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domingo, 12 de marzo de 2017

Gobernar

Para Marco Tulio Cicerón, notable estadista de Roma, los gobernantes debían poseer una integridad excepcional. “Deben destacar por su coraje, su aptitud y su resolución”, sin esto difícilmente se podía bien gobernar. Y es que un buen gobernante debe tener claridad del rumbo que le quiere dar a su Gobierno, de las medidas que hay que tomar para lograr sus metas y de los apoyos que requiere para tal fin. Asimismo, tiene que saber explicar sus ideas y defenderlas en público. En una democracia, los políticos no deben solamente vencer, sino convencer; y eso se logra hablando, dialogando, comunicando proyectos, iniciativas, propuestas. Sobre la corrupción apuntaba que en todo tiempo había sido –es– veneno para una nación porque la destruye. Todos sabemos –en Coahuila lo súper sabemos– que la voracidad, la codicia, los fraudes, los cochupos, las raterías de los gobernantes devoran al Estado hacia el interior, haciéndolo enteco y vulnerable. Cicerón decía que la corrupción desalentaba a la ciudadanía y la “hace presa de la cólera y la incita a la rebelión”, por eso había que combatirla y castigar a los corruptos. En nuestra Coahuila ni se combate a los corruptos ni menos, pero mucho menos, se les castiga; aquí se les premia y se les protege. 

En su discurso contra Cayo Verres, antiguo gobernador de Sicilia y ejemplo de político sinvergüenza, expresa su sentir sobre la corrupción: “Como si de un rey de Bitinia se tratara, se hacía trasladar en litera de ocho porteadores, dotada de un elegante cojín relleno de pétalos de rosa de Malta. Ceñía su frente con guirnalda y llevaba otra al cuello, y cerca de la nariz, su saquito de malla tupida hecho de delicadísimo lino y también lleno de rosas. De esta guisa hacía los viajes”. Ahora los hacen en avión propio o en business class, entre otras “lindezas”, a costa del erario. Note usted la vigencia del pensamiento de un hombre que nació 106 años antes de la era cristiana. De rateros y raterismos en el servicio público está México hasta más allá de la coronilla. ¿Usted no?

También subrayaba que: “No hay que subir los impuestos, a menos que sea absolutamente necesario, quien gobierne una nación debe encargarse de que cada uno conserve lo que es suyo y de que no disminuyan por obra del Estado los bienes de ningún ciudadano”. El propósito principal de un Gobierno consiste en garantizar a los individuos la conservación de lo que les pertenece. Aseguraba que el Estado tiene el deber de ofrecer a sus ciudadanos seguridad y otros servicios fundamentales. “…es deber de quienes gobiernan un Estado garantizar la abundancia de cuanto se requiere para vivir”. ¿Qué tal? Y viene ésta: “El mejor Gobierno es un equilibrio de poderes. Sin equidad los hombres libres no pueden vivir mucho tiempo. Sin ella tampoco hay estabilidad”. En Coahuila hay cero equilibrio de poderes. Esto es muy dañino también, produce corrupción. Nomás mire nuestra realidad.

Los buenos gobernantes son aquéllos que saben consensar y gestionar a favor de sus gobernados, y con ello le aportan estabilidad y crecimiento a su municipio, entidad federativa o país. Imponer desde la unilateralidad de su posición no sirve ni ha servido nunca para que una nación se fortalezca como tal. Y es algo que en el caso del Gobierno peñista siguen sin entender. 

Mire usted los resultados y el costo. Tampoco ha tenido Peña Nieto capacidad para elegir buenos colaboradores, absolutamente desdibujado en su capacidad organizativa. No se trata de sumar talentos que trabajen de forma aislada, sino de integrar un equipo. Recurre a la improvisación y a la “todología”, verbi gratia Videgaray.

Un buen gobernante debe saber desde el primer día de su gestión hacia  dónde va, es decir, debe tener rumbo y orientación ¿Hacia dónde va Peña Nieto? México no tiene rumbo, lo ha ido llevando hacia la debacle. Tenemos un Presidente que no posee capacidad de análisis, no sabe distinguir entre lo sustantivo y la paja, no sabe digerir la información que se le allega para tomar decisiones con rapidez y eficacia, y eso es pecado mortal en la administración pública por la trascendencia que conlleva.

Tendremos este año cambio de poderes en Coahuila, y en el 2018 en toda la República. Es necesario, así, necesario que reflexionemos sobre qué tipo de autoridades queremos, a quiénes queremos como representantes y cómo queremos ser gobernados. Si nos conformamos con lo que vende la mercadotecnia electoral y persistimos en decidir con base en el papel celofán y el moño en que “ofertan” a los aspirantes, pues estamos aviados. Si se impone lo superfluo, será más de lo mismo. Si usted, estimado coahuilense, no estima exigir como requisito sine qua non que su futuro Gobernador o Gobernadora, Alcalde o Alcaldesa, diputado o diputada, sea de entrada persona honesta, y que eso lo evidencie su trayectoria de vida, pues ni quejarse… porque verá usted repetirse hasta el infinito lo de siempre. Estamos a tiempo, usted decide.

Esther Quintana SalinasUn buen gobernante debe saber desde el primer día de su gestión hacia  dónde va, es decir, debe tener rumbo y orientación ¿Hacia dónde va enrique Peña Nieto?

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