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domingo, 12 de marzo de 2017

El precio que se paga…

“El corrupto es aquelque se cree invulnerable, que se puede saltar la norma porque es más listo que los demás…” Luís Muiño, escritor.

Por la megadeuda heredada de la administración de Humberto Moreira se pagan intereses anuales de 2 mil millones de pesos, según lo informado por el Secretario de Finanzas. Se pagan del bolsillo de los contribuyentes, a costa del bienestar de los contribuyentes. La cloaca quedó al descubierto en 2011, primero ante los medios y luego en tribunales. Haga usted números estimado leyente. 

Acciones legales para sancionar al responsable y asociados… ¡TODAS! Ninguna prosperó, ni prosperará. La reforma a la Ley de Deuda Pública de Coahuila, aprobada por la mayoría priista del Congreso Local, los volvió intocables. 

La corrupción en nuestro País de tan ordinaria que se ha vuelto, ya no produce asombro, pareciera que nos hemos  acostumbrado a vivir en su fangal. El investigador Stephen D. Morris, quien realizó un interesante estudio de la corrupción en México, la definía “como el uso ilegitimo del poder público para el beneficio privado”; “Todo uso ilegal o no ético de la actividad gubernamental como consecuencia de consideraciones de beneficio personal o político”; o simplemente como “el uso arbitrario del poder”.  Guillermo Brizio, por su parte, y con un énfasis más jurídico, expresa que se trata “de  un fenómeno social, a través del cual un servidor público es impulsado a actuar en contra de las leyes, normatividad y prácticas implementados, a fin de favorecer intereses particulares”. La corrupción entraña una ausencia de ética jurídica, porque se trata de una práctica contraria al Derecho.  Es un acto racional ilegal, ilegitimo y no ético por parte de servidores públicos, en perjuicio del interés común de la sociedad y del Gobierno, y en beneficio de un interés egoísta o solidario de quien lo promueve o lo solapa directa e indirectamente. Sus consecuencias son mezquinas y deleznables —he aquí a Coahuila— y ¿cómo no? si favorece la consolidación de élites y burocracias políticas y económicas, erosiona la credibilidad y legitimidad de los gobiernos, reproduce una concepción patrimonialista del poder, reduce los ingresos fiscales e impide que los escasos recursos públicos coadyuven al desarrollo y bienestar social y permite la aprobación y operación de leyes, programas y políticas, sin sustento o legitimidad popular.  

Hay toda una gama de tipos de corrupción, le comparto las más comunes, son puras “perlas”: Extorsión,  cuando un servidor público, aprovechándose de su cargo y bajo la amenaza, sutil o directa, obliga al usuario de un servicio público a entregarle también, directa o indirectamente, una recompensa. Soborno, cuando un ciudadano o una organización, entrega directa o indirectamente a un servidor público, determinada cantidad de dinero, con el propósito de que obtenga una respuesta favorable a un trámite o solicitud, independientemente si cumplió o no con los requisitos legales establecidos.  Peculado, es la apropiación ilegal de los bienes por parte del servidor público que los administra.  Colusiones, es la asociación delictiva que realizan servidores públicos con contratistas, proveedores y arrendadores, con el propósito de obtener recursos y beneficios ilícitos, a través de concursos amañados o, sin realizar estas (adjudicaciones directas), a pesar de que así lo indique la ley o normatividad correspondiente. Fraude, cuando servidores públicos venden o hacen uso ilegal de bienes del gobierno que les han confiado para su administración. Trafico de influencias, cuando un servidor público utiliza su cargo actual o sus nexos con funcionarios o integrantes de los poderes ejecutivo, legislativo o judicial, para obtener un beneficio personal o familiar, o para favorecer determinada causa u organización. La falta de ética, es un tipo especial de corrupción que si bien no tiene que ver directamente con la apropiación ilegal de recursos del gobierno y de ciudadanos usuarios, sí entraña entre algunos servidores públicos, una conducta negativa en los que la honestidad, la responsabilidad, el profesionalismo, el espíritu de servicio, por citar algunos, están ausentes. 

En Coahuila tenemos de todo esto. Los agravios recibidos por más de 80 años en el único estado del norte del país sin alternancia y sin mayoría legislativa distinta a la de siempre, han superado todo cuanto debiera despabilar nuestra condición de mirones de palo…pero no, no pasa nada. Se necesita una revolución de CONCIENCIAS, una reivindicación del amor y el respeto que se debe cada coahuilense como individuo y como parte sustantiva de su comunidad, y un río de indignación para reaccionar de una vez por todas al ultraje reiterado,perpetrado por un grupo de malos mexicanos, hombres y mujeres sin escrúpulos, que han hecho del ejercicio del poder público algo oprobioso, amparados en la impunidad generada en la ausencia de contrapesos institucionales, signo inequívoco de las dictaduras.

Ni dioses, ni bestias…

Los estudiosos del tema consideran que hay cuatro condiciones fundamentales para que exista participación ciudadana en un régimen democrático: el respeto de las garantías individuales, canales institucionales y marco jurídico ad hoc, información correspondiente y confianza de la población hacia las instituciones democráticas. Se ha vuelto rutinario en las arengas de los políticos mexicanos convocar a la participación ciudadana, subrayan la relevancia y la necesidad que ésta  tiene para el fortalecimiento de nuestra democracia. Pero tristemente esa convocatoria no levanta voluntades. En nuestros días, los llamados de los políticos, por lo general, ni mueven y mucho menos conmueven a los destinatarios del discurso. Y se explica: el repudio a la clase política es mayúsculo.

Pero también y hay que decirlo, la circunstancia del rechazo se explica en mucho en la ausencia de participación de la población en los asuntos públicos, en esos que nos atañen a todos porque vivimos en el mismo espacio territorial. Pero como la participación cívica no forma parte de nuestra educación y mucho menos de nuestra formación, aunque así lo disponga el artículo 3º Constitucional, he aquí lo que tenemos. La democracia, dice el precepto citado, que más que una forma de Gobierno, debe entenderse como una forma de vida, pero nadie se ha encargado de explicarle al pueblo de México qué diantres significa eso. El pueblo ignora que la democracia es una forma de organización social cuya titularidad le corresponde, pero para que la ejerza tiene que tomar parte en los asuntos públicos; y en la medida que su injerencia sea mayor, mayor será el control que tenga sobre sus gobernantes y, por ende, en las decisiones que éstos tomen; que al tener este control, tendrán que favorecerle y no arruinarle la existencia, como ha venido ocurriendo desde hace muchas décadas.

La democracia directa les sirve a los pueblos para tomar decisiones y llegar a acuerdos; la representativa, para conformar los órganos de Gobierno y elegir a quienes quieren para gobernantes; la deliberativa es el mejor instrumento para hacerse escuchar en la toma de decisiones públicas; y la participativa, para concurrir con el Gobierno en la elaboración y evaluación de las políticas públicas. En consecuencia, trátese del tipo de democracia que sea, la realidad es que se necesita la participación ciudadana para que el Gobierno tenga razón de ser Gobierno y se convierta verdaderamente en Gobierno del pueblo, no en verdugo del mismo.

Los índices de votación son vergonzonzamente bajos, pero son retrato fiel de nuestra indolencia, de nuestra apatía, de nuestra indiferencia, de nuestra falta abrumadora de solidaridad, de nuestro desdén por lo propio, porque vivimos en ese  espacio en el que nos gobiernan personas a las que les importa su bienestar, no el de sus representados… y no obstante saberlo, padecerlo, sentirlo, vivirlo… no hacemos nada para cambiarlo, hemos perdido hasta nuestra capacidad de indignarnos. Y hay quienes votan, pero estiman que hasta ahí llega su deber ciudadano, falta el número dos. Una vez electos, es necesario, como el aire que respiramos, vigilar su actuación, estar al tanto de cómo ejercen los recursos puestos solamente en sus manos para ser administrados, porque no son suyos. Con esa supervisión impediríamos que los manejen a su conveniencia, y con ello se evitarían corrupciones, fraudes, “moches”, sobornos, componendas y toda laya de prácticas indecentes, deshonestas, con las que han mandado a paseo el desarrollo social, económico, cultural, político, de la población.

Los seres humanos somos por naturaleza gregarios. El término viene del latín gregar?us. Esto significa que se sigue una tendencia a agruparse, o también a ser parte de un grupo para poder sentirse bien. Decía Aristóteles que los únicos que no necesitan de otros para realizarse son los dioses y las bestias, asimismo, apuntaba que el mejor espacio para que un ser humano se desarrolle a plenitud es la comunidad. Y tenía razón. Ahí se genera nuestro sentido de pertenencia, ahí caemos en cuenta que necesitamos de los demás y los demás de nosotros, ahí nos enteramos de que hay talentos que no tenemos, pero hay quienes sí los poseen y entonces nace la complementación. Tenemos que recuperar nuestra naturaleza gregaria, tenemos que traer de nueva cuenta los principios y los valores que aprendimos en casa para fortalecer el espíritu. Tenemos que devolvernos la capacidad de indignarnos con aquello que daña a la comunidad de la que nosotros somos parte, porque también nos daña a nosotros. Tenemos que hacernos cargo de cuanto se ha venido generando desde el momento en que decidimos que la ética y la moral son estorbo en nuestras vidas, y es con esos parámetros tan denigrantes como estamos formando a las nuevas generaciones.

Si no nos gusta el estado de cosas en el que vivimos, el tipo de sinvergüenzas que nos están gobernando, tenemos que reaccionar. No es asunto de leyes tener gobernantes comprometidos y honestos, depende de nosotros, la ley coadyuva, establece requisitos, pero está visto que no han sido suficientes, lo que se requiere es que cobremos conciencia de nuestra responsabilidad en el asunto, y asumamos que los dueños de la casa no son los partidos políticos ni los gobiernos en turno ni los legisladores ni los jueces, sino los mexicanos; o sea, nosotros. Y que participar en los asuntos públicos es obligación si amamos nuestro País.

México/EU

El 14 de diciembre de 1859 firmaba nuestro canciller mexicano de la época juarista, don Melchor Ocampo, con el representante del Gobierno norteamericano, Robert Milligan McLane, un Tratado por el que se otorgaba a perpetuidad a los Estados Unidos el derecho de tránsito por el Istmo de Tehuantepec, de Matamoros a Mazatlán, y de Nogales a Guaymas; así como autorización para utilizar la fuerzas armadas de México, generar rutas estrictamente para el uso de militares, dar inicio al libre comercio con Estados Unidos, claro, sólo para ciertos productos y otras prerrogativas que excluían a los europeos del control del paso interoceánico. ¿Calibra usted, estimado lector, lectora, el tamaño de semejante acuerdo?

¿Por qué el Gobierno juarista tomó esa decisión? Desde la perspectiva del “Benemérito”, el País necesitaba reconocimiento internacional y recursos, además Melchor Ocampo veía en Estados Unidos a la futura potencia y estaba convencido de que sólo con su apoyo nuestro agobiado País podría sobrevivir, de modo que darles a los vecinos lo que querían con tal de no convertir al País de nueva cuenta en colonia o en un protectorado de Francia, llevó a Juárez a acceder. Por otro lado, ya Santa Anna en 1853 había acordado darles el paso por el Istmo de Tehuantepec, y fue precisamente esto lo que  alegaron los americanos para que se signara el acuerdo.

El expansionismo norteamericano estaba en su punto y obtener ese paso les representaba una ruta por mar más corta para competir con Francia e Inglaterra y extender su dominio comercial hasta Japón y vecinos asiáticos. Ya habían intentado hacer este acuerdo con el Tratado de Guadalupe Hidalgo que no prosperó. 

En nuestro País la lucha entre liberales y conservadores era verdaderamente encarnizada, y los dos bandos pugnaban por aliados para consolidarse. La diferencia estriba en que el grupo conservador quería alianzas con los europeos, particularmente con Inglaterra, Francia y España, les echaban en cara a sus adversarios que era inadmisible consensar con un país que apenas en 1848 nos había agraviado. Perdimos el 50 por ciento de nuestro territorio, Santa Anna de triste memoria lo entregó a los Estados Unidos. Los gringos entraron hasta la misma capital de la República e izaron la bandera de las barras y las estrellas en Palacio Nacional.

Los liberales defendían la firma el Tratado McLane-Ocampo alegando que jurídicamente nuestro País no perdía sus derechos por la autorización de los pasos, que las concesiones que se otorgaban soberanamente podían cancelarse y que el término perpetuidad no significaba eterna, sino indeterminada; además puntualizaban que el Tratado podría invalidarse toda vez que Juárez lo había otorgado haciendo uso de sus facultades extraordinarias, pero sin la ratificación del Congreso. La Doctora en Historia Patricia Galeana escribe al respecto que: “La habilidad negociadora de Ocampo consistió, primero, en dejar creer al agente especial William Churchwell que estaba dispuesto a vender parte del territorio para obtener el reconocimiento de Estados Unidos, el cual era indispensable para que el gobierno liberal existiera frente a la comunidad internacional. Con el reconocimiento estadounidense, los liberales se fortalecieron, tanto frente a sus opositores, como ante sus acreedores europeos. También mejoró su posición para buscar recursos con los prestamistas particulares norteamericanos y europeos… Se ha dicho, no sin razón, que pocos presidentes de México han obtenido tanto de Estados Unidos a cambio de tan poco. Finalmente los liberales ganaron la guerra y no vendieron territorio ni se ratificó el Tratado. Así es que Estados Unidos no recibió el beneficio que esperaba”. El Senado norteamericano nunca ratificó el Tratado y, por ende, nunca entró en vigor.

No es novedad lo que hoy día está pasando con el recién estrenado Gobierno de Trump, todo el tiempo los gobiernos estadounidenses de una forma u otra han ejercido presión sobre los gobiernos mexicanos para someterlos. Eternamente se han inmiscuido en nuestros asuntos domésticos, es un secreto a voces. Pero también hay una verdad indiscutible, en Estados Unidos sí hay contrapesos institucionales, uno de ellos es el Congreso, y quedó claro en el McLane-Ocampo. En México no, aquí todavía estamos a años luz de que la división de poderes opere como fue concebida.

Vamos a ver si Trump se atreve a ir contra el statu quo norteamericano, contra los enormes intereses que muchos de sus gobernados empresarios tienen en México. Los vecinos tienen mucho que perder con esta locura, sólo Trump con su arrogancia supina es incapaz de verlo. Esperemos también que Enrique Peña Nieto entienda de una vez por todas la responsabilidad que tiene en este impasse y empiece a comportarse como estadista y, sobre todo, como representante de los mexicanos.

Es asunto de congruencia

El  domingo 24 de noviembre de 1963 se llevó a cabo en la Ciudad de México la XVII Convención Nacional del PAN, de la que surgiría nuestro candidato a la Presidencia de la República. Los aspirantes eran panistas de reconocida trayectoria y prendas interiores: José González Torres, Salvador Rosas Magallón, Adolfo Christlieb Ibarrola y Salvador Nava Martínez. Don Adolfo era el presidente nacional del partido. Se acostumbraba en aquel entonces subir a hablar a favor de los aspirantes, precisamente don Efraín González Luna fue uno de los que habló en pro de Adolfo Christlieb. Nadie alcanzó el mínimo estatutario del 80 por ciento de los delegados, y se tenía que ir a una segunda vuelta. Rosas Magallón y Nava Martínez se retiraron y sólo quedaron José González Torres y Adolfo Christlieb. Se llevó a cabo la segunda vuelta y fueron 248 votos para don José, y 80 para don Adolfo. Todo el mundo esperaba antes de que se llevara la nueva elección la declinación del Christlieb a favor de don José. Pero no fue así. Don Adolfo tomó el micrófono y dijo: “No me retiré, porque considero un deber no hacerlo, aunque pido a quienes votaron por mí lo hagan por José González Torres. Y no me retiro para que se vea el espíritu de Acción Nacional, donde un jefe puede ser derrotado, sin que por eso mengüe la estructura del partido, ya que sus hombres no obedecen a deseos personalistas, sino al deseo de servir a México desde el puesto que a cada uno le corresponda”. Fue una de las lecciones más altas de auténtica militancia y de humildad genuina.

Eran los tiempos de los místicos del PAN. No había lucha de egos entre estos hombres de la primera hora, porque sabían que eso hace estragos en el ánimo del militante que cree en la ideología del partido y que se avergüenza del espectáculo en los medios protagonizado por sus propios liderazgos, porque sabían también que eso dañaba la imagen del partido, ya que el debate individualista opacaba al de verdad, al político, el que sí se requiere para responder a los desafíos sustantivos que tenemos como país. ¿Qué le ofrece un partido a la sociedad si privilegia las diferencias intestinas y los pareceres y apetitos de individuos o de grupos?

El 4 de junio tenemos elecciones en Coahuila, los panistas necesitamos honrar en los hechos los principios del partido que elegimos para servir a nuestro País, dejar de lado las etiquetas y los membretes y ser simplemente panistas, actuar como panistas y centrarnos en sumar voluntades para lograr la alternancia para Coahuila. Es esencial que nos metamos en la cabeza que la victoria no depende de una persona determinada, sino de lo que seamos capaces de hacer juntos. Que tengamos la madurez y la inteligencia de mandar a paseo cuanto pueda separarnos. Hoy está de moda –triste moda– usar las redes sociales como trinchera para exhibir las desavenencias. No podemos ganar una elección con ese arsenal inútil y estéril. Necesitamos unidad. La unidad es armonía entre las personas de un grupo y se acrecienta al aceptar y apreciar el valor de cada uno de los integrantes y de la contribución única que cada uno puede hacer. La unidad es sinónimo de trabajo en equipo, nos permite aprovechar la energía generada por la suma de fuerzas, que termina siendo mucho mayor al cohesionarse. La unidad no es pose, se construye a partir de una visión compartida, de una causa para el bien común. La unidad da sustento, sentido y valor para hacer que lo imposible se haga posible. No bastan fotografías y declaraciones sobre la misma, es más, no sirven. No es gritando “unidad, unidad” como se detiene la fragmentación y la dispersión de la militancia.

No erosionemos la fuerza de nuestro partido. No nos confundamos ni confundamos a la sociedad de la que somos parte y confía en nosotros. No desalentemos su esperanza. Tengamos en mente que nadie es imprescindible ni insustituible y que somos valiosos en la medida en que estemos dispuestos a sumar y no a dividir. Vamos a tener que apoyar a todos y cada uno de nuestros candidatos, hombres y mujeres que estarán en la contienda constitucional, hagámoslo con generosidad y espíritu, y esto implica trabajo ordenado e inteligente, acompañamiento, entusiasmo y alegría. Vamos contra más de 80 años de dictadura “perfecta”, contra un sistema político podrido hasta el tuétano con corrupción e impunidad, pero con una maquinaria muy bien aceitada para comprar voluntades. Nos enfrentamos a un abstencionismo rampante que siempre gana las elecciones en Coahuila, y a una repulsa de la sociedad hacia todo lo que tenga que ver con política y políticos, pero también deseosa de romper la inercia de la hegemonía priísta. No tenemos derecho a defraudarlos. La elección no será ni por asomo un día de campo. De modo que o vamos juntos o vamos juntos…

Gobernar

Para Marco Tulio Cicerón, notable estadista de Roma, los gobernantes debían poseer una integridad excepcional. “Deben destacar por su coraje, su aptitud y su resolución”, sin esto difícilmente se podía bien gobernar. Y es que un buen gobernante debe tener claridad del rumbo que le quiere dar a su Gobierno, de las medidas que hay que tomar para lograr sus metas y de los apoyos que requiere para tal fin. Asimismo, tiene que saber explicar sus ideas y defenderlas en público. En una democracia, los políticos no deben solamente vencer, sino convencer; y eso se logra hablando, dialogando, comunicando proyectos, iniciativas, propuestas. Sobre la corrupción apuntaba que en todo tiempo había sido –es– veneno para una nación porque la destruye. Todos sabemos –en Coahuila lo súper sabemos– que la voracidad, la codicia, los fraudes, los cochupos, las raterías de los gobernantes devoran al Estado hacia el interior, haciéndolo enteco y vulnerable. Cicerón decía que la corrupción desalentaba a la ciudadanía y la “hace presa de la cólera y la incita a la rebelión”, por eso había que combatirla y castigar a los corruptos. En nuestra Coahuila ni se combate a los corruptos ni menos, pero mucho menos, se les castiga; aquí se les premia y se les protege. 

En su discurso contra Cayo Verres, antiguo gobernador de Sicilia y ejemplo de político sinvergüenza, expresa su sentir sobre la corrupción: “Como si de un rey de Bitinia se tratara, se hacía trasladar en litera de ocho porteadores, dotada de un elegante cojín relleno de pétalos de rosa de Malta. Ceñía su frente con guirnalda y llevaba otra al cuello, y cerca de la nariz, su saquito de malla tupida hecho de delicadísimo lino y también lleno de rosas. De esta guisa hacía los viajes”. Ahora los hacen en avión propio o en business class, entre otras “lindezas”, a costa del erario. Note usted la vigencia del pensamiento de un hombre que nació 106 años antes de la era cristiana. De rateros y raterismos en el servicio público está México hasta más allá de la coronilla. ¿Usted no?

También subrayaba que: “No hay que subir los impuestos, a menos que sea absolutamente necesario, quien gobierne una nación debe encargarse de que cada uno conserve lo que es suyo y de que no disminuyan por obra del Estado los bienes de ningún ciudadano”. El propósito principal de un Gobierno consiste en garantizar a los individuos la conservación de lo que les pertenece. Aseguraba que el Estado tiene el deber de ofrecer a sus ciudadanos seguridad y otros servicios fundamentales. “…es deber de quienes gobiernan un Estado garantizar la abundancia de cuanto se requiere para vivir”. ¿Qué tal? Y viene ésta: “El mejor Gobierno es un equilibrio de poderes. Sin equidad los hombres libres no pueden vivir mucho tiempo. Sin ella tampoco hay estabilidad”. En Coahuila hay cero equilibrio de poderes. Esto es muy dañino también, produce corrupción. Nomás mire nuestra realidad.

Los buenos gobernantes son aquéllos que saben consensar y gestionar a favor de sus gobernados, y con ello le aportan estabilidad y crecimiento a su municipio, entidad federativa o país. Imponer desde la unilateralidad de su posición no sirve ni ha servido nunca para que una nación se fortalezca como tal. Y es algo que en el caso del Gobierno peñista siguen sin entender. 

Mire usted los resultados y el costo. Tampoco ha tenido Peña Nieto capacidad para elegir buenos colaboradores, absolutamente desdibujado en su capacidad organizativa. No se trata de sumar talentos que trabajen de forma aislada, sino de integrar un equipo. Recurre a la improvisación y a la “todología”, verbi gratia Videgaray.

Un buen gobernante debe saber desde el primer día de su gestión hacia  dónde va, es decir, debe tener rumbo y orientación ¿Hacia dónde va Peña Nieto? México no tiene rumbo, lo ha ido llevando hacia la debacle. Tenemos un Presidente que no posee capacidad de análisis, no sabe distinguir entre lo sustantivo y la paja, no sabe digerir la información que se le allega para tomar decisiones con rapidez y eficacia, y eso es pecado mortal en la administración pública por la trascendencia que conlleva.

Tendremos este año cambio de poderes en Coahuila, y en el 2018 en toda la República. Es necesario, así, necesario que reflexionemos sobre qué tipo de autoridades queremos, a quiénes queremos como representantes y cómo queremos ser gobernados. Si nos conformamos con lo que vende la mercadotecnia electoral y persistimos en decidir con base en el papel celofán y el moño en que “ofertan” a los aspirantes, pues estamos aviados. Si se impone lo superfluo, será más de lo mismo. Si usted, estimado coahuilense, no estima exigir como requisito sine qua non que su futuro Gobernador o Gobernadora, Alcalde o Alcaldesa, diputado o diputada, sea de entrada persona honesta, y que eso lo evidencie su trayectoria de vida, pues ni quejarse… porque verá usted repetirse hasta el infinito lo de siempre. Estamos a tiempo, usted decide.

Esther Quintana SalinasUn buen gobernante debe saber desde el primer día de su gestión hacia  dónde va, es decir, debe tener rumbo y orientación ¿Hacia dónde va enrique Peña Nieto?

La debacle del ‘gasolinazo’

En la Ley de Ingresos de la Federación para el Ejercicio Fiscal 2017, publicada en el DOF el 15 de noviembre de 2016, en su artículo décimo segundo se estableció la manera en que se determinarían los precios al público de las gasolinas y el diésel. El otro acuerdo, en virtud del cual se actualizan las cuotas que se especifican en materia del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS), se publicó en el DOF el 27 de diciembre de 2016.

Cuando esto se cocinaba, el entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray, indicaba que a partir de 2016 el precio máximo de la gasolina estaría vinculado a los precios internacionales, y que esta propuesta formaba parte de la estrategia de liberación de los precios de la gasolina en México, que al final del año se daría a conocer un rango de precio máximo y mínimo de las gasolinas y que “el precio de la gasolina se comenzaría a transmitir al consumidor final”. En su Paquete Económico 2016, la SHCP detalló que en ese año “los precios máximos comenzarían a fluctuar de forma consistente con su referencia internacional”. Cabe subrayar que de enero a junio de 2016, el IEPS a gasolinas y diésel ayudó al Gobierno a obtener ingresos extras por 127 mil 481 millones de pesos, de acuerdo a datos proporcionadas por la propia Secretaría. También en los artículos transitorios de la Ley de Egresos quedó previsto que a partir de 2016 se otorgarían permisos a terceros para el expendio al público de combustibles, que en 2017 quedaría permitida la libre importación de gasolinas y diésel, y que a partir del 2018 los precios de estos combustibles se determinarían enteramente bajo condiciones de mercado. En consecuencia, a partir del 2018, el mercado de los combustibles automotrices sería un mercado abierto y con libre determinación de precios, pero estamos en 2017.

Como usted ve, esta situación del disparo de precios de la gasolina deviene de la Reforma Fiscal. Es el impuesto el que encarece el combustible. No obstante, al final del día, estamos viviendo los resultados de no haber invertido en tiempo y forma en investigación tecnológica que nos hubiera permitido desarrollar, en el país, nuestra propia infraestructura; se habrían también construido las refinerías indispensables para procesar la conversión de petróleo en gasolina, que tiene que hacerse en Estados Unidos, y que nos cuesta un ojo de la cara. Aun sin contar ni por asomo con los recursos de oro negro de los que gozan los Emiratos Árabes, tendríamos gasolinas evidentemente más baratas si se hubiera actuado pensando en el bienestar de la población y no en la forma de perpetuarse en el poder disponiendo de los recursos petroleros, sin rendirle cuentas a nadie; es decir, en la absoluta impunidad. Desde junio del año pasado, la gasolina Premium de alto octanaje, que permite un mejor rendimiento en los motores, es más cara en México que en Houston, Texas.

