El término rebeldía proviene del vocablo latino “rebellis”, compuesto
por “re” que significa regresión, y por “bellum” que se traduce como
guerra. De ahí que la actitud de rebeldía pueda definirse como volverse
contra la autoridad establecida en posición de querella o guerra. Es una
actitud que puede aplicarse a título individual, es decir “contra uno
mismo”, cuando se decide cambiar la forma de ser o de pensar, como
respuesta a una situación en lo particular que nos produce
inconformidad.Rebelarse no equivale estrictamente a tomar las armas para
hacer frente al fenómeno que está produciendo rechazo, ha habido
rebeliones pacíficas, como la del Mahatma Gandhi, con ella liberó a su
pueblo del dominio inglés. La acción de rebeldía implica un previo cara a
cara con uno mismo, un recuento de lo que está ocurriendo a nuestro
derredor y la manera en que nos está afectando, se trata de un ejercicio
que es FUNDAMENTAL hacer con la cabeza fría, porque si no se da en esa
tónica, corremos el riesgo de perder objetividad, y entonces se pierden
también perspectiva y contundencia en la decisión que tomemos, y
generalmente no se obtienen los resultados que se esperan. Fácil no es,
porque los sentimientos intervienen y dificultan la toma de conciencia,
no obstante, la inteligencia y la voluntad tienen que imponerse.
Nuestra
tierra Coahuila, porque quiero centrarme en ella —aunque lo nacional
también está del nabo— está viviendo momentos aciagos, producto de una
dictadura disfrazada de democracia, de larga data… sobrepasa los ochenta
años. Vivimos en una entidad federativa en la que parece que dejaron de
existir hombres de la talla de Miguel Ramos Arizpe y de Francisco I. Madero.
Cito a estos ilustres mexicanos porque la intervención de ambos, en su
época, fue piedra de toque. Hoy la mansedumbre, el conformismo, la
apatía, la indiferencia…generalizadas, han ido haciendo estragos en la
voluntad y en el carácter de quienes pueblan esta tierra, y obviamente
esto le viene como anillo al dedo al sistema político imperante, porque
no encuentra oposición a sus desmanes. Nada más lea usted los
periódicos, escuche la radio y vea la televisión, o entre a las redes
sociales, y lo que se destacan son los estragos que han hecho la
corrupción y la impunidad consentidas por quienes debieran combatirlas.
Tenemos una entidad federativa en la que no existe la división de
poderes, en la que el presidencialismo sigue vivo y coleando, toda vez
que los poderes Legislativo y Judicial solo lo son de nombre, porque en
el ejercicio no son más que subordinados del Ejecutivo en turno. Y esto
es precisamente lo que engendra a la corrupción y la impunidad. Todo se
“arregla y se pacta” en la clandestinidad de la abdicación de principios
éticos en el ejercicio de la política, y es que la política sin ética,
no es más que este estercolero en el que está hundida Coahuila.
Un
buen Gobierno se distingue por generar condiciones, desde el ámbito de
sus atribuciones por mandato de ley, para que sus gobernados vivan
acorde con su dignidad de personas. Esto no está ocurriendo en Coahuila,
aquí la prosperidad derivada de las acciones de Gobierno solo alcanza a
una élite de privilegiados y la vía es y ha sido y está siendo: la
complicidad. Tienen tres aliados más, pero a unos los subyugan con la
dádiva miserable, toda vez que la dignidad se las han domesticado
—discúlpeme el verbo, pero no hay otro que mejor describa el daño que
les han causado— y a los otros dos, con la amenaza de perder la plaza
laboral. En una sociedad desigual no puede haber prosperidad para todos.
La clase media en Coahuila está disminuyendo, aunque no forme parte de
la información oficial, y cuando esto sucede la inseguridad y la
delincuencia organizada van a la alza. Cuando se tienen autoridades
solidarias con sus representados, hay programas de desarrollo social con
los que se enseña a las personas a hacerse autosuficientes, porque la
autosuficiencia es la antesala de la independencia; se combate a la
pobreza en serio, no con ese asistencialismo deleznable que ha condenado
a los más pobres a seguir siéndolo hasta la consumación de los siglos,
se invierte en infraestructura para hacer atractivo el espacio
geográfico para las inversiones y por ende para la generación de
empleos; se invierte en educación no en arreglos con los lideretes
sindicales para seguir dándole en la torre al presente y al futuro de
nuestro país; se establece un sistema impecable de pensiones para que
cuando las personas dejan de ser laboralmente activas puedan vivir sin
sobresaltos y sin las limitaciones que padecen actualmente porque les
robaron descaradamente sus propios lideretes y con la venia de la
autoridad. Y hay más trapacerías, muchas más.
¿No está usted harto
de tanto abuso? Nadie va a resolver la debacle de Coahuila, los únicos
que pueden hacerlo son los dueños de la casa, Coahuila es la casa. No se
vale permanecer impasible frente a semejante destrozo. Hay niños y
jóvenes y vendrán más…
¿Esto es lo que vamos a dejarles?...
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