No,
me abstengo, no voy a claudicar. Es tiempo de paz espiritual y alegría en los
corazones, de modo que no voy a permitir la injerencia de ninguna nota
discordante.
Estamos
a tres días de celebrar la Nochebuena, el acontecimiento más grande de quienes
profesamos la fe cristiana, nada más y nada menos que el advenimiento del Hijo
de Dios. Mi madre lo festinaba con singular devoción. Guardo en la memoria
todos los días de posadas, la llegada de los peregrinos a diferentes casas de
los vecinos, entre otras las de mi madre, los cánticos, los rezos, los niños
que éramos muchos, vestidos de ángeles o pastorcitos, las mamás dándonos de
coscorrones para que nos concentráramos en nuestro papel.
A
mí me tocaba de ángel, me sentía casi en la gloria con mi túnica de satín
blanco y mis alas del mismo material pero salpicadas de diamantina, que salían
de las manos diligentes y amadas de Rosario. A los siete años ¿quién no es
ángel? Se esmeraban las señoras que recibían a la Virgen y a San José con su
bullicioso acompañamiento en tener el mejor Nacimiento, eran verdaderas joyas
de creatividad e imaginación las que se ponían en la sala de la casa, el
portalito en el que se distinguían la cunita de paja en la que se pondría
al niño Jesús, con su estrella reluciente en lo alto, luces y más luces, las
figuritas coloridas de cada personaje, el musgo, la simulación de riachuelos...
pinos muy pocos, esa es costumbre gringa arraigada ahora, en mi infancia y en
el sur, no eran comunes.
Después
de las oraciones y los villancicos venía la fiesta. Las piñatas eran de barro,
no de cartón como las de hoy, adornadas con papeles de colores, típicas las
estrellas, - después se inventaron otras figuras - repletas de tejocotes,
cacahuates y dulces... y al quebrarse era la gloria lanzarse sobre toda aquella
lluvia de golosinas. Los tamales, el champurrado, los buñuelos bañados con miel
de piloncillo, las aguas de horchata, jamaica y tamarindo...
Todo
esa tradición debiéramos cuidarla, preservarla, no permitir que se la lleve el
olvido, así han ido perdiendo los pueblos de la tierra su identidad y su
esencia. ¿Qué legado vamos a entregarles en custodia a las nuevas generaciones?
¿Con qué elementos contarán la historia de sus ancestros? En el pasado se
explica el presente y se vislumbra elfuturo.
En
el transcurso de la vida, uno va decidiendo cuáles son las cosas que realmente
valen la pena, aquellas que le dan sustento al alma y fuerza al espíritu, pero
la vorágine en la que discurre nuestra existencia en estos tiempos nos ha ido
comiendo esa capacidad, y es una pena, porque nos vamos quedando huecos por
dentro. Y esa oquedad no da más que para soledades que dañan, frustraciones y
resentimientos, y ninguno de estos lastres engendra cosas buenas.
No
se permita usted caer en ellos, son tiempos de reconciliación con uno mismo, la
sola circunstancia de estar vivo ya es motivo de regocijo y agradecimiento.
Sumérjase en la calidez del amor a su familia, a su pareja, a sus amigos.
Renuévese por dentro, ilumínese el trayecto que hoy recorre. Florezca en la Navidad
de Cristo.
Que
Dios le colme la vida de bendiciones, a usted y a sus seres queridos. ¡Feliz
Navidad! Y muchas gracias por leerme.
En
el transcurso de la vida, uno va decidiendo cuáles son las cosas que realmente
valen la pena, aquellas que le dan sustento al alma y fuerza al espíritu.
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