Escribía: cuando se aprobó la Reforma Energética en 2014, siendo yo Diputada Federal que me avergonzaba –y me sigue avergonzando– que en mi país la corrupción campee libremente por la esfera pública y también por la privada. Que me rebelaba –y me rebelará siempre– la falta de escrúpulos que domina la voluntad de muchos políticos y que se impone a los deberes que tienen con la población a la que se deben, porque es esta ausencia la que minó a dos empresas significativas para el desarrollo y crecimiento de México: Pemex y CFE. Los dos monopolios de los que se valió el Estado mexicano durante las muchas décadas de gobiernos priístas para servirse a discreción de sus haberes, coludidos con la gavilla de líderes sindicales corruptos hasta la ignominia. Toda una caterva de intocables que se hicieron ricos a perpetuidad, no sólo ellos, sino toda su descendencia, entre otros el sinvergüenza de Romero Deschamps, senador de la República… qué méritos. 

Fortunas groseras, insultantes, salieron del estercolero “pemexiano”. Y CFE, la misma historia de abuso y complicidad gansteril de su sindicato y los gobiernos tricolores. Y la forma de romper ese monolito se estableció en la satanizada Reforma Energética, que ahora es a la que le cargan, precisamente quienes no la aprobaron, el disparo del precio de la gasolina. El precio del barril de petróleo hoy está por los suelos, el Gobierno de Enrique Peña Nieto ya no puede pagar la conversión de petróleo en gasolina a los norteamericanos, y no batalla, lo más cómodo, se lo carga a los mexicanos vía impuestos.

 La falta de sensibilidad, de compromiso, de responsabilidad, es carta de presentación de la administración peñista. 19 millones de mexicanos les concedieron el retorno en 2012 porque “ellos sí sabían gobernar”. Aquí está la evidencia. Escucharlo balbucear explicaciones en los informativos nacionales y planes de resarcimiento es francamente deleznable, y si a esto le suman las declaraciones del flamante coordinador de la bancada priísta de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, estamos aviados para el abismo. La debacle que hoy se ventila en la calle por los agraviados es una pena que sea contaminada por vándalos pagados por quienes el país les importa una pulga y dos con sal. No se vale ensuciar una protesta legítima. Y el “Peje” se frota las manos. Nomás hay que voltear a Venezuela, se la tragó el mesianismo de Chávez y el remate lo está consumando su mozo de espadas.

Nuestros humanos ciclos

Si son las cosas simples, las sencillas… ¡sí, señor!, las que le dan sentido a la vida y son en las que menos reparamos, quizá porque son tan cotidianas que ya no nos despiertan sorpresa, pero probemos a que ya no son nuestras y ya verá cómo aplica como anillo al dedo el dicho de que “nadie sabe el bien que tiene hasta que lo ve perdido”. Sí, la vida es hermosa y cada uno es protagonista de la propia. Cuando abre una la ventana por la mañana y entra el caudal del sol para iluminarlo todo, es para que nos pusiéramos de rodillas nomás por poder verlo, cuántos hay que no tienen tamaño privilegio, porque perdieron la vista o porque nacieron sin ella. La vida es un milagro glorioso y uno está en libertad para poder hacer con ella cosas excelsas o deleznables… ¿Por qué hay quienes se empeñan en desgraciarse la propia y no conformes arremeten contra las ajenas?

Y no sólo es abrir la ventana de par en par, sino poder hacerlo por ti mismo, moverte… moverte es una maravilla; hay personas para quienes eso está proscrito, es poco menos que imposible. Pregunte a alguien que está postrado en una cama o de fijo en una silla de ruedas. Si es que somos tan poco agradecidos… pero es buen momento para enmendar camino. Es momento, hoy que se cierra un ciclo de año, de agradecerle a Dios por la familia, por esa preciosa paternidad, maternidad, fraternidad de sangre, filia de genes, que nos vinculan para siempre, y también por la extendida en la que cabe la parentela política. Es momento para dar gracias por el esposo o por la esposa, compañeros de vida y de jornada que se vuelven parte de uno mismo, y son casi, casi… como dice la canción “como el aire que respiramos”. Yo le agradezco a Dios por el mío, porque me ha hecho muy feliz y eso vale por todo. Gracias también por mis hijos y por mis nietos, que son bendición eterna.
Gracias Dios por los amigos, y vaya que los tenemos. Lazo tan noble el de la amistad, benditos amigos que no nos dejan sentirnos solos. Gracias también por los recuerdos, que nos alimentan el alma. Agradezcamos de hinojos por la tierra y el viento, por los mares, por los ríos, por los cielos prístinos y por los nublados, porque son reflejo fiel de la grandeza del Creador. Mil gracias por el antes y el después, porque la historia del primero nos debe ser útil para el segundo. Así se aprende, y aprender es lección de vida. Pobres de aquéllos que se niegan ese aprendizaje porque se condenan a repetir y repetir los mismos yerros, y con ellos la frustración y la desesperanza tienen mano libre.

Es buena fecha, el último día del 2016, para la reflexión del año que concluye y para los propósitos del que ya viene. Tomemos conciencia de los momentos o situaciones difíciles por los que hemos logrado transitar y recapitulemos sobre la experiencia que hemos adquirido, ya sabemos más que ayer, esto nos vuelve más sabios y equilibrados. Apreciemos los logros obtenidos y lo que hemos podido alcanzar en estos 365 días que prácticamente son historia, agradecer por ellos coadyuvará a que generemos sentimientos y pensamientos positivos, de ésos que sirven porque construyen.

