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domingo, 12 de marzo de 2017

Nuño, ¿no te da vergüenza?

Cada vez parece más complejo transmitir a las nuevas generaciones los valores esenciales de la existencia y de un comportamiento ético. Pareciera que cuesta más trabajo a los padres de familia cumplir con un deber básico con sus hijos, como es el de la formación en principios, que son nada  más y nada menos los que le dan sentido y motivo a la vida de un ser humano, pero le sucede lo mismo a la escuela, como coadyuvante de esta responsabilidad en la medida en que esto le atañe. ¿En qué momento se perdió esa vinculación tan trascendental? Usted disculpe, estimado lector, pero tengo que recurrir a la referencia personal. Yo tengo bien presente que a los niños de mi generación nos educaron en dos bandas de manera simultánea. Los padres y los maestros iban de la mano.  

Hoy, la educación, por lo que está a la vista, parece haberse reducido a una simple trasmisión de información y de nociones, de equis capacidades y ciertas habilidades, en las que se enfatiza en lo superfluo, en lo somero, en la satisfacción instantánea, en lo efímero, en lo intrascendente, todo  tiende a colmar la existencia con objetos de consumo y en gratificaciones que se desvanecen con la misma fragilidad de una pompa de jabón. Esta concepción, por llamarla de alguna manera, de lo que es educar, conlleva al descuido y hasta el olvido de la verdadera misión de la educación, que es la formación de personas, que conlleva en su conjunto a la realización uno mismo, que contribuye de manera sustantiva al desarrollo interior, que es lo que te permite vivir a plenitud como individuo, pero también como parte activa de la comunidad a la que perteneces aportando a la generación del bien de aquélla.

Estamos frente a una emergencia educativa, no estamos cumpliendo con un deber sustantivo, que es el de transmitir a las nuevas generaciones los valores que le dan sentido a la vida. De aquí el imperativo de atender ya el hecho, de subsanar la ausencia, de hacerse cargo de la parte que corresponde a la familia y a la escuela, los dos entes transformadores por antonomasia. Hay una inmensa mayoría de padres angustiados por el futuro de sus propios hijos y de maestros con auténtica vocación que viven la triste realidad de la decadencia de la escuela, y también de la sociedad, que en el día a día ve como se desmoronan las bases de su convivencia.

Estimado leyente, la educación es un derecho fundamental de todos los seres humanos, es vital para el desarrollo económico, social y cultural de todas las sociedades, por eso debe ser de primera. La educación favorece el desarrollo de las personas, permite la transmisión de principios comunes a las nuevas generaciones, a través de ella se conservan y se perpetúan los valores de una sociedad.

Haber abdicado de la rectoría de la educación, por parte del Estado mexicano y haberla entregado a cambio de votos a un sindicato, pervirtió el sistema. Hoy estamos pagando como país las consecuencias. 

Nomás para refrescarle la memoria a Aurelio Nuño, el actual secretario de Educación, el SNTE nació el 28 de abril de 1942 con la firma de un pacto de coalición entre  el Sindicato de Trabajadores de la Educación de la República Mexicana (STERM), el Sindicato Único de Trabajadores de la Educación (SUNTE) y el Sindicato Mexicano de Maestros y Trabajadores de la Educación (SMMTE). A partir de este pacto se creó el Comité Coligado de Unificación Magisterial, mismo que a su vez convocó a  un Congreso de Unidad Magisterial a partir del cual se disolverían estas agrupaciones sindicales para dar paso a una agrupación nacional, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. El registro definitivo del Sindicato fue concedido por el Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje el 15 de julio de 1944. Fue producto del corporativismo vertical y autoritario. Mediatizó la acción de la autoridad, alejó a maestros de la educación y los transformó en burócratas de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y otras dependencias en los estados. En 1972, el 22 de septiembre Carlos Jonguitud Barrios apoyado por el presidente Luís Echeverría, destituye a Carlos Olmos Sánchez, secretario General del Comité Ejecutivo Nacional en turno. En mayo de 1989 le hacen lo mismo a él y entra la “maistra” Elba Esther Gordillo, con el apoyo de Carlos Salinas de Gortari, mandamás del País en aquel momento. Hay que LEER, no LER, Secretario Nuño. El País está pagando el desaseo que generaron los lideretes sindicales del SNTE, que no los maestros, en su amasiato con los gobiernos emanados del partido en el que usted milita.

Por supuesto que la organización Mexicanos Primero tiene la razón cuando señala que la corrupción y el uso político de los docentes que ha hecho el sindicato a lo largo de tantas décadas son en buena medida culpables del atraso educativo en el País. Es tiempo de rectificar camino. Me consta que los buenos docentes ya están hasta la coronilla de la corrupción que impera en su sindicato. “Nos han quitado todo –me ha  compartido– hasta el miedo”. No menosprecien esa liberación, gobierno y lideretes sindicales.

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