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martes, 22 de agosto de 2017

No renuncio

Vivimos en una dictadura disfrazada de democracia, cargada de corrupción e impunidad, donde los gobernantes no ven por los intereses del pueblo
 
En la democracia, entendida como forma de Gobierno, los representantes son electos por el pueblo, por ende, la soberanía radica en el pueblo. En en este sistema político los hombres en el poder son meros mandatarios que actúan en nombre y representación de quien los eligió. ¿Coahuila es una democracia? Esto se los preguntaba a mis alumnos en aquella preciosa época en que tuve la fortuna de estar frente a una clase, y les pedía que me lo dijeran verbalmente o que me escribieran una cuartilla al respecto. Hace unos días, buscando un documento, me encontré con algunos de esos escritos. Déjeme compartirle algunos párrafos. A ver qué piensa usted. Los autores eran jóvenes entre 16 y 20 años.

 “Todo indica que no. Los políticos no son representantes nuestros. Parecen un grupo de intocables, de inalcanzables, que a lo único que se dedican es a vivir como chapulines, de cargo en cargo, hasta que se mueren. Muchos, por no decir que todos, nunca han hecho otra cosa más que eso, viven en otro mundo, lejísimos del real, no tienen ni idea de la realidad de la sociedad.”

Otro: “Muchos de esos políticos ni siquiera tienen preparación académica, pero está visto que eso no importa, llegan al cargo y no les importa exhibir su ignorancia, y al partido del que provienen tampoco le interesa porque ellos son los que los postulan”. Uno más: “Cuando hablan dicen verdaderas salvajadas, eso sí, hasta se ponen en pose y se entonan. Lo peor es que dicen pura demagogia, porque están convencidos que quienes los oyen son unos tontos y que ni cuentan se dan del montón de mentiras que salen por su boca”.

 “Muchos políticos exhiben su falta de formación y en sus hechos dejan de manifiesto que no buscan trabajar en pro de los intereses de la gente que se supone representan, sino de su interés particular, el privado, el del partido político del que vienen, hay excepciones, pero son las menos, mucho menos”.

Esto que hoy les comparto lo escribieron hace 15 años, los mismos que yo tengo lejos del claustro académico. Lo que hoy me escriben personas de todas las edades, respecto al mismo tema, lo que me comparten en el día a día, en vivo y en directo, me estremece. Acusa que en Coahuila se vive una severa crisis de ausencia de gobernabilidad y credibilidad en casi todas las instituciones. A ello se suman una angustiante coyuntura social y económica –que el Gobierno estatal maquilla con millones de pesos de mercadotecnia pagada en loas y aplausos– y un grave deterioro de los principios éticos que deben estar inmersos en la conducta y en el actuar de la clase gobernante, resultado de la corrupción y la impunidad que privan en nuestra noble tierra. La insolidaridad de este Gobierno con las causas de sus gobernados es estremecedora.  

Están tan enfrascados en permanecer en el poder hasta la consumación de los siglos, que no tuvieron el menor recato en las elecciones pasadas de actuar como si estuvieran en una ínsula de su propiedad, habitada exclusivamente por siervos y vasallos. Han devaluado a la democracia, la han convertido en arribismo y oportunismo; le han quitado a la política su esencia de instrumento sine qua non para analizar problemas y comprender  su dimensión para encontrar soluciones a los mismos. Decidieron que sólo existen ellos, niegan por decreto la pluralidad de pensamiento e imponen el suyo sin miramiento alguno. No hay espacio para el diálogo, porque simple y sencillamente no les interesa. El nivel del quehacer político en Coahuila es de cero a lo que sigue. El liderazgo se determina en mucho por la capacidad de escuchar, de consensuar, de incluir, de ser capaz de llegar a acuerdos en beneficio de la población, que es a la que se deben quienes gobiernan. Eso no existe en Coahuila. Vivimos en una dictadura disfrazada de democracia, cargada de corrupción e impunidad y eso es demasiado para los hombros de un estado que fue ejemplo de lucha contra la tiranía y el abuso.

La forma en que manipularon las elecciones es vergonzosa. En una contienda se gana o se pierde, pero ambos resultados deben estar apuntalados en la observancia de las reglas. El régimen actuó por encima del orden jurídico y sería cobarde e imperdonable no hacer nada en contra de semejante agravio. Hay instancias jurisdiccionales y tendrán que resolver. Tenemos una herencia republicana que debemos defender y cultivar en estos tiempos aciagos, pero también de inmensa oportunidad.  No se vale asistir mansamente al exterminio de nuestras libertades. No acepto ser espectadora ni mirona de palo. No se trata de cultivar rencores, eso es estéril, se trata de que tenemos derechos que ejercer y deberes que cumplir, y no está en mi ánimo renunciar ni a unos ni a otros. 

Usted tampoco, estimado leyente, lo invito respetuosamente a que no renuncie.

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