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jueves, 26 de diciembre de 2013

Hay amores que siempre deben procurarse...

Me he jurado solemnemente no escribir ni una sola palabra sobre lo que habitualmente comparto con usted, estimado lector, lectora, espero ser capaz de cumplir, no vaya a pasarme como a aquella muchacha que ayudaba a mi suegra en los quehaceres de la casa, muy diligente y bien hecha, me contaba doña Julia, pero hablaba como tarabilla, un buen día le propuso que a cambio de que se mantuviera callada le iba a regalar x cantidad. María, así se llamaba, aceptó encantada y recibió lo convenido, pero no había pasado ni media hora cuando fue a buscar a la señora, para decirle: “No, yo no he de dejar de hablar, aquí está su dinero, doñita, si hablar es bien bonito”.

No, me abstengo, no voy a claudicar. Es tiempo de paz espiritual y alegría en los corazones, de modo que no voy a permitir la injerencia de ninguna nota discordante.

Estamos a tres días de celebrar la Nochebuena, el acontecimiento más grande de quienes profesamos la fe cristiana, nada más y nada menos que el advenimiento del Hijo de Dios. Mi madre lo festinaba con singular devoción. Guardo en la memoria todos los días de posadas, la llegada de los peregrinos a diferentes casas de los vecinos, entre otras las de mi madre, los cánticos, los rezos, los niños que éramos muchos, vestidos de ángeles o pastorcitos, las mamás dándonos de coscorrones para que nos concentráramos en nuestro papel.

A mí me tocaba de ángel, me sentía casi en la gloria con mi túnica de satín blanco y mis alas del mismo material pero salpicadas de diamantina, que salían de las manos diligentes y amadas de Rosario. A los siete años ¿quién no es ángel? Se esmeraban las señoras que recibían a la Virgen y a San José con su bullicioso acompañamiento en tener el mejor Nacimiento, eran verdaderas joyas de creatividad e imaginación las que se ponían en la sala de la casa, el portalito en el que se  distinguían la cunita de paja en la que se pondría al niño Jesús, con su estrella reluciente en lo alto, luces y más luces, las figuritas coloridas de cada personaje, el musgo, la simulación de riachuelos... pinos muy pocos, esa es costumbre gringa arraigada ahora, en mi infancia y en el sur, no eran comunes.

Después de las oraciones y los villancicos venía la fiesta. Las piñatas eran de barro, no de cartón como las de hoy, adornadas con papeles de colores, típicas las estrellas, - después se inventaron otras figuras - repletas de tejocotes, cacahuates y dulces... y al quebrarse era la gloria lanzarse sobre toda aquella lluvia de golosinas. Los tamales, el champurrado, los buñuelos bañados con miel de piloncillo, las aguas de horchata, jamaica y tamarindo...

Todo esa tradición debiéramos cuidarla, preservarla, no permitir que se la lleve el olvido, así han ido perdiendo los pueblos de la tierra su identidad y su esencia. ¿Qué legado vamos a entregarles en custodia a las nuevas generaciones? ¿Con qué elementos contarán la historia de sus ancestros? En el pasado se explica el presente y se vislumbra elfuturo.

En el transcurso de la vida, uno va decidiendo cuáles son las cosas que realmente valen la pena, aquellas que le dan sustento al alma y fuerza al espíritu, pero la vorágine en la que discurre nuestra existencia en estos tiempos nos ha ido comiendo esa capacidad, y es una pena, porque nos vamos quedando huecos por dentro. Y esa oquedad no da más que para soledades que dañan, frustraciones y resentimientos, y ninguno de estos lastres engendra cosas buenas.

No se permita usted caer en ellos, son tiempos de reconciliación con uno mismo, la sola circunstancia de estar vivo ya es motivo de regocijo y agradecimiento. Sumérjase en la calidez del amor a su familia, a su pareja, a sus amigos. Renuévese por dentro, ilumínese el trayecto que hoy recorre. Florezca en la Navidad de Cristo.

Que Dios le colme la vida de bendiciones, a usted y a sus seres queridos. ¡Feliz Navidad! Y muchas gracias por leerme.

En el transcurso de la vida, uno va decidiendo cuáles son las cosas que realmente valen la pena, aquellas que le dan sustento al alma y fuerza al espíritu.

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