11
de Julio 2015
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Una
nación, para serlo, necesita aglutinantes, y en este País nuestro lo que se
prodiga es la disgregación, y los de más peso son la marginación y la pobreza,
material e intelectual que padecen millones de mexicanos. Y si a esto le suma
la ausencia cada día más acusada de principios y valores, que han dejado de ser
ingrediente sustantivo de conductas y comportamientos, pues he aquí lo que
tenemos.
A
los uruguayos una dictadura, una sola, los movió hasta el tuétano para
apostarle al voto y definir ELLOS qué es lo que conviene a su país. Nosotros
tuvimos dos en el pasado y una viva en el presente, la de este sistema político
podrido en todo, y seguimos encadenados a sus lastres. La fascinación por la
demagogia politiquera es enfermiza.
Hoy,
en uno de los estados más significativos, por muchas razones en las que no
abundaré, estrenan un gobernador con las siglas de las candidaturas
independientes. Votaron por él porque está libre de ataduras orgánicas –no lo
postuló ningún partido político– sin pactos de por medio, sin la consabida
brújula de izquierda-centro-derecha que se utiliza para la navegación de
costumbre… por lo menos eso es lo que se vendió para auparlo. ¿Qué va a
suceder? No lo sabemos, pero la gente espera que suceda algo distinto; no
todos, pero sí quienes votaron por él con esa convicción.
Ignoramos
si el piloto y su tripulación con un ascenso tan vertiginoso e inesperado, ya
enrutados, vayan a sufrir el mal de altura, y les dé por empezar a
“desprenderse” de promesas y juramentos hechos al calor del pedimento del voto,
empezando porque muchas situaciones pues aunque se tengan “muchos”, no se
arreglan “con huevos”. No les vaya a pasar lo del chamaco que queriendo que su
madre viera sus proezas en la bicicleta que le regalaron por Navidad y
expresaba orgulloso: “Mira mamá…mira, con una sola mano, veme mami, con un pie…
eyy…. sin los dos pies, a pura mano… mami… ¡Mami…! sin dientes, mami… ¡sin
dientes!...” Y soltó el llanto con la boca ensangrentada.
Es
muy común hablar de la “casta política”, cuando la realidad es que ni todos los
políticos se comportan como tal, ni toda la ciudadanía está libre de conducirse
como casta.
La
gente quiere políticos de carne y hueso, que su prioridad sea el diálogo con
quienes representan, quiere sentirlos y verlos actuar como ciudadanos que
desempeñan una función pública.
“Queremos
–me lo expresan muy seguido– que no pierdan piso, y que tengan de preferencia,
una profesión, u oficio o modo de vida fuera de la política, y que puedan
regresar a eso cuando acabe su carrera política”.
Lo
mismo que decía un exministro de Educación español, cuyo nombre se me escapa
cuando esto escribo, palabras más, palabras menos, él hablaba de que quienes
ocupan un cargo público debían tener siempre PRESENTE, LA TRANSITORIEDAD del
mismo. Ayuda MUCHO a no perder humildad y objetividad en el desempeño.
Yo
me sumo a esa concepción de lo que debiera ser la Política: un servicio a la
comunidad de la que somos parte, un honroso privilegio TEMPORAL de servicio
ciudadano para ciudadanos. La política no debe ser asunto de unos pocos, sino
de TODOS, es el secuestro de la misma por unos cuantos y consentida por unos
MUCHOS, lo que la ha empantanado y la ha vuelto despreciable, y no se vale,
porque es NECESARIA, porque es el instrumento más idóneo, como lo apuntara un
mexicano excepcional, don Manuel Gómez Morín, para “generar bien común”. Creo
en la pluralidad de opiniones y en el sistema democrático, por eso estimo que
debe regenerarse para acercarlo a la ciudadanía, y no obstante la incertidumbre
que me provocan los “independientes” como “El Bronco”, y la esperanza como el
joven jalisciense, vale la pena que hayan sido reconocidas en la ley, y yo voté
a favor.
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