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lunes, 1 de mayo de 2017

Apuntes sobre el Poder Legislativo…

Del Poder Legislativo se espera diversidad y pluralidad, puesto que es el órgano de representación de la población (diputados) y de las entidades federativas (senadores). El Congreso refleja lo que somos, y eso explica la presencia variopinta de los parlamentarios: vociferantes, apasionados, tímidos, inseguros, la del que no sabe ni porque está ahí –pero también cobra–, la del razonable, el necio, el talentoso, el honesto, el deshonesto, la del que debate con argumentos y del que sólo sube a decir… bueno... y también de los que ni la voz se les conoce. Estos cuerpos colegiados no gozan de las simpatías del pueblo, de hecho son los más duramente descalificados. La percepción es percepción, usted sabe de la afición que se tiene a generalizar la descalificación: “todos son iguales”, “no sirven para nada”, “no se hace con ellos”.  De tal suerte que desde esta perspectiva, el rechazo es devastador.

De los cargos de elección popular es el más desairado por quienes votan, ya ni hablar de quienes ni se ocupan. Los sufragantes no le dan importancia a la integración de este órgano del Estado –entendido como organización, no como entidad federativa– que el Constituyente estableció precisamente como contrapeso del Poder Ejecutivo. Al no darse este equilibrio, la cauda de abusos, de corrupción y de desvergüenza, entre otras “perlas”, de un Poder Ejecutivo absoluto se ha vuelto ordinaria. La actuación de comparsa del Presidente o del Gobernador en turno del grueso de los parlamentarios es característica implícita de las reglas “no escritas” del presidencialismo mexicano.

El Poder Legislativo tiene funciones sustantivas vinculadas a la gobernabilidad, puesto que le corresponde hacer las leyes que regulan la vida pública del País, las relaciones entre gobernantes y gobernados, la conformación y organización del poder público, los derechos y las obligaciones de los gobernados, la aprobación del presupuesto de egresos y la ley de ingresos, la revisión de la cuenta pública. Por esto, debiera ser una de las prioridades de los mexicanos la integración de este órgano colegiado, pero no lo es.


La actividad parlamentaria deja mucho que desear, en su interior la discrecionalidad y la opacidad no están superadas. Asimismo, no hay todavía espacios ni mecanismos ad hoc para que la vinculación entre representantes y representados genere una relación consistente y de resultados en favor de estos últimos. Quien buenamente quiere hacerlo, lo hace, pero no hay ninguna norma que establezca consecuencias para quien no lo realice. Detesto decir esto porque debiera darse de manera institucional, sobre todo por la naturaleza del cargo, se trata de una representación, de un actuar en “nombre de”, por eso es democracia representativa.

Cómo andaremos de desconectados, que la mayoría de la gente ni siquiera conoce el nombre de su diputado de mayoría, menos el de los plurinominales, a quienes repudian más. Pero no pasa nada, no le hace ni cosquillas a la muralla de indiferencia de los gobernados. Existe una partida para que los ínclitos hagan gestión social, pero si no utilizan el recurso, ni tampoco el que se otorga para casa de gestoría, no hay sanción ni exigencia de devolución, bueno, ni informe del destino de ese dinero público… ¿Cuál representación? ¿Cuál compromiso con los representados?

El sistema presidencialista está vivo, matizado, pero como ya lo hemos apuntado, permanece dominante, así se explica la debilidad institucional del Poder Legislativo, que ni por asomo es contrapeso del Ejecutivo. Subsiste un sistema vinculado a la sobrevivencia de una élite autoritaria, por eso los equilibrios no tienen ninguna importancia. No hay un avance de la representatividad ciudadana, ni hacia la responsabilidad pública. Lo que sí hay es desconfianza y, por ende, falta de credibilidad en los gobernantes. Y el desaliento se acentúa cuando se observa que el Gobierno no tiene ningún interés real en solucionar el problema de fondo: la deficiente, por no decir que absoluta ausencia de educación cívica, que no ha pasado de ser un mero relleno en el esquema de asignaturas que se imparten en la escuela. Y esto se vincula con el desconocimiento de la Historia de México, uno no puede enamorarse de lo que no conoce, todos los amores se engendran en esto, después crecen y se fortalecen, pero lo previo es lo previo.

Está muy difícil que en nuestro País –dadas las circunstancias planteadas en el párrafo anterior– prospere la participación ciudadana, nutriente primario para que el Poder Legislativo asuma sus funciones torales, las que son razón y motivo de su presencia en el esquema de la división de poderes; es decir, la de representante de los intereses de los gobernados a través de los Diputados, y la de control al Poder Ejecutivo. Hay mucho que replantearnos en nuestro carácter de dueños de la casa, la tragedia es que hay muchos mexicanos que ni siquiera están enterados de la existencia de su propiedad.

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