Vivimos en una dictadura disfrazada de
democracia, cargada de corrupción e impunidad, donde los gobernantes no
ven por los intereses del pueblo
En
la democracia, entendida como forma de Gobierno, los representantes son
electos por el pueblo, por ende, la soberanía radica en el pueblo. En
en este sistema político los hombres en el poder son meros mandatarios
que actúan en nombre y representación de quien los eligió. ¿Coahuila es
una democracia? Esto se los preguntaba a mis alumnos en aquella preciosa
época en que tuve la fortuna de estar frente a una clase, y les pedía
que me lo dijeran verbalmente o que me escribieran una cuartilla al
respecto. Hace unos días, buscando un documento, me encontré con algunos
de esos escritos. Déjeme compartirle algunos párrafos. A ver qué piensa
usted. Los autores eran jóvenes entre 16 y 20 años.
“Todo indica
que no. Los políticos no son representantes nuestros. Parecen un grupo
de intocables, de inalcanzables, que a lo único que se dedican es a
vivir como chapulines, de cargo en cargo, hasta que se mueren. Muchos,
por no decir que todos, nunca han hecho otra cosa más que eso, viven en
otro mundo, lejísimos del real, no tienen ni idea de la realidad de la
sociedad.”
Otro: “Muchos de esos políticos ni siquiera tienen
preparación académica, pero está visto que eso no importa, llegan al
cargo y no les importa exhibir su ignorancia, y al partido del que
provienen tampoco le interesa porque ellos son los que los postulan”.
Uno más: “Cuando hablan dicen verdaderas salvajadas, eso sí, hasta se
ponen en pose y se entonan. Lo peor es que dicen pura demagogia, porque
están convencidos que quienes los oyen son unos tontos y que ni cuentan
se dan del montón de mentiras que salen por su boca”.
“Muchos
políticos exhiben su falta de formación y en sus hechos dejan de
manifiesto que no buscan trabajar en pro de los intereses de la gente
que se supone representan, sino de su interés particular, el privado, el
del partido político del que vienen, hay excepciones, pero son las
menos, mucho menos”.
Esto que hoy les comparto lo escribieron hace
15 años, los mismos que yo tengo lejos del claustro académico. Lo que
hoy me escriben personas de todas las edades, respecto al mismo tema, lo
que me comparten en el día a día, en vivo y en directo, me estremece.
Acusa que en Coahuila se vive una severa crisis de ausencia de
gobernabilidad y credibilidad en casi todas las instituciones. A ello se
suman una angustiante coyuntura social y económica –que el Gobierno
estatal maquilla con millones de pesos de mercadotecnia pagada en loas y
aplausos– y un grave deterioro de los principios éticos que deben estar
inmersos en la conducta y en el actuar de la clase gobernante,
resultado de la corrupción y la impunidad que privan en nuestra noble
tierra. La insolidaridad de este Gobierno con las causas de sus
gobernados es estremecedora.
Están tan enfrascados en permanecer
en el poder hasta la consumación de los siglos, que no tuvieron el
menor recato en las elecciones pasadas de actuar como si estuvieran en
una ínsula de su propiedad, habitada exclusivamente por siervos y
vasallos. Han devaluado a la democracia, la han convertido en arribismo y
oportunismo; le han quitado a la política su esencia de instrumento
sine qua non para analizar problemas y comprender su dimensión para
encontrar soluciones a los mismos. Decidieron que sólo existen ellos,
niegan por decreto la pluralidad de pensamiento e imponen el suyo sin
miramiento alguno. No hay espacio para el diálogo, porque simple y
sencillamente no les interesa. El nivel del quehacer político en
Coahuila es de cero a lo que sigue. El liderazgo se determina en mucho
por la capacidad de escuchar, de consensuar, de incluir, de ser capaz de
llegar a acuerdos en beneficio de la población, que es a la que se
deben quienes gobiernan. Eso no existe en Coahuila. Vivimos en una
dictadura disfrazada de democracia, cargada de corrupción e impunidad y
eso es demasiado para los hombros de un estado que fue ejemplo de lucha
contra la tiranía y el abuso.
La forma en que manipularon las
elecciones es vergonzosa. En una contienda se gana o se pierde, pero
ambos resultados deben estar apuntalados en la observancia de las
reglas. El régimen actuó por encima del orden jurídico y sería cobarde e
imperdonable no hacer nada en contra de semejante agravio. Hay
instancias jurisdiccionales y tendrán que resolver. Tenemos una herencia
republicana que debemos defender y cultivar en estos tiempos aciagos,
pero también de inmensa oportunidad. No se vale asistir mansamente al
exterminio de nuestras libertades. No acepto ser espectadora ni mirona
de palo. No se trata de cultivar rencores, eso es estéril, se trata de
que tenemos derechos que ejercer y deberes que cumplir, y no está en mi
ánimo renunciar ni a unos ni a otros.
Usted tampoco, estimado leyente, lo invito respetuosamente a que no renuncie.
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