No son tiempos fáciles los que vivimos, y más vale no perderlo de vista, no para amargarnos ni para ver las cosas como tragedias irremediables, sino para todo lo contrario. Nuestra comunidad necesita que participemos en sus asuntos, porque son nuestros, y la única forma en que podemos transformar lo que nos disgusta porque nos afecta de manera negativa, es siendo parte de la solución, generando el remedio para curarlo. Ser mirones de lejos, renegones de cuatro paredes, gritones de noticieros… no ayuda en nada, y usted lo sabe, mi estimado y respetado leyente. Los cínicos y los ladrones que medran o han medrado de la hacienda pública seguirán haciéndolo hasta que usted decida que nunca más. Pero me juré que en estas reflexiones de fin de año habría una tregua, y estoy obligada a cumplirla.

Le abrazo con el corazón y le deseo a usted y a sus seres queridos un 2017 pleno de bienaventuranzas. ¡Feliz Año Nuevo!

La importancia de los hombres buenos

En la Grecia antigua, cuna de la filosofía del mundo occidental, se cuestionaban: ¿qué era mejor: el gobierno de los hombres o el de las leyes? Y respondían que las leyes son buenas cuando proveen beneficio a sus destinatarios, siempre y cuando éstos las respeten y las observen, pero que como ya se sabía que solían no respetarlas, era mejor contar con hombres buenos, toda vez que éstos, además de actuar correctamente en cada uno de sus actos, también respetaban la ley. Los helenos llamaban “hombres ley” a las personas que eran reconocidas por su probidad y decoro. En el ámbito público de nuestros días no abundan los “hombres ley”, sino todo lo contrario. Hoy y desde hace largo tiempo, el deporte favorito es pasarse las leyes por debajo de las extremidades inferiores y “arreglar” para que no suceda nada. ¿O no?

Esta ausencia es, precisamente, una de las causas que ha traído consigo la desconfianza en todo lo que se refiere a política, políticos, Gobierno, autoridad, por parte de la ciudadanía; esta orfandad de principios y valores éticos en los hombres en el poder es la que ha generado que la corrupción y la impunidad tengan infestadas las instituciones del Estado, y, por ende, no se logran los objetivos y las metas institucionales. Es urgente e insoslayable que al poder lleguen personas con conciencia, imbuidos de valores éticos. La ética y la política no son antagónicas. Cuando la ética forma parte de la filosofía de los gobernantes, se convierte en el mejor instrumento para el autocontrol, porque los compele a usar correctamente la razón en beneficio de la comunidad, no en el suyo. La politóloga española Adela Cortina apunta que: “El interés del Estado no puede depender de las pasiones del príncipe, ni siquiera de su deseo de ser malo o bueno, sino que exige un profundo autocontrol”.

Aquel Gobierno que pretenda ofrecer una administración eficiente debe conformarse con personas íntegras. En esto, la ética tiene un rol sine qua non porque la selección de los perfiles, partiendo de ella, demanda servidores públicos que cumplan con sus deberes bien y con responsabilidad. Apuntaba Confucio que: “Lo más aborrecible es que se gobierne olvidando el bienestar de la gente”. Hay quienes llegan al poder con la finalidad única de servirse, de hacerse de fortuna hasta la consumación de los siglos para ellos y toda su descendencia ¿Cómo? Como lo hacen todos los rateros, vividores y sinvergüenzas, apropiándose del dinero ajeno, del dinero público. Otra vez cito a Confucio: “Cuando los gobernantes nada más buscan el incremento de su fortuna personal, se verán acompañados de gentes perversas, las cuales se disfrazarán de ministros justos, y el reino estará dirigido por hombres depravados”. Ésta ha sido la historia de la humanidad. Confucio fue un hombre que vivió 479 años antes de Cristo.

No hay disciplina más desacreditada que la política. ¿Sabe por qué? Porque han participado en ella personas que carecen de formación ética, estos filibusteros sin patria ni “matria” la han convertido en una suerte de pasarela por la que desfila toda la ristra de indecentes que no tienen ni el más mínimo respeto a la investidura que se les otorgó en las urnas. El cinismo de esta laya de individuos no tiene parangón, y tampoco el servilismo de quienes los hacen fuertes. En Coahuila sabemos de eso.

A la vera de Humberto Moreira se hicieron muchos de fortuna, él primero que todos. Político que de la administración sale rico, no tiene pierde, es ratero. La paga en los cargos públicos es buena, pero nunca para hacerte  millonario. No hablo de oídas. Todo el escándalo de corrupción que arrastra su administración no le ha hecho mella ni en el bolsillo ni en el talante, tan es así que hoy pretende volver a la vida pública –se necesita tener cara no de vaqueta, sino de piedra para atreverse a semejante despropósito–, según lo han ventilado los medios. ¿Cómo alguien tan desacreditado, con lastres tan infamantes, aspira a regresar a un cargo público? Qué desmesura en su cinismo y sobre todo en su falta de respeto a los coahuilenses. A este nivel de descaro se llega cuando a los cargos de autoridad pública llegan personas incapaces de dominar sus impulsos. Son entes absolutamente amorales. Escribía Aristóteles que este tipo de individuos siempre son malos gobernantes, su perversión es el resultado de la ausencia de ética en su conducta.

