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sábado, 19 de noviembre de 2016

El valor de la unidad

5 de Noviembre 2016
A mis correligionarios, con mucho cariño y respeto.

El reto de Acción Nacional en Coahuila no es asunto menor, toda vez que la responsabilidad que implica cumplirlo no da para aplazamientos, y quienes lo hemos anhelado por décadas debemos de primarlo, ponerlo por encima de cualquier otro considerando o NO VAMOS A LLEGAR.

La alternancia en nuestra entidad federativa es inaplazable, el estado de cosas que se viven en Coahuila no da para más. El grado de corrupción y de impunidad es verdaderamente escandaloso. El lastre se arrastra desde la administración pasada, con la megadeuda impagable –sólo se han cubierto intereses– adquirida  en lo “obscuro” por el Gobierno del Estado y con la anuencia absoluta del grupo parlamentario del PRI de aquel momento. Si usted, estimado lector, tiene alguna duda respecto a cómo se ha defendido esa ratería perpetrada en contra de los coahuilenses, el último acto tuvo lugar el pasado 2 de noviembre. La mayoría tricolor del Congreso del Estado de Coahuila “sepultó” la controversia suscitada en días recientes respecto a las denuncias por las irregularidades detectadas en la deuda estatal que actualmente alcanza los 37 mil 089.5 millones de pesos, y a la incautación y subasta de bienes relacionados con el extesorero Javier Villarreal y a la comparecencia del procurador Homero Ramos Gloria y del auditor Armando Plata, ante el órgano legislativo, para aclarar las contradicciones que existen respecto a las denuncias que la Auditoría Superior del Estado (ASE) asegura haber presentado por el caso de la deuda y que la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) niega que existan, y lo hizo  como siempre, con su mayoría aplastante. ¿Le queda a usted claro que los legisladores del PRI no representan los intereses de los coahuilenses, es decir, los suyos, sino los del gobernador de su partido?

Vuelvo al PAN. Los panistas sabemos que si no vamos unidos como uno solo, el PRI gana la gubernatura, la mayoría en el Congreso local y el grueso de las alcaldías. La unidad es armonía entre los integrantes de un grupo. La unidad prospera si todos concentramos nuestra energía y la enfocamos a aceptar y apreciar el valor de cada uno y lo que cada uno puede aportar a la encomienda, sin perder de vista la lealtad que le debemos al objetivo común.

La unidad se erige a partir de una visión compartida, de una esperanza realizable, de una causa para el bien común. La unidad aporta sustancia, fuerza y valor para hacer que lo imposible se vuelva posible. La tarea se hace más liviana cuando se acompaña de la determinación y el compromiso. La unidad no fructifica si no hay armonía dentro del propio ser y entre las personas del grupo. Uno debe primero en la soledad determinar su capacidad, su potencial y su especialidad y después entrar al grupo para ponerlas al servicio del objetivo común. Requisito sine qua non para que exista eficiencia individual es que haya claridad y limpieza en las motivaciones y en las intenciones. La grandeza de este valor tan bello es que en la unidad SE RESPETA A TODOS.

Si en nuestro trato nos permitimos la crítica destructiva, más devastadora aún cuando se hace a espaldas y con extraños, difícilmente se dará la sintonía. Las estridencias de la maledicencia hacen mucho daño, convierten distancias en abismos. Los egos desbordados y los complejos de inferioridad generan disonancia, acrecientan las debilidades de los demás en la compulsión de ser reconocido –al político inmaduro y mezquino se le vuelve delirio–, las personas se tornan agresivas y en muchos casos majaderas, y esto provoca oposición y conflicto.

Cuando entre hermanos de la misma lucha entra la insidia, la unidad se rompe, empieza a resquebrajarse y entonces va el retroceso, los puentes se van cerrando y las murallas cobran su espacio. Abrirle la puerta a sentimientos o cuasi sentimientos tan burdos como la antipatía, la envidia, el rencor… equivale a cortarle el paso al entendimiento, al diálogo, al ser racional que todos llevamos dentro y entonces ocurre el caos. Hay seis panistas que han dicho que aspiran a ser los candidatos a la gubernatura y sólo va a poder ser uno o una. Pero si al que vaya a ser, desde antes de la designación del Comité Ejecutivo Nacional, los simpatizantes de uno o de otro no abonamos con nuestra generosidad y con océanos de camaradería castrense a prepararle el trayecto, tengamos la certeza de que nuestra derrota está anunciada. Dejaremos de manifiesto que nos queda grande el saco, que no podemos con el desafío de aportarle a Coahuila la alternancia y cuanto ello conlleva, fortaleceremos con creces a nuestros adversarios y sobre todo, sobre todo, nos habremos fallado a nosotros mismos por nuestra incapacidad PROBADA para la concordancia y de paso… les daremos la razón, a quienes nos tienen en ese concepto.

No se vale… ¿Con qué derecho estamos atentando contra la gran causa de Gómez Morín y de todos los hombres y mujeres que antes que nosotros soñaron y trabajaron, con toda la adversidad por delante, pero con el corazón bien plantado, por hacer del ejercicio del poder público algo honorable y a favor de México? Coahuila es México.

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