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martes, 22 de agosto de 2017

Se están cargando al País… ¿no ven?

México vive una crisis institucional que vulnera su legitimidad y acaba con la confianza de los ciudadanos en su sistema político
 
Tenemos un sistema político absolutamente corrupto y corruptor que exhibe sin pudor alguno lo que es. A sus cofrades, creadores del mismo desde hace casi un siglo, les ha redituado con creces haberlo institucionalizado, porque ha sido el instrumento más eficaz para permanecer en el poder, no obstante la alternancia en el Poder Ejecutivo Federal –dos sexenios– y las que se han dado en gubernaturas y alcaldías. Su esencia, presencia y potencia, como dice una canción, están vivas, ¿sabe por qué? porque forman parte de la idiosincrasia nacional. La gente se acostumbró a ser tratada como inquilina de su patria, no como dueña. Sus servidores se ostentaron y se siguen ostentando como patrones, no como lo que son, por eso se explica la desfachatez, por ejemplo, de las declaraciones del secretario de Comunicaciones y Transportes ante la tragedia ocurrida en el estado de Morelos; también el batidillo que el INE ha venido haciendo en torno a un dictamen elaborado por su propia Comisión de Fiscalización, absolutamente manoseado. 

Qué impresionante desdén por todas las razones por las que fue creada la institución a su cargo. Con ello, y esto de ningún modo lo celebro, se llevaron al traste y sin prurito alguno, la confianza y la credibilidad que debe de cuidar el árbitro de las elecciones, porque de ello depende, en mucho o en todo, la legitimidad que debe acompañar a los electos.

Cómo me gustaría que en mi País, quienes tienen bajo su responsabilidad organizar y vigilar los comicios, pensaran y se comportaran igual que sus homólogos canadienses, quienes consideran que es un honor serlo y que bajo ninguna circunstancia van a faltarle al respeto con una actuación ayuna de ética a quienes se los confirieron. Cuando se crearon órganos como el INE, antes IFE, el espíritu era que los Gobiernos no fueran juez y parte en las elecciones, y se optó por ciudadanizarlos. Pero, tristemente, esa ciudadanización pasó a segundo término a la hora en que hubo que definir el “cómo” se iba a realizar. Y ahí está el PERO, así, con mayúsculas. 

Su designación no es más que un “dedazo” de quienes tienen mayoría en el Congreso de la Unión, ellos son quienes determinan a los ungidos, es la forma en que se mantiene el control. La ciudadanización es un mito, usted lo ha visto en las participaciones de los integrantes del Consejo General del INE, sus intervenciones  no dejan nada a la imaginación, llevan un rótulo en la frente, se sabe perfectamente, con claridad meridiana, como decía un querido maestro de la preparatoria, quién es su padrino. ¿Por qué tiene que ser así en nuestro País? 

Es descorazonador el desparpajo del discurso sofista que manejan a la perfección varios de los ínclitos consejeros. Me recuerdan a los “clientes” romanos, ciudadanos libres que se ponían bajo la férula de un patrón a cambio de “favores” mutuos. Una especie de besamanos del poder en turno, precisamente del que se quería liberar a los procesos eleccionarios en nuestro País. Cómo extraño a José Woldemberg, qué señorón, qué representación tan digna tuvimos los electores cuando él estuvo como presidente del Consejo General. Y fue designado de la misma manera que los que han venido después, la diferencia la hicieron sus convicciones y el enorme respeto que se debe a sí mismo.

¿Por qué no tienen compromiso con México? ¿Por qué no poner por encima de todo el amor patrio? Habrá quien diga que soy cursi… pero yo creo en la patria, en que cada uno de nosotros tiene una responsabilidad con ella y que debemos esforzarnos por hacer la parte que nos corresponde como mexicanos y como ciudadanos con esmero, los consejeros también... ¿qué los exime? Y si esto no les merece ninguna consideración, vámonos al pragmatismo. Los señores consejeros le deben a los mexicanos la dieta jugosa que reciben mes a mes, las prestaciones regias de las que gozan a partir de que arriban al nirvana del INE, sólo ellos y los Ministros de la SCJN tienen ese estatus tan singular… aunque sea por eso, ¿o no? 

Se necesita no querer ver la crisis política e institucional que ha alcanzado niveles escandalosos en nuestro País. Se trata de una afectación seria y profunda que vulnera la legitimación de las instituciones y de sus representantes y, sobre todo, la confianza de los ciudadanos en su sistema político. La gravedad de lo que ocurre ya está con foco rojo. Cada día resulta más difícil creer que la democracia alguna vez en este País será entendida como una forma de vida. Hoy no llega ni siquiera a forma de Gobierno.

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