22 de Agosto de 2015
Cualquier gobierno con un poquito de sensibilidad
la combate con denuedo, porque su presencia exhibe que no están haciendo lo
adecuado para derrotarla. Es la manifestación de que las políticas
implementadas para hacerle frente, NO DAN resultados.
Hoy día en nuestro País los pobres han aumentado en
lugar de disminuir. Son datos de la Coneval. De 53.3 millones de pobres que
había en 2012 aumento a 55.3 millones en 2014.
Los expertos en el tema al concluir su análisis de
los datos publicados por la Coneval, entre ellos, Fernando Cortés, economista
del Colegio de México, dice que nuestro País es uno de los más desiguales del
mundo, por ingresos. El investigador del CIDE, John Scott, coincide con Cortés
y señala que es necesario aumentar la productividad y mejorar la rendición de
cuentas en las entidades federativas para que la lucha contra la pobreza y los
programas destinados a combatirla tengan mayor impacto.
El núcleo central de la ideología en que se
sustenta la acción pública en los más diversos ámbitos de su responsabilidades,
y particularmente en aquellas tendientes a erradicar la pobreza en sectores
importantes de la población, es el principio de subsidiariedad del Estado, que
estriba en asumir aquellas responsabilidades que los particulares u otras sociedades
intermedias no pueden desempeñar.
Hay dos valores sociales considerados insoslayables
para la plena realización de las personas: la libertad individual y la igualdad
de oportunidades, por ello se justifica la existencia de un estado subsidiario,
no intervencionista, sólo subsidiario. La libertad individual en el ámbito
social se entiende, simplemente, como el derecho que tiene cada persona para
elegir libremente en el mercado, según sus preferencias, los bienes y/o
servicios que requiere, sin ser coartada por el Estado ni por cualquier otro
agente externo, llámense grupos de poder, burocracia o partidos políticos.
Para que en el seno de la sociedad se ejerza a
plenitud la libertad individual y haya igualdad de oportunidades, es necesario
que toda la población esté en condiciones de satisfacer, aunque sea en un nivel
mínimo, sus necesidades básicas, verbi gratia, el alimento, la vivienda, la
salud. De no ser así, están inhabilitadas para participar en el mercado, porque
no pueden ejercer su libertad individual ni tampoco tienen igualdad de
