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martes, 22 de agosto de 2017

Lo que queremos

Nuestra comunidad necesita protagonistas, no espectadores y críticos pasivos. Sólo con participación y pluralidad podremos alcanzar la igualdad.

Coahuila requiere de una fuerza transformadora de magnitudes impresionantes que cimbre la indiferencia y la pésima costumbre de sólo ver pasar las cosas desde la ventana y no atreverse a dar el salto cuántico para entrar a una geografía en la que ya no haya sitio para espectadores ni para críticos de lo que les disgusta, pero que sólo les alcanza para despotricarlo entre cuatro paredes porque son absolutamente incapaces, por voluntad propia, de accionar los mecanismos para acabar de una vez por todas con la inmovilidad que tanto daño nos ha hecho.

Coahuila necesita de nuestra pluralidad, en la medida en que seamos capaces de reflejar las diferentes maneras de sentirnos parte sustantiva de un proyecto compartido, apuntalado sobre los principios de igualdad, justicia social y solidaridad, estaremos en disposición de cambiar el rumbo de nuestro estado hacia la integración que fortalece la unidad y vuelve exitosos a todos los que aquí vivimos. La única forma de vivir juntos y en armonía es reconociendo nuestras singularidades, que al final del día, al conjuntarlas, nos dan la mezcla idónea para dejar de ser islas y convertirnos en continente. Aristóteles, 200 años antes de Cristo, decía que no hay manera más adecuada de que el individuo, político por naturaleza, desarrolle y dé lo mejor de sí mismo, que en el seno de la comunidad de la que es parte. Se nos dificulta todavía entenderlo a estas alturas del milenio.

Tenemos el deber de alimentar una sociedad en la que quepamos todos, debemos aprender a aceptarnos, sin conflicto hacia quienes piensen diferente. Hay demasiadas diferencias en Coahuila, pero hoy quiero centrarme en las que existen en la capital del estado, en Saltillo. Resulta inverosímil que en pleno Siglo 21 haya muchas personas que viven sólo por la magnanimidad de Dios. Los contrastes son muy marcados, cuando se pone en comparativo cómo se vive en muchas colonias de la periferia y otras áreas del lado norte de la ciudad. Lo primero que se encara son la pobreza material y enseguida la del intelecto. Las dos han impedido que quienes las padecen crezcan y se desarrollen a plenitud como PERSONAS que son. Y eso debe ser un fracaso para quienes gobiernan y que tienen a su cargo la educación, derecho fundamental recogido en la parte dogmática de la Constitución de la República.

La educación iguala, está probado. Te cambia la vida entera, te impregna de luz el intelecto y entonces cambian las ideas, aprendes a discernir, a distinguir y a elegir lo que quieres que sea tu vida y cómo vas a conseguirlo. Tu visión del mundo sufre modificaciones, porque dejas de pensar en corto y empiezas a otear el horizonte y a descubrir que puedes, como decía el poeta Amado Nervo, ser “el arquitecto de tu propio destino”. 

Nunca la dependencia, salvo la que todos tenemos cuando somos pequeños, de nuestros padres, se justifica. 

Cualquier otra es condena a ser perpetuamente marginado de cuanto necesita un ser humano para sentirse realizado y exitoso. Son de desearse aquellos gobiernos que ofrezcan garantías SIN EXCEPCIÓN para que sean atendidos todos los derechos fundamentales del hombre: salud, educación, empleo, etc.

Necesitamos gobernantes que coloquen a la mujer en el corazón de la renovación del estado, que asuman como asunto público la violencia brutal que sufren muchas de ellas y que acaben con la brecha salarial que las condena a la marginación. Gobernantes que entiendan que el futuro está jugándose en los salones de clase donde los más jóvenes requieren ser preparados para afrontar los retos de mañana, con educación de calidad. 

Necesitamos reivindicar el derecho a la salud, con clínicas y hospitales en los que sí haya médicos comprometidos con su tarea y medicamentos para los derechohabientes. Es urgente que se garanticen pensiones dignas y que por principio no dispongan de ellas los líderetes sindicales en complicidad con los corruptos, entre muchos otros imperativos que siguen en los pendientes.

En nuestra propia naturaleza está escrito participar, opinar, quejarnos de aquello en lo que no estemos de acuerdo y exigir su modificación. La democracia se fortalece en la medida en que nos hacemos cargo de los asuntos de nuestra comunidad, aunque es muy enteca, la nuestra nos permite elegir autoridades, acudir a los órganos jurisdiccionales y defendernos en juicio, etc. La democracia se construye en el día a día, si privilegiamos la importancia que tiene el fortalecimiento del capital humano, la haremos fuerte y saludable, porque lo que hace rico a un país, no son sus recursos naturales, sino las personas que los administran, de ahí la relevancia de la probidad y la capacidad de éstas, para que así suceda.
Enhorabuena.

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