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domingo, 12 de marzo de 2017

Es asunto de congruencia

El  domingo 24 de noviembre de 1963 se llevó a cabo en la Ciudad de México la XVII Convención Nacional del PAN, de la que surgiría nuestro candidato a la Presidencia de la República. Los aspirantes eran panistas de reconocida trayectoria y prendas interiores: José González Torres, Salvador Rosas Magallón, Adolfo Christlieb Ibarrola y Salvador Nava Martínez. Don Adolfo era el presidente nacional del partido. Se acostumbraba en aquel entonces subir a hablar a favor de los aspirantes, precisamente don Efraín González Luna fue uno de los que habló en pro de Adolfo Christlieb. Nadie alcanzó el mínimo estatutario del 80 por ciento de los delegados, y se tenía que ir a una segunda vuelta. Rosas Magallón y Nava Martínez se retiraron y sólo quedaron José González Torres y Adolfo Christlieb. Se llevó a cabo la segunda vuelta y fueron 248 votos para don José, y 80 para don Adolfo. Todo el mundo esperaba antes de que se llevara la nueva elección la declinación del Christlieb a favor de don José. Pero no fue así. Don Adolfo tomó el micrófono y dijo: “No me retiré, porque considero un deber no hacerlo, aunque pido a quienes votaron por mí lo hagan por José González Torres. Y no me retiro para que se vea el espíritu de Acción Nacional, donde un jefe puede ser derrotado, sin que por eso mengüe la estructura del partido, ya que sus hombres no obedecen a deseos personalistas, sino al deseo de servir a México desde el puesto que a cada uno le corresponda”. Fue una de las lecciones más altas de auténtica militancia y de humildad genuina.

Eran los tiempos de los místicos del PAN. No había lucha de egos entre estos hombres de la primera hora, porque sabían que eso hace estragos en el ánimo del militante que cree en la ideología del partido y que se avergüenza del espectáculo en los medios protagonizado por sus propios liderazgos, porque sabían también que eso dañaba la imagen del partido, ya que el debate individualista opacaba al de verdad, al político, el que sí se requiere para responder a los desafíos sustantivos que tenemos como país. ¿Qué le ofrece un partido a la sociedad si privilegia las diferencias intestinas y los pareceres y apetitos de individuos o de grupos?

El 4 de junio tenemos elecciones en Coahuila, los panistas necesitamos honrar en los hechos los principios del partido que elegimos para servir a nuestro País, dejar de lado las etiquetas y los membretes y ser simplemente panistas, actuar como panistas y centrarnos en sumar voluntades para lograr la alternancia para Coahuila. Es esencial que nos metamos en la cabeza que la victoria no depende de una persona determinada, sino de lo que seamos capaces de hacer juntos. Que tengamos la madurez y la inteligencia de mandar a paseo cuanto pueda separarnos. Hoy está de moda –triste moda– usar las redes sociales como trinchera para exhibir las desavenencias. No podemos ganar una elección con ese arsenal inútil y estéril. Necesitamos unidad. La unidad es armonía entre las personas de un grupo y se acrecienta al aceptar y apreciar el valor de cada uno de los integrantes y de la contribución única que cada uno puede hacer. La unidad es sinónimo de trabajo en equipo, nos permite aprovechar la energía generada por la suma de fuerzas, que termina siendo mucho mayor al cohesionarse. La unidad no es pose, se construye a partir de una visión compartida, de una causa para el bien común. La unidad da sustento, sentido y valor para hacer que lo imposible se haga posible. No bastan fotografías y declaraciones sobre la misma, es más, no sirven. No es gritando “unidad, unidad” como se detiene la fragmentación y la dispersión de la militancia.

No erosionemos la fuerza de nuestro partido. No nos confundamos ni confundamos a la sociedad de la que somos parte y confía en nosotros. No desalentemos su esperanza. Tengamos en mente que nadie es imprescindible ni insustituible y que somos valiosos en la medida en que estemos dispuestos a sumar y no a dividir. Vamos a tener que apoyar a todos y cada uno de nuestros candidatos, hombres y mujeres que estarán en la contienda constitucional, hagámoslo con generosidad y espíritu, y esto implica trabajo ordenado e inteligente, acompañamiento, entusiasmo y alegría. Vamos contra más de 80 años de dictadura “perfecta”, contra un sistema político podrido hasta el tuétano con corrupción e impunidad, pero con una maquinaria muy bien aceitada para comprar voluntades. Nos enfrentamos a un abstencionismo rampante que siempre gana las elecciones en Coahuila, y a una repulsa de la sociedad hacia todo lo que tenga que ver con política y políticos, pero también deseosa de romper la inercia de la hegemonía priísta. No tenemos derecho a defraudarlos. La elección no será ni por asomo un día de campo. De modo que o vamos juntos o vamos juntos…

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