Marco Tulio Cicerón, el insigne tribuno de la Roma Republicana, expresaba que cuatro virtudes deberían acompañar siempre al gobernante: “sabiduría, justicia, fortaleza y templanza” para estar preparado para la acción. Ninguna de las cuatro –y de ello ha dejado infausta prueba– posee el exgobernador de Coahuila. Humberto Moreira es sinónimo de todo cuanto un político no debe ser, ni hacer. Coahuila necesita la alternancia. Son demasiados años de dictadura disfrazada con elecciones periódicas, son décadas sin tener ni el más pálido viso de división de poderes, son más de 80 años de democracia simulada y los últimos ya pesan como lápida.

Posdata

Y a todo aquel candidato que en su momento le diga que va a llevar a Humberto Moreira a la cárcel si gana la gubernatura, no le crea, la Ley de Deuda Pública fue reformada por la bancada priísta de la 58 Legislatura para dejar a salvo a Humberto Moreira del brazo de la ley.

Nuño, ¿no te da vergüenza?

Cada vez parece más complejo transmitir a las nuevas generaciones los valores esenciales de la existencia y de un comportamiento ético. Pareciera que cuesta más trabajo a los padres de familia cumplir con un deber básico con sus hijos, como es el de la formación en principios, que son nada  más y nada menos los que le dan sentido y motivo a la vida de un ser humano, pero le sucede lo mismo a la escuela, como coadyuvante de esta responsabilidad en la medida en que esto le atañe. ¿En qué momento se perdió esa vinculación tan trascendental? Usted disculpe, estimado lector, pero tengo que recurrir a la referencia personal. Yo tengo bien presente que a los niños de mi generación nos educaron en dos bandas de manera simultánea. Los padres y los maestros iban de la mano.  

Hoy, la educación, por lo que está a la vista, parece haberse reducido a una simple trasmisión de información y de nociones, de equis capacidades y ciertas habilidades, en las que se enfatiza en lo superfluo, en lo somero, en la satisfacción instantánea, en lo efímero, en lo intrascendente, todo  tiende a colmar la existencia con objetos de consumo y en gratificaciones que se desvanecen con la misma fragilidad de una pompa de jabón. Esta concepción, por llamarla de alguna manera, de lo que es educar, conlleva al descuido y hasta el olvido de la verdadera misión de la educación, que es la formación de personas, que conlleva en su conjunto a la realización uno mismo, que contribuye de manera sustantiva al desarrollo interior, que es lo que te permite vivir a plenitud como individuo, pero también como parte activa de la comunidad a la que perteneces aportando a la generación del bien de aquélla.

Estamos frente a una emergencia educativa, no estamos cumpliendo con un deber sustantivo, que es el de transmitir a las nuevas generaciones los valores que le dan sentido a la vida. De aquí el imperativo de atender ya el hecho, de subsanar la ausencia, de hacerse cargo de la parte que corresponde a la familia y a la escuela, los dos entes transformadores por antonomasia. Hay una inmensa mayoría de padres angustiados por el futuro de sus propios hijos y de maestros con auténtica vocación que viven la triste realidad de la decadencia de la escuela, y también de la sociedad, que en el día a día ve como se desmoronan las bases de su convivencia.

Estimado leyente, la educación es un derecho fundamental de todos los seres humanos, es vital para el desarrollo económico, social y cultural de todas las sociedades, por eso debe ser de primera. La educación favorece el desarrollo de las personas, permite la transmisión de principios comunes a las nuevas generaciones, a través de ella se conservan y se perpetúan los valores de una sociedad.

Haber abdicado de la rectoría de la educación, por parte del Estado mexicano y haberla entregado a cambio de votos a un sindicato, pervirtió el sistema. Hoy estamos pagando como país las consecuencias. 

Nomás para refrescarle la memoria a Aurelio Nuño, el actual secretario de Educación, el SNTE nació el 28 de abril de 1942 con la firma de un pacto de coalición entre  el Sindicato de Trabajadores de la Educación de la República Mexicana (STERM), el Sindicato Único de Trabajadores de la Educación (SUNTE) y el Sindicato Mexicano de Maestros y Trabajadores de la Educación (SMMTE). A partir de este pacto se creó el Comité Coligado de Unificación Magisterial, mismo que a su vez convocó a  un Congreso de Unidad Magisterial a partir del cual se disolverían estas agrupaciones sindicales para dar paso a una agrupación nacional, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. El registro definitivo del Sindicato fue concedido por el Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje el 15 de julio de 1944. Fue producto del corporativismo vertical y autoritario. Mediatizó la acción de la autoridad, alejó a maestros de la educación y los transformó en burócratas de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y otras dependencias en los estados. En 1972, el 22 de septiembre Carlos Jonguitud Barrios apoyado por el presidente Luís Echeverría, destituye a Carlos Olmos Sánchez, secretario General del Comité Ejecutivo Nacional en turno. En mayo de 1989 le hacen lo mismo a él y entra la “maistra” Elba Esther Gordillo, con el apoyo de Carlos Salinas de Gortari, mandamás del País en aquel momento. Hay que LEER, no LER, Secretario Nuño. El País está pagando el desaseo que generaron los lideretes sindicales del SNTE, que no los maestros, en su amasiato con los gobiernos emanados del partido en el que usted milita.

Por supuesto que la organización Mexicanos Primero tiene la razón cuando señala que la corrupción y el uso político de los docentes que ha hecho el sindicato a lo largo de tantas décadas son en buena medida culpables del atraso educativo en el País. Es tiempo de rectificar camino. Me consta que los buenos docentes ya están hasta la coronilla de la corrupción que impera en su sindicato. “Nos han quitado todo –me ha  compartido– hasta el miedo”. No menosprecien esa liberación, gobierno y lideretes sindicales.