13 de Septiembre
El sistema económico avanza hacia un mundo cada vez más desigual.
Thomas Piketty, en su libro el Capital en el siglo XXI, señala que la
diferencia entre una minoría con acceso a bienes capitales y financieros
y una gran mayoría cada vez más empobrecida y desempoderada, es una
realidad. También destaca con meridiana claridad que la desigualdad y la
democracia son incompatibles. Y tiene razón, el crecimiento
incontrolado de las desigualdades económicas simplemente impide la
existencia de la democracia. Esta incompatibilidad se da en ambas
direcciones, es decir, entre quienes desean perpetuar un sistema socio
económico de creciente desigualdad aprovechando los incentivos que les
obsequia su posición de privilegio para cancelar cualquier tipo de
redistribución de la riqueza, y por el otro, la lucha por un sistema
democrático que asegure el ejercicio de los derechos democráticos
básicos.
Y es que la salud de un sistema democrático depende en
gran medida del grado de participación ciudadana en el mismo, y no me
refiero únicamente a la que se tiene cuando hay elecciones, sino la que
se tiene a través de los partidos políticos, en las organizaciones
ciudadanas, en los medios de comunicación, en la libertad de expresión y
manifestación, etc., toda vez que son la vía más eficaz para influir en
la toma de decisiones del Estado. ¿Del 1 al 10 cuanto nos ponemos en
participación de este tipo, compatriotas? La desigualdad económica les
da a las élites económicas una ventaja enorme sobre la mayoría. Este
sector puede controlar a través de su riqueza, autoridades, partidos
políticos, medios de comunicación y hasta eliminar o inutilizar los
mecanismos de participación ciudadana. A través del control económico se
hacen del control político. Verbi gratia, el lobby o cabildeo que se
hace en el Congreso cuando se enteran de alguna reforma que pueda tocar
sus intereses es escalofriante. Su poder les da para torcer caminos y
silenciar voces, a más de manipular la información para que el pueblo
sólo sepa lo que ellos quieren que sepa.
Los expertos en economía
señalan que una de las maneras más efectivas de apalear la desigualdad
se da a través de los impuestos, es decir de la redistribución
equitativa de los mismos. Los impuestos no solamente le sirven al para
proveer servicios públicos, sino también como un mecanismo de
redistribución efectivo. Las economías con los sistemas fiscales más
efectivos - que conjugan presión fiscal enfocada a la redistribución y
lucha contra la evasión- tienden a ser sociedades más igualitarias.
Controlar a las instituciones responsables de legislar, les permite a
las élites hacer leyes a modo, es decir diseños de sistemas fiscales que
favorezcan la perpetuación de la desigualdad. La Reforma Fiscal
aprobada por el PRI, el PVEM, el PANAL y el PRD en el Congreso de la
Unión, hacia allá está encaminada. Ya dio sus primeros frutos. Los
tenemos de cuerpo entero en el informe del Presidente Peña Nieto.
He
aquí algunas perlas. Basta revisar los indicadores macroeconómicos
clave para observar con mayor claridad el pobre desempeño de la
economía. Por ejemplo, la confianza del consumidor respecto a la
situación económica actual y futura del país ha decrecido en los últimos
18 meses, situación que no se veía desde la crisis de 2009. Si usted
revisa las ventas de los comercios minoristas concentrados en la
Asociación Nacional de Tiendas Departamentales y de Autoservicio
(Antad) comprobará que de enero de 2013 a julio de 2014 han crecido tan
solo 0.7 por ciento. Por otro lado, no obstante que la tasa de
inflación se ha ido dando en el rango meta establecido por el Banco de
México, la experimentada en la canasta básica, de acuerdo con la
información proporcionada por el INEGI, en el mes de julio fue de 4.99
por ciento. Esto demuestra no únicamente la pérdida de poder
adquisitivo, producto de la errada reforma tributaria, sino también los
empleos de mala calidad que ha generado el gobierno y que se reflejan en
el volumen de compras que hacen los consumidores en los supermercados.
El espacio se me acaba, pero vaya otro dato. La meta oficial era crear
un poco más de 800 mil empleos en 2014, pero se tuvo que recular porque
la realidad se yergue y ya se anunció que será de 600 mil. Y ya de
déficit, subejercicios y opacidad y explicación en los informes sobre
movimientos en la programación, calendarización y ejecución del gasto
del Gobierno Federal, ni hablamos. Lo dejamos para otra colaboración.
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