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domingo, 12 de marzo de 2017

El precio que se paga…

“El corrupto es aquelque se cree invulnerable, que se puede saltar la norma porque es más listo que los demás…” Luís Muiño, escritor.

Por la megadeuda heredada de la administración de Humberto Moreira se pagan intereses anuales de 2 mil millones de pesos, según lo informado por el Secretario de Finanzas. Se pagan del bolsillo de los contribuyentes, a costa del bienestar de los contribuyentes. La cloaca quedó al descubierto en 2011, primero ante los medios y luego en tribunales. Haga usted números estimado leyente. 

Acciones legales para sancionar al responsable y asociados… ¡TODAS! Ninguna prosperó, ni prosperará. La reforma a la Ley de Deuda Pública de Coahuila, aprobada por la mayoría priista del Congreso Local, los volvió intocables. 

La corrupción en nuestro País de tan ordinaria que se ha vuelto, ya no produce asombro, pareciera que nos hemos  acostumbrado a vivir en su fangal. El investigador Stephen D. Morris, quien realizó un interesante estudio de la corrupción en México, la definía “como el uso ilegitimo del poder público para el beneficio privado”; “Todo uso ilegal o no ético de la actividad gubernamental como consecuencia de consideraciones de beneficio personal o político”; o simplemente como “el uso arbitrario del poder”.  Guillermo Brizio, por su parte, y con un énfasis más jurídico, expresa que se trata “de  un fenómeno social, a través del cual un servidor público es impulsado a actuar en contra de las leyes, normatividad y prácticas implementados, a fin de favorecer intereses particulares”. La corrupción entraña una ausencia de ética jurídica, porque se trata de una práctica contraria al Derecho.  Es un acto racional ilegal, ilegitimo y no ético por parte de servidores públicos, en perjuicio del interés común de la sociedad y del Gobierno, y en beneficio de un interés egoísta o solidario de quien lo promueve o lo solapa directa e indirectamente. Sus consecuencias son mezquinas y deleznables —he aquí a Coahuila— y ¿cómo no? si favorece la consolidación de élites y burocracias políticas y económicas, erosiona la credibilidad y legitimidad de los gobiernos, reproduce una concepción patrimonialista del poder, reduce los ingresos fiscales e impide que los escasos recursos públicos coadyuven al desarrollo y bienestar social y permite la aprobación y operación de leyes, programas y políticas, sin sustento o legitimidad popular.  

Hay toda una gama de tipos de corrupción, le comparto las más comunes, son puras “perlas”: Extorsión,  cuando un servidor público, aprovechándose de su cargo y bajo la amenaza, sutil o directa, obliga al usuario de un servicio público a entregarle también, directa o indirectamente, una recompensa. Soborno, cuando un ciudadano o una organización, entrega directa o indirectamente a un servidor público, determinada cantidad de dinero, con el propósito de que obtenga una respuesta favorable a un trámite o solicitud, independientemente si cumplió o no con los requisitos legales establecidos.  Peculado, es la apropiación ilegal de los bienes por parte del servidor público que los administra.  Colusiones, es la asociación delictiva que realizan servidores públicos con contratistas, proveedores y arrendadores, con el propósito de obtener recursos y beneficios ilícitos, a través de concursos amañados o, sin realizar estas (adjudicaciones directas), a pesar de que así lo indique la ley o normatividad correspondiente. Fraude, cuando servidores públicos venden o hacen uso ilegal de bienes del gobierno que les han confiado para su administración. Trafico de influencias, cuando un servidor público utiliza su cargo actual o sus nexos con funcionarios o integrantes de los poderes ejecutivo, legislativo o judicial, para obtener un beneficio personal o familiar, o para favorecer determinada causa u organización. La falta de ética, es un tipo especial de corrupción que si bien no tiene que ver directamente con la apropiación ilegal de recursos del gobierno y de ciudadanos usuarios, sí entraña entre algunos servidores públicos, una conducta negativa en los que la honestidad, la responsabilidad, el profesionalismo, el espíritu de servicio, por citar algunos, están ausentes. 

En Coahuila tenemos de todo esto. Los agravios recibidos por más de 80 años en el único estado del norte del país sin alternancia y sin mayoría legislativa distinta a la de siempre, han superado todo cuanto debiera despabilar nuestra condición de mirones de palo…pero no, no pasa nada. Se necesita una revolución de CONCIENCIAS, una reivindicación del amor y el respeto que se debe cada coahuilense como individuo y como parte sustantiva de su comunidad, y un río de indignación para reaccionar de una vez por todas al ultraje reiterado,perpetrado por un grupo de malos mexicanos, hombres y mujeres sin escrúpulos, que han hecho del ejercicio del poder público algo oprobioso, amparados en la impunidad generada en la ausencia de contrapesos institucionales, signo inequívoco de las dictaduras.

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