ejercicios no excluyen otros que dimanen del natural impudor que le sea a usted característico”. 

Una perla más: “Ninguno de nuestros fulanillos (políticos dirigentes) dirige conscientemente sus huestes, y todo el secreto de fingir que los dirige, es repartir entre ellos el dinero del tesoro público a manos llenas”. El preferido de la comunidad saltillense que votaría su retorno, da cátedra al respecto. 

En próximas entregas le seguiré compartiendo contenidos del Manual de Muzarieta. Qué vigencia, ¿verdad?

La solución somos nosotros (1)


Abril 9, 2016 

No hay novedad alguna en que la clase política en general, hoy día, está viviendo una grave crisis de credibilidad por parte de la población. El rechazo a todo cuanto tenga que ver con gobierno, autoridad o similares está a la vista. La desafección política crece a la par. Principios como probidad, honestidad, congruencia o responsabilidad no forman parte de su acerbo cultural, y mucho menos, pero mucho menos, de su comportamiento.

¿Cómo se arribó a semejante abismo? Por la ruta de la impunidad. Una impunidad aprobada cada equis número de años, por la mayoría —muy reducida, pero mayoría al fin—  que acude  a las urnas. 

Vivimos tiempos en que a los honestos se les aísla y a los corruptos se les entroniza. Apartados y ridiculizados en este mundo de al revés, como dicen estos versos que en algún lado escuché o leí: “Es lo mismo el que labura/ noche y día como un buey,/ que el que vive de los otros,/ que el que mata, que el que cura/ o está fuera de la ley”.

En nuestra amada entidad federativa quienes denuncian los atracos del gobierno en turno no ganan elecciones, es más, “caen gordos”. Y no escribo esto a tontas y a locas, la megadeuda adquirida durante la administración de Humberto Moreira, el atraco sin sanción alguna para el responsable y su séquito, la nula información sobre el destino de lo atracado, no ha hecho mella alguna en la voluntad de los únicos que pueden cambiar este estado de cosas.

Lo que necesitamos es, crear conciencia, persuadir que esta arritmia moral es motivo y razón de la decadencia que está comiéndose las posibilidades de generar bienestar colectivo. Tenemos que convencer a la ciudadanía de que tolerar a los corruptos es la causa de nuestros peores males, que en Coahuila ha aumentado la pobreza y que la clase media, que es sinónimo de prosperidad en cualquier país de primer mundo, aquí va a la baja.

La participación cívica es inminente en Coahuila, es fundamental conjuntar el esfuerzo de la ciudadanía para generar una transformación que mejore su nivel de vida. Es imprescindible que los coahuilenses participen en forma activa en la resolución de problemas comunitarios, puesto que nadie mejor que el que siente el rigor de la problemática en forma directa conduzca un cambio cualitativo en el desarrollo económico, político y social. La gama de participación es variada y rica: comités de vecinos, organizaciones de profesionistas, cooperativas, asociaciones empresariales, sociedades de alumnos, o padres de familia.

¿Por qué participar?, ¿Por qué opinar?, ¿Por qué protestar?. Porque cuando lo hacemos ejercemos derechos, los nuestros, manifestamos nuestros puntos de vista y defendemos lo que por derecho nos corresponde, y con ello nuestros ideales. ¿Por que participar?, Porque al hacerlo creamos un vinculo entre nuestros ideales, nuestros principios y hábitos culturales, y esto se traduce en compromiso, compromiso con nosotros mismos y con la comunidad de la que somos parte viva y sustantiva y al exigir honestidad y respeto al orden jurídico nos comprometemos en dos vías, primero porque si somos capaces de ver las faltas de otros, también lo seremos para ver las propias, y no hay nada más comprometedor que vernos a nosotros mismos, y preguntarnos ¿Cómo lo estamos haciendo?

He ahí la gran interrogante, ahí está nuestra arma contra la corrupción. Si no exigimos, si no participamos, estamos alimentando la corrupción, la continuidad, de modo que a mayor corrupción mayor participación.

La cosecha de la indiferencia…

Abril 2, 2016
 
Estamos viviendo un recrudecimiento silencioso, pero devastador, de deshumanización. La sociedades de hoy están viéndose atacadas por un mal que las destruye, que inhabilita su vocación gregaria, el mal se llama INDIFERENCIA. Nos pertrechamos con ella ante las realidades más dolorosas ya sea por “comodidad” –porque al cabo que mientras no me suceda a mí, lo demás es lo de menos– o la utilizamos como un mecanismo de defensa para no abatirnos ante el embate descarnado de la violencia, de la inseguridad, de la pobreza que se esparce día a día, o de la corrupción, la impunidad y el cinismo de los gobernantes.

Los actos criminales de la delincuencia organizada que se amafia con la propia autoridad, se han vuelto cotidianos, y también los actos de los funcionarios públicos sin “matria” y sin patria que roban a ojos vistas, y que el propio sistema los protege hasta ignominia. Nomás pásese revista, verbi gratia, a los últimos eventos vinculados con el exgobernador de Coahuila, donde el propio Gobierno Federal se convirtió en su protector a ultranza. 

Y los desaparecidos, no los de Iguala, si no los de Allende, porque también aquí hay de ese mal. Y la violencia intrafamiliar a la alza, y la trata de personas, y el estrago que están haciendo las drogas entre niños –cada vez más niños– y jóvenes, y los embarazos de muchachitas –cada vez más niñas– y las familias más disfuncionales, y la soledad interior más acendrada. 

Y el no abatimiento de la pobreza, porque en nuestra entidad federativa también tenemos. Datos fríos y públicos, tomados del Informe anual sobre la situación de pobreza y rezago social 216 de Sedesol: 24.2% de la población es vulnerable por carencias sociales, el 26.4% en pobreza moderada, el 11.1% es vulnerable por ingresos, el 3.7% pobreza extrema. Gonzalo Hernández, secretario ejecutivo del Coneval, informó durante la presentación de los Resultados de la Medición de Pobreza 2014, el año pasado, que en 10 estados aumentó el número de mexicanos en pobreza y también los que no tienen ni para comer, entre ellos está Coahuila. ¿Y qué?...

La indiferencia se convierte en pasividad y la pasividad, pues, al decir de muchos, no tiene “nada de malo”. Hay quienes argumentan para justificarla el “yo no robo, no he matado a nadie, no miento, no me meto con nadie…”. Y con ese razonamiento determinan que no tienen porqué hacer algo para cambiar el destino de lo que está ocurriendo en su comunidad. Vivimos en un mundo en el que la exclusión está ganando terreno de manera impresionante, y ¿es suficiente decir que “yo no estoy haciendo nada malo” para mantenerme al margen? 

El Papa Francisco acuñó una expresión en Lampedusa para referirse a este fenómeno. Lampedusa es una isla italiana del Mediterráneo y hay una zona que han dado en llamar los propios pescadores, “cementerio del mar”, porque cuando tiran las redes, en lugar de peces, muchas veces lo que sacan son pedazos de cuerpos de los ahogados en los naufragios, gente que emigra desde el norte de África hacia Europa, huyendo de la pobreza y la miseria… ¿Algo parecido a lo que ocurre en  la frontera norte de nuestro País, con los inmigrantes? ¿A quién le importa? Él le llama la “globalización de la indiferencia”. Es clara y contundente, describe una reacción indebida ante situaciones de esa naturaleza. 

De acuerdo con el Papa, la globalización de la indiferencia genera una especie de “anestesia” en el corazón. Con ella nos acostumbramos a ver a personas que sufren y se nos hace tan “normal”, que ni en cuenta: “¡Nos hemos acostumbrado al sufrimiento del otro como algo que no tiene qué ver con nosotros, que no nos importa, que no nos concierne!” Perdemos el sentido de la “responsabilidad fraterna”, no son parte nuestra los que sufren, incluso nos molestan, interfieren con “nuestro bienestar”. 

Amigos, la indiferencia está comiéndose todo cuanto nos permite ser y hacer. Estamos terminando con el planeta mismo, no se diga con la propia comunidad a la que se supone pertenecemos, porque simple y llanamente nos está importando un bledo lo que ahí suceda, aunque AHÍ VIVAMOS.

Muchos debiéramos darnos por aludidos ante una realidad que está gritando que no es posible seguir cerrando los ojos y los oídos y fingir que no está sucediendo nada. ¿De qué nos sirve conocer las cifras de pobreza y marginación, y no hacer nada? ¿Cómo es posible que los altos índices de inseguridad pública, de delincuencia organizada, de corrupción, impunidad y cinismo institucionalizados, no nos muevan ni tantito la conciencia?

Autopregunta: “¿De veras estimo que sea el silencio, mi silencio, en lugar de mi respuesta solidaria y eficaz, el que abone a una transformación de la realidad en la que vivo?“,

Tarde o temprano nos va a alcanzar a todos, sin excepción, directa e indirectamente, el mal que hoy estamos dejando crecer. La historia es cíclica, no lo perdamos de vista. Y tan mal está quien hace el mal, como quien no hace nada para evitarlo.

Mirarnos por dentro

Marzo 25, 2016

En nuestros días se rinde tributo al materialismo consumista, esta vorágine nos ha conducido a disociar la fe de la vida, a mandar al caramba los valores
 
Será sábado de gloria cuando estas líneas que usted me hace favor de leer se publiquen, casi estaremos al final de la Semana Mayor. Ojalá que hayamos procurado un espacio para encontrarnos con nosotros mismos, estimado un tiempo para pensar y reflexionar sobre nuestro hacer cotidiano, en estos días en que quienes profesamos la fe católica conmemoramos la pasión y muerte del Hijo de Dios. Es reconfortante el camino de la reconciliación con nosotros y con los demás. Olvidar desavenencias y resquemores es bálsamo que sana heridas, es abrir puertas del corazón para permitir que crezca la esperanza y se rehabilite el optimismo.

En nuestros días se rinde tributo al materialismo consumista todos los días, esta vorágine nos ha conducido a disociar la fe de la vida, a mandar al caramba los valores y principios que le dan sustento y sentido a la existencia. 

Nos hemos ido quedando desnudos de esperanza, de esa alegría que cuando fuimos niños nos permitía celebrar y regocijarnos con las cosas sencillas, sin los rebuscamientos que hemos ido imponiéndonos en la adultez y que a veces pesan tanto…Que vuelven infelices a las personas. Tenemos que recapitular y entender que no solo de pan vive el hombre y que esta lucha diaria por el tener, no te conduce a la corta o a la larga, más que a la soledad interior, esa en que a pesar de estar en medio de una multitud, te sigue abrumando.

Amarrarnos al tener, nos hace egoístas y mezquinos, nos aísla de nuestro yo gregario por naturaleza, nos ata a una serie de necesidades creadas de manera artificial, nos subordina a lo intrascendente y contribuye a la desintegración  total de nuestra existencia.

La Semana Santa es tiempo para el perdón también. Con su muerte el rabino de Galilea nos mostró que sí se puede perdonar, nos dio ejemplo de grandeza de espíritu y de generosidad total. Cuando se perdona se deja de ser rehén del que te ha lastimado. No perdonar equivale a mantener una herida abierta, a revivir el dolor producido y a darle entrada al rencor.

Quienes deciden perdonar lo hacen porque han entendido que no vale la pena desperdiciar su energía remembrando algo que ya sucedió y que no pueden cambiar. Pasado es pasado. Perdonar es deshacerse de ese pasado que lastima y que no sirve para nada edificante. Leí en alguna parte que no perdonar es estar instalado en el rencor, y que eso equivale a sentarse con la persona odiada a tomarse una copa de veneno, y esperar que se acabe muriendo por envenenamiento. 

Que absurdo…Eso no va a suceder. Perdonar es resurgir como la mítica ave fénix, de entre las cenizas. 

Hagamos un recuento de lo vivido, quitemos la paja y quedémonos nada más con las semillas que vuelven felices, fuertes, prósperas y exitosas a las personas y sembrémoslas en nuestro ánimo y en nuestra inteligencia, para que crezcan y den frutos.  

Las personas que logran sobreponerse a sus tragedias pasadas, a períodos difíciles de dolor emocional, rompen con su papel de víctima, y mueven su voluntad hacia una vida nueva. Aprenden a ser resilientes, la resiliencia no es más que la capacidad de sobreponerse a la adversidad y ser fuertes en las situaciones de crisis.

Atrevámonos a cambiar rutas, rediseñemos nuestro proyecto de vida. Privilegiemos el diálogo y la tolerancia, volvámonos conciliadores, aprendamos a ver la vida con los ojos de la inteligencia y la pasión del corazón.

Seamos felices y coadyuvemos para que quienes están cerca de nosotros también lo sean, esto se multiplicará, que no nos quepa duda.

Mañana es domingo de resurrección. 

¡Felicidades!

¿Pasados de moda…?

Marzo 19, 2016

Mis catequistas me vacunaron contra la desesperanza, encendieron en mi una fe absoluta en dios, me colmaron de alegría el espíritu y me enseñaron a amar las cosas pequeñas
 
Con motivo de la Semana Mayor

A los niños de mi generación nos mandaban a la doctrina, y utilizo el verbo “mandar” porque de mi voluntad no hubiera ido, era más lindo quedarme en casa jugando a las muñecas, o leyendo las historietas de “La Pequeña Lulú”, o traveseando, o de plano quedarme tiradota en la cama, desafanándome de la rigidez de la levantada diaria: 6 de la mañana, para estar a la 7:30 en la esquina esperando el autobús que me llevaba a la escuela. Yo amaba los sábados. A Rosario, mi madre, esto la tenía muy sin cuidado. A las 10 de la mañana yo tenía que estar en la sacristía de Nuestra Señora de Soledad, bañadita y desayunadita, con las decenas de chiquitillos que íbamos a hacer la Primera  Comunión en el mes de mayo.  

Nuestra catequista estaba puestísima, con librito en mano, muy seria y a darle. Nos arrancábamos con el listado de los vicios y enseguida las virtudes para combatirlos. Casi los oigo… recitaditos, como las tablas de multiplicar: “Contra la soberbia, humildad. Contra la avaricia, generosidad. Contra la ira, paciencia. Contra la envidia, caridad (ahora le dicen solidaridad) y contra la pereza, diligencia…”. 

Las catequistas de mi preciosa infancia nos enseñaban con infinita paciencia todos aquellos preceptos morales con los que pretendían, ni más ni menos, protegernos contra el desaliento, contra todo aquello que envenena el alma y oscurece la existencia y les impide a las personas ser felices. 

Nos dieron instrumentos para salir adelante con la fortaleza interior que tenemos todos los seres humanos. Nos prepararon para no evadir los desafíos que nos plantaría la cotidianeidad, para enfrentar los problemas y no sacarles la vuelta, y para confiar en nosotros mismos.  

Nos dieron, también, antídotos contra esas tres gárgolas destructivas, como son la avaricia, la estupidez y el odio. Nada más pondere usted la devastación que han provocado en todos los tiempos. Las guerras -no nada más las armadas- anidan en ese despreciable caldo de cultivo. Son obstáculo consuetudinario a la hora de establecer relaciones interpersonales positivas. Y, por supuesto, en el seno de la comunidad, son causa de maltrato, de opresión, de conflicto y de violencia de todo tipo.

La estupidez, verbi gratia, si se lo permitimos, nos aísla, porque nos vuelve ciegos a la comprensión de la realidad, la propia y la de nuestro entorno, y cuando esto sucede se renuncia a pensar y a actuar de forma racional, y se tiende a buscar la realización personal en el consumismo compulsivo de OBJETOS. Se convierte en obsesión alcanzar todo lo deseable, NOMÁS PORQUE SÍ. Y así entra la avaricia a la escena, centrándose en la satisfacción de deseos particulares, incluso a costa de la felicidad ajena.

¿Y qué me dice del odio? Es hijo de la violencia que surge del egoísmo, se alimenta de la ira, del resentimiento, de la envidia, de toda esa marejada tóxica que conduce a las personas a actuar de manera irracional.

Hoy día, a la distancia de aquel entonces, visto ese ayer con el corazón y los ojos de mi adultez, le agradezco a mi madre que me haya enviado a la doctrina, no nada más cuando me mandó para que me prepararan para recibir la primera comunión, sino todos los sábados de mi niñez, porque entre sus enseñanzas y las que recibí de Conchita, Juanita y Petrita -mis maestras catequistas- me vacunaron contra la desesperanza, encendieron en mi interior una fe absoluta en Dios, me colmaron de alegría el espíritu -es fecha que no se me acaba- y me enseñaron a amar y a sumar las cosas pequeñas, porque es con ellas con las que se construye la vida plena.

Qué pena que ahora todos esos valores y principios ya no formen parte de lo imprescindible para la formación de las personas. Y quizá esa ausencia explique tanta soledad interior y lo que esta conlleva a quienes tienen la desgracia de cargarla en peso.

Hasta siempre, Mundo

Marzo 11, 2016
Con cariño fraterno a Edmundo Gómez Garza
 
El martes por la tarde recibí una llamada telefónica de mi amigo Luis Gallegos. Fue muy corta, Luis no es hombre de muchas palabras, pero la tristeza al pronunciarlas estaba inmersa y era inmensa: “Ya acabó…”. Me estaba diciendo que nuestro mutuo amigo Edmundo Gómez Garza se había ido, que tras una larga lucha por su vida la enfermedad había vencido y que ya no estaría más con nosotros.

Con Mundo nos conocimos hace muchos años y fuimos compañeros de jornada en muchos proyectos partidistas. Llegó como una corriente de agua fresca a incorporarse al partido. Venía con toda la enjundia del empresario exitoso, del ciudadano que quería aportarle a una realidad social para mejorarla, con todo el optimismo de la gente que no admite un “no se puede” y se aboca para que sí se pueda; con la alegría de una vida realizada en familia, y sobre todo con toda la generosidad que le brotaba desde adentro. Si se tuviera que describirlo con una sola palabra es esta: GENEROSO. Era un tipazo.

– “No pasa nada” – era su frase favorita para apaciguar las aguas y darles el cauce correcto apuntalado siempre en la serenidad y objetividad –cualidades inapreciables– que le caracterizaban. Era un hombre siempre dispuesto a dar lo mejor de sí mismo: su experiencia en la generación de consensos, su don de gentes, su manera de dimensionar y analizar los problemas con espíritu crítico constructivo, su afabilidad, su inteligencia y don de la oportunidad para que los asuntos bajo su responsabilidad nunca se salieran de control. Y todo esto lo subrayo porque tuvo mucho que ver con la gestión exitosa – sin que suene a pedantería – en la que participamos, él como tesorero y su servidora como presidenta del PAN en Coahuila.

El manejo impecable de las finanzas y el cuidado meticuloso del gasto, nos permitieron la ausencia de números rojos, el cumplimiento puntual de obligaciones con la autoridad y con los proveedores, mejorar con creces la infraestructura inmobiliaria el partido –entre otros, un edificio propio para el Comité Directivo Estatal con espléndida ubicación y totalmente amueblado– y la atención a los comités y delegaciones del partido en el ámbito de los recursos necesarios para sus labores.

Era un hombre con muchas prendas interiores. Quienes tuvieron la fortuna de convivir con él, saben de qué estoy hablando. Su mano siempre estaba extendida para ayudar, nadie se iba sin recibir de parte suya. Era un mago para resolver problemas y además disfrutaba hacerlo.

Sabía ser amigo, quería a sus amigos, los procuraba y los cuidaba. 

Lo vamos a extrañar, nos dio motivos al por mayor para que así suceda. Fuimos muchos quienes lo acompañamos en su misa de cuerpo presente y luego estuvimos en el sepelio. La lápida quedó cubierta de flores, de coronas y más coronas y centros colmados de crisantemos, gladiolos, rosas blancas… Su esposa, sus hijos, sus hermanos, sus sobrinos, sus amigos fuimos a estar con él en un día tan especial, como es el del adiós a lo perecedero y el arribo al para siempre.

Decir adiós no es fácil, despedirse tampoco. Se nos hace un nudo en la garganta, y los ojos se arrasan y el corazón se apena en el quebranto. El que se va ya no vuelve, certeza plena. Pero nos quedamos con su recuerdo, con lo que fue, con lo que sembró en los afectos, con cuanto se vivió y se compartió, con el significado de los momentos y los espacios por los que se transitó en conjunto, con “las horas bellas”, como dice la canción, en las que se coincidió y se festejó el simple hecho de la coincidencia, porque al final del día eso es lo que cuenta. Los amigos que hiciste, las personas que quisiste y que te quisieron, y lo que fuiste capaz de celebrar nomás bajo el influjo de la maravilla de estar VIVO.

Si una reflexionara más a menudo sobre la vida y la muerte, aprovecharíamos mejor el tiempo de la primera, porque es tan corta…comparada con la eternidad de la segunda. Apreciaríamos más las cosas sencillas, esas que nos parecen intrascendentes porque forman parte de lo cotidiano, abrazaríamos más a quienes amamos y no desperdiciaríamos el tiempo en discusiones estériles y estúpidas; diríamos más a menudo “te quiero” y sonreiríamos de vez en mucho, no en cuando, nos carcajearíamos hasta las lágrimas, hasta quedar exhaustos en el gozo de la hilaridad y algo más, no le permitiríamos a la ausencia que nos ganara y nos haríamos cofrades perennes de la presencia, de esa que debemos procurarle a nuestra familia y a nuestros amigos.

Mundo, te vamos a extrañar mucho, pero no te vamos a olvidar, tus hechos dieron con creces para guardarte en la memoria del corazón. Hasta siempre, mi estimado y fino amigo, hasta el cielo en el que resides hoy, porque tú no puedes estar más que ahí…Te lo ganaste.

Somos pares

Marzo 5, 2016
Con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer
 
El secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon ha expresado con claridad meridiana que: “…donde las mujeres tienen educación y poder, las economías son más productivas y sólidas. Allí donde las mujeres están plenamente representadas, las sociedades son más pacíficas y estables”. Y en los diferentes estudios realizados por organizaciones internacionales queda evidenciado que el grueso de los problemas que vive la sociedad de hoy se dan porque no existe un balance en la toma de decisiones, de ahí que resulte imperativo que las mujeres juguemos un papel diferente en el seno de nuestra comunidad.

Y no es palabrería insulsa. Cuando a las mujeres se les da oportunidad de incorporarse plenamente a la diversa gama de actividades económicas, sociales, políticas y culturales, inicia la transformación del mundo que las rodea; los beneficios pueden verse inmediatamente en la familia, en la comunidad y en la sociedad.

No ha sido fácil para las de nuestro género lograr espacios de realización, crecimiento y desarrollo. Hubo épocas en que ni siquiera se estimaba que fuéramos seres pensantes. Pero, paso a paso, golpe a golpe -como dice el poema de Antonio Machado al que Joan Manuel Serrat le puso música-, las mujeres hemos ido ganando terreno y demostrando que el talento y la inteligencia son propios de las personas, que en eso no hay género de por medio.  

Hemos ido dejando el rol de “música y acompañamiento” y asumiendo el de protagonistas señeras del presente y del futuro de los pueblos de la Tierra. Y lo expreso sin alardes, ni posiciones fundamentalistas, porque hoy ha dejado de ser aspiración el que una mujer ocupe un alto cargo de dirección en el trabajo al que se dedique, hoy eso es parte de la cotidianeidad.

El 8 de marzo, el martes de la próxima semana, estaremos conmemorando  las gestas más emblemáticas protagonizadas por una generación de mujeres que en las primicias del siglo 20 tuvieron los arrestos para reclamar sus derechos sociales y políticos en medio del fragor de guerras y revoluciones de un mundo que jamás volvería a ser el mismo.

El derecho a la educación, a un salario justo, al voto político activo y pasivo, fueron algunas demandas de los primeros movimientos organizados de mujeres en sus distintas vertientes: socialistas, comunistas, sufragistas y pacifistas. 

El Día Internacional de la Mujer es una fecha de recuerdo y de agradecimiento al legado de determinación, arrojo, pasión, ansias de libertad e independencia, de aquellas pioneras. Sea esta fecha la específica para conmemorar a una generación de mujeres valientes que ganaron a pulso para las de hoy, el reconocimiento de derechos inimaginables, sin importarles el autoritarismo, la maledicencia, el rechazo y la incomprensión de la que fueron víctimas por su atrevimiento. 

Sin duda que se han dado logros y cambios importantes desde que la puerta se abrió para que también entráramos las mujeres al mundo del trabajo, de la economía, del arte, de la cultura y de la política, pero todavía no es tarea concluida. La violencia de género, los feminicidios, la trata de personas, principalmente de mujeres y otras discriminaciones, SUBSISTEN. 

La periodista y política italiana Rossana Rossanda, apunta: “Las grandes palabras de la política, especialmente las bellas -democracia, libertad, igualdad- son femeninas, y a la inversa, las palabras de poder -estado, gobierno, partido- son masculinas”. La metáfora se presta para diversas interpretaciones, pero lo cierto es que la equidad no se va a dar por mandato de ley, esta coadyuva, pero es desde la educación y desde la formación en casa, como se generará la transformación. Solo así veremos una mejora integral en la sociedad, solo así tendremos una democracia como la que describe el artículo 3ro. de nuestra Carta Magna; es decir, una democracia como forma de vida, una que sea sustantivamente incluyente, profundamente atenta a quienes somos los sujetos que conformamos esa sociedad, aglutinadora de intereses, condiciones y posiciones de la misma, y esto en palabras llanas, no es más que el rostro moderno de la DIGNIDAD HUMANA.

La mediocridad que daña

Febrero 27, 2016
 
En los regímenes dictatoriales, esos de corte caciquil, de los que todavía existen en nuestro País, claro que maquillados con los polvos de elecciones periódicas a la que se les llama pomposamente democráticas… pero ya me estoy saliendo de tema. Retorno; decía que en un régimen de esa naturaleza, se impide el arribo de los mejor preparados. 

A los capaces, por principio -IRRACIONAL- se les posterga en forma sistemática, porque son peligrosos. Esta exclusión se cobra muy cara, porque llegan los peores. Esta barbaridad -con perdón de los bárbaros- constituye una violación agresivamente dolosa, porque se mantiene lejos, con pleno conocimiento de causa (adrede, pues; para subrayarlo), fuera de toda posibilidad de acceso, a los pensantes y con principios, y sin estos, la sociedad no progresa y se estanca.

Es devastador que triunfen los peores. Para que estas “victorias” se den hay un ingrediente siempre de por medio, lo que la siquiatría denomina “trastornos de mediocridad”. En palabras llanas, la ausencia de presión social. 

Y es que la mediocridad es la madre de la conformidad, de la domesticación de la voluntad en sus diferentes grados. Y hablando de mediocres, los estudios del tema clasifican a los mediocres en simples e inoperantes. 

El mediocre simple sigue el cencerro sin más aspavientos, no es exigente… nomás lo mínimo. Pero al mediocre inoperante, al darle todo igual, sin distinguir entre lo bueno y lo malo, lo hermoso y lo feo, no tiene ni de lejos deseo alguno de propiciar progresos de ningún tipo ni tamaño, en asunto que intervenga, LO ESTANCA. Con este tipo de mediocre siempre opera el “más vale malo por conocido que bueno por conocer”. De modo, que de su parte: CERO innovación.

Cuando un individuo con esta “patología” llega a un cargo público, no tarda en mostrarse: parálisis funcional progresiva, a la que se suma casi siempre una HIPERFUNCIÓN burocrática, con la que pretende disimular lo que natura le negó. Cuando este tipo de mediocridad es SEVERA, pasa a ser Mediocridad Inoperante Activa, y entonces, además de lo descrito, le invade un deseo irrefrenable de notoriedad y de control e influencia en todo lo que se mueva.

Le da por asignar funciones de “seguimiento y control” porque esto le permite deshacerse de adversarios creativos y talentosos. En el puesto público tiende a ordenar cantidades enormes de trabajo, pero INNECESARIAS, e introducir todo tipo de regulaciones y obstáculos para entorpecer aquellas actividades que realmente son creativas y productivas.   Por otro lado, el mediocre inoperante activo es generalmente, envidioso, le duelen el bien y el progreso de los demás. La excelencia particularmente les produce alergia, de modo que destruirla es consigna, con todos los medios a su alcance.

Como habrá usted caído en cuenta, a mayor mediocridad, mayor agresividad en el desempeño del cargo. Hay especímenes francamente intolerables, porque además de mediocres adoptan poses de diva, se vuelven inaccesibles. Es una forma ridícula para demostrar lo “importantes” que son, pero no le arreglan ni un café. La mediocridad de la clase política mexicana no discrimina, en su cofradía hay hombres y mujeres. Muchas veces sin estudios ni experiencia alguna, nada más por mandato del “dedazo” o del servilismo llegan al cargo público. Ah… y si le resultan rateros, peor se pone el asunto, y el remate: la impunidad. La nomenclatura protege a sus agremiados. 

En su obra “Camino”, José María Escrivá, refiriéndose a cuestiones del carácter, pero va que ni pintado para estas reflexiones sobre la mediocridad en la política, que usted hace favor de leer. 

Le comparto: ¡Qué modo tan trascendental de vivir las necedades vacías y qué manera de llegar a ser algo en la vida –subiendo, subiendo– a fuerza de “pesar poco”, de no tener nada, ni en el cerebro ni en el corazón! Porque así son los mediocres y qué daño le han hecho a esta disciplina del quehacer humano, que es la Política.

La criba, es decir, la posibilidad de criba, la tendremos el año próximo en Coahuila. Hágale un bien a esta casa tan amada y tan noble. Razone su voto, parta del análisis de la trayectoria de cada persona que pretenda convertirse en su gobernador o gobernadora, diputada o diputado, alcalde o alcaldesa. Y así decida a quien va a otorgarle su confianza. Libre a nuestra casa de mediocres y/o corruptos, solo usted PUEDE.

Me niego a aceptar, como afirma el escritor japonés Haruka Marukami, que “la mediocridad no tiene remedio”. ¿Usted no?