23 de Agosto
Las
largas horas que corrieron del 28 de julio a la madrugada del sábado 2 de
agosto en San Lázaro, estuvieron colmadas del discurso radical de quienes
estiman que los únicos puntos de vista válidos son los suyos. En su
fundamentalismo niegan que existan otras alternativas de solución, ni siquiera
hay disposición al debate objetivo, lo plagan de insultos y descalificaciones.
Su
“soberanismo” se acentúa, sobreactúan su papel de próceres a ultranza, y
llega un momento en que ese exacerbamiento parece más un asunto de marketing,
de propaganda, que de posicionamiento ideológico. Desfilaron por tribuna sus
legisladores por decenas, y el discurso era repetitivo, con palabras distintas,
con diferentes tesituras, pero con el machacado cansino de siempre. Excesos,
vísceras, insolencia, en nombre de la libertad de expresión y del fuero.
Provocadores profesionales de cuerpo entero.
El
alegato es estéril, ni siquiera vale la pena discutir, porque no se llega a
ningún lado. No obstante, si usted se calla por prudencia, le sale el tiro por
la culata, porque estos “soberanistas” dan por sentado que su silencio – el de
usted – les está otorgando la razón, razón que estiman llevan inmersa en su
persona. Actúan fieles a su papel, tal y como lo esperan y celebran sus
prosélitos. Les fascina montarse en la cresta de la ola para ser vistos por una
multitud que les aplaude, sacudida por la diatriba incendiaria de que ellos son
los únicos que aman y protegen a nuestro país. “El año que entra nos vemos en
la consulta…traidores, vende patrias”, después de oírlo tantas veces, deja de
escucharse. Pero ellos se lo creen, a fuerza de repetirlo, y con tal ardor, que
no falta quien se trague el embuste.
Para
que este país sea próspero, esta izquierda, que se concibe a sí misma como la
única alternativa para lograrlo, nos habla de un México de fábula, casi casi de
una polis griega, autosuficiente, apartada de cualquier vinculación con el
mundo exterior, como si esto fuera posible en medio de esta aldea globalizada,
que nos guste o no, somos parte de ella, y derivado de esto hay que adecuar
nuestra legislación a una realidad insoslayable.
Me
merecen respeto todas las ideas, y sería necio afirmar que las de la izquierda
no sirven, en principio, porque estaría cayendo en la misma tozudez que no
comparto. Desde siempre he pensado, que para que la política sea creíble tiene
que estar sustentada en hechos, no bastan las palabras, por más vehementes que
estas sean. Si el discurso no se acompaña de un plan objetivo, medible y
cuantificable, pues no sirve. El país no está para que le sigan picando los
ojos. Los amigos de la izquierda se aferran a una realidad del siglo veinte que
ya no existe. El México del tata Lázaro se quedó en el pasado, pero lo siguen
esgrimiendo como bandera.
Para
que un país sea fuerte, se necesita el respaldo de una economía PRODUCTIVA
FUERTE, y esto no puede darse sino solventamos nuestras necesidades energéticas
adecuadamente. Hoy estamos perdiendo soberanía por depender de insumos
energéticos de otros países, es más que evidente que Petróleos Mexicanos y
Comisión Federal de Electricidad han perdido su
capacidad de ejecución y de inversión para
satisfacer la demanda de todo México, por eso es que se está abriendo la
oportunidad de que conjuntamente con las empresas del Estado inviertan
los particulares. Habrá inversión privada en México, pero bajo la
rectoría del Estado y sujeta al entramado institucional, sin más función y
objetivo que maximizar el valor de la renta petrolera para beneficio y
desarrollo de nuestro país. Todos los caminos para llegar a un México
independiente de verdad, bien plantado económicamente, en palabras llanas, sin
verborrea demagógica, pasan tarde que temprano por el tamiz de una política
energética nacional seria, decidida, cuyo objetivo toral es uno: la reducción
de la dependencia energética extranjera.
Ya
no hay pretextos para que alcancemos nuestro verdadero potencial económico.
Será imperdonable que el gobierno de Peña Nieto no respalde en el ámbito de sus
deberes, como titular del Ejecutivo, el trabajo que se hizo en el Congreso de
la Unión y que el PRI no meta en cintura a sus criaturas.
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