.

.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Las practicas corruptas

En México, los niveles de corrupción e impunidad son escandalosos

Hay una cultura generada en la no transparencia gubernamental y en el patrimonialismo — práctica deleznable en la que el servidor público estima que los recursos públicos son una extensión de su patrimonio privado— que “legitimaron” el ejercicio autoritario del poder, el abuso, el cochupo, la mordida, el nepotismo, el uso indebido de recursos y tantas otras “lindezas”, que de tan comunes, a casi nadie le quitan ni el sueño, en nuestro país. Bueno sin ir más lejos, aquí en Coahuila se está pagando una MEGA DEUDA, originada precisamente en la CORRUPCIÓN y protegida en la IMPUNIDAD.

El costo social de la corrupción en México, no es asunto menor. Una apreciación cruda del fenómeno por parte de observadores extranjeros, destaca que en México, “la corrupción es institucional y que la delincuencia da más empleos que el Estado”. En una entrevista que le hicieron en el 2005 en un periódico de circulación nacional, sobre el tema, al exalcalde de Palermo, Italia, Leoluca Ornaldo, conocido como el teórico de la Cultura de la Legalidad, decía que México,  “es un país más rico que desarrollado. El costo de la corrupción lo pagan los mexicanos. En la experiencia siciliana, la mafia llegó antes que la corrupción, después se ligó a un sistema de corrupción. La mafia es un sistema de criminalidad, mientras que la corrupción es un sistema de ilegalidad. La pregunta en México es: ¿En México hay muchos casos de corrupción o hay un sistema de corrupción? Yo creo que está un sistema de corrupción y es muy peligroso, por eso es importante no sólo la policía, sino más cultura de legalidad. Cuando hay un sistema de corrupción se necesita un cambio cultural”.

En nuestro país la gente está convencida de que la HONESTIDAD es un incordio y que quien es honesto es un pen… Que si se es corrupto se ahorra dinero y tiempo en largas colas, trámites complicados y vueltas a las dependencias públicas y que dar mordida agiliza todo. Por eso la legalidad es impopular.  

En México, los niveles de corrupción e impunidad son escandalosos y los esfuerzos para combatirla hasta la fecha han sido insuficientes, urge entonces imbuir la ética en los asuntos públicos. Tiene que haber un cumplimiento de la ley sin selectividad, ni discrecionalidad. La corrupción y la opacidad tienen que dejar de ser asumidas por la sociedad mexicana como elementos inherentes, consustanciales al ejercicio del poder.

La integridad, el respeto, la honestidad, la buena conducta, la legalidad, la honradez, la lealtad, la imparcialidad y la eficiencia, tienen que establecerse como tradiciones y costumbres en el ejercicio del poder público. Son valores que deben orientar el comportamiento de todos las personas que tengan un cargo público, sea de designación o de elección popular. En el preámbulo de la Convención Interamericana Contra la Corrupción, que México signó el 29 de marzo de 1966, se manifiesta con toda claridad que “la corrupción socava la legitimidad de las instituciones públicas, atenta contra la sociedad, el orden moral y la justicia, así como contra el desarrollo integral de los pueblos”.  Esto lo recoge el artículo 133 constitucional en el que reconoce como parte del régimen legal todos los Tratados signados por el presidente y ratificados por el senado de la República, de tal suerte que están prohibidos: “El requerimiento o la aceptación, directa o indirectamente, por un funcionario público o una persona que ejerza funciones públicas, de cualquier objeto de valor pecuniario u otros beneficios como dádivas, favores, promesas o ventajas para sí mismo o para otra persona o entidad a cambio de la realización u omisión de cualquier acto en el ejercicio de sus funciones públicas;” Y también: “ La realización, por parte de un funcionario público o una persona que ejerza funciones públicas, de cualquier acto u omisión en el ejercicio de sus funciones, con el fin de obtener ilícitamente beneficios para sí mismo o para un tercero.

Esta semana se hicieron acusaciones anónimas – pero acusaciones al fin - de que los diputados exigen “diezmo”, “moche” a los alcaldes, para la asignación de recursos a sus municipios. La historia es añeja, “el cochinero” se realiza entre dos. No hay pruebas y sin pruebas no hay delito que perseguir. Y no habrá ninguna investigación al respecto. Habrá entonces que legislar para establecer los criterios a seguir para la asignación de los recursos, y acotar, fíjese nada más, lo que apunto, ACOTAR, no ERRADICAR, la sinvergüenzada.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario