24 de Enero 2015
Sin duda que estamos pasando por una etapa de nuestra vida como nación
más complicada, situación que se agudiza por la diferencia de opiniones
vinculadas con los asuntos que hoy día enfrentamos. De entre esa gama de
eventos, el más grave es el de las indefiniciones, el de los titubeos,
el de no atreverse a tomar el toro por los cuernos por quienes tienen a
su cargo dos de las tareas sustantivas del estado, entendido este como
organización, que son administrar y gobernar. Y hacer como que se hace
para finalmente no hacer nada, está crispando la paciencia - por cierto
oceánica - de sectores de la sociedad, que ya están hartos de la
corrupción y la impunidad que están pudriendo a nuestro país.

El llamado estado de derecho es un MITO en México, aquí la aplicación de
la ley se tuerce a discreción, son los intereses cupulares los que se
privilegian por encima de los de la sociedad, es decir de los
gobernados. Y el resultado, es que hoy día, a pleno día, a la hora que
se les pega en gana se puede atentar contra la vida, contra la
propiedad, contra la libertad de las personas … Y NO PASA NADA.
Cada día que transcurre me convenzo más que no hay voluntad por parte de
quien gobierna este país de delimitar y proteger a sus habitantes, aun
cuando se trata de un ejercicio sustantivo de sus facultades
constitucionales. El sociólogo Ulrich Beck creó un término: Sociedad de
Riesgo, para referirse precisamente a una de las tendencias sociales más
determinantes de nuestro tiempo. A través de ese concepto quería
expresar lo inestable e imprevisible en que se ha convertido nuestro
mundo. Al control lo ha rebasado el riesgo, a la autoridad la han
rebasado la corrupción y la impunidad, subrayo.
Como personas que somos es natural que nos acojamos a la seguridad de lo
previsible, por eso hoy día, vivir en esta especie de sobresalto
cotidiano, no solo nos desconcierta, sino que nos agobia. La confianza y
la seguridad propia de la época de nuestros abuelos, de las
“comunidades parroquiales” como las llaman los estudiosos del tema, son
historia, hoy tenemos la inseguridad de las sociedades abiertas.
Jurgen Habermas, el filosofo y sociólogo alemán, ante esta realidad,
recurrió a la expresión Patriotismo Constitucional para destacar,
refiriéndose a la sociedad alemana tras la devastación de la Segunda
Guerra Mundial, la necesidad que había de dotarla de contenido de
valores comunes, porque era esencial unir a las personas a través de
estos, había que enseñarlos de nueva cuenta a compartir principios para
que reaprendieran a convivir. Nosotros hoy día no venimos de una Guerra
Mundial, pero si de una en la que la inseguridad pública se ha adueñado
de nuestras calles, de nuestras casas, de una en la que el cinismo y la
desvergüenza de las autoridades a cargo del gobierno y la
administración, se han empeñado - y lo han conseguido - en hacer polvo
la credibilidad y la confianza de los gobernados, con sus hechos
absolutamente huérfanos de ética.
Somos un país enfermo de corrupción e impunidad, me parece que es tiempo
de repensarnos, de hacer un recuento de lo que ha quedado de nuestra
civilización, recordar que ésta no se impone por mandato, sino que se
legitima en el ejercicio de la libertad democrática. Tenemos que
recobrar los ingredientes básicos del civismo, como son la libertad, la
igualdad, la fraternidad, porque son los que promueven la participación
ciudadana en pos del bien común y de la inclusión social. Nos hemos
desentendido de nosotros mismos, por eso la exclusión ha ido sentando
sus reales, por eso hay tantos que no tienen NADA y unos poquísimos que
tienen TODO. Necesitamos conjugar nuestras diferencias, no anularlas, ni
mucho menos condenarlas, pero si acomodarlas, ajustarlas a los
principios y procedimientos de una cultura democrática. O lo hacemos o
nos atenemos a lo que estamos provocando que venga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario