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lunes, 29 de abril de 2013

La CNTE en su laberinto



Hace falta altura de miras, para tener claro que el futuro no es de los presentes, sino de los vienen a sucedernos
Esta semana, en proyección nacional y a todo cuanto les da su orfandad de principios éticos y de compromiso con SU PAÍS, los dizque profesores de la CNTE le volvieron a dar de coces a la paz pública y a todo cuanto se pusieron en la mira, para demostrar su rechazo a la reforma constitucional en materia educativa.
Envueltos en el menaje de “su” revolución violenta y antidemocrática pretenden imponer sus pretensiones de que la educación que se imparte en México siga inmersa en la ineficiencia y la mediocridad. Y en el día a día, la sociedad a la que agravian con sus desmanes, cobijados en la tibieza de una autoridad que no tiene empacho en mostrar que no tiene y que no es, van sumando rechazo y repulsa.
La gente no es tonta, los vándalos de la CNTE están menospreciando su inteligencia. La sociedad podrá tener atravesados a sus gobernantes, guardarles todo tipo de desafectos, pero sabe cuánto nos ha costado llegar a establecer un estado de Derecho. Los mexicanos quieren mejoras, no destrucciones, y la CNTE quiere esto último. ¿Quiénes son sus seguidores? ¿Los padres de familia, los trabajadores, los empresarios, los profesionistas? ¿Qué representa su movimiento? Los agitadores se representan a sí mismos, se inventan agravios, exigen un diálogo y lo que adoran es el monólogo, la vulgaridad del insulto y la bravuconada del tumulto. Con esos aperos su cobardía destruye, como ellos lo han hecho, propiedad pública y privada.

Convocan bajo una pretendida excusa democrática para darle voz y cauce a sus demandas, y luego atacan con violencia y con ruindad, para exigir la abrogación de una disposición constitucional que traerá cambios SUSTANTIVOS, IMPOSTERGABLES, NECESARIOS, para un país que los requiere con urgencia o va a seguir condenando a millones de niños y jóvenes – que mañana cuando sean adultos, tendrán que hacerse cargo del mismo, y por eso tienen que estar educados y formados con altos índices de calidad- a seguir deambulando en una ruta que no va a llevarlos hacia el desarrollo y el bienestar generalizados.
Pero a ellos, a los “protestantes”, les va a alterar el estatus en que se han apoltronado, vía su flojera, su ausencia de compromiso, su irresponsabilidad, sus mañas sindicales y definitivamente y con mayúsculas, SU FALTA DE AMOR A MÉXICO. Por eso están peleando, para que las plazas les sean entregadas en automático, no a través de un examen de oposición, y para que no haya evaluación de por medio para promociones, reconocimientos y permanencia.
La democracia, articula mecanismos para que la sociedad se pronuncie, pero nunca los del vandalismo, porque ese solo lo utilizan los dictadores, los sátrapas, los sinvergüenzas, los acomodaticios, para IMPONERSE.
Hace falta altura de miras, para tener bien claro que el futuro no es de los presentes, de los que ya estamos aquí, sino de los vienen a sucedernos, y ninguno de nosotros tiene derecho a hipotecarlo, y tampoco a permitírselo a quienes lo pretendan. Hay que leer la Historia para no perdernos ni dejar que otros se pierdan en la inmensa insensatez de permitir que estos vándalos se crezcan y se crean que tienen derecho a arrasar, nomás por la mezquindad que los domina, con un país que es tan nuestro como de ellos, aunque a ellos se les olvide, o hagan como que se les olvida.
Que no tiemble la mano al Gobierno para hacer uso de sus facultades y poner a los revoltosos en su lugar. Y no necesitan hacer mártires, porque es lo que la CNTE quiere, solo asumir su responsabilidad. No hay necesidad de regar pólvora, ni de heridos, ni de muertos. Yo no les voy a decir cómo hacer su tarea. Pero hay que hacerla. Los mexicanos estamos esperando que el gobierno cumpla con el mínimo que se espera de un Gobierno: que se garantice la paz pública. Y hasta ahora se han visto blandengues y trémulos, pero no de emoción, sino de miedo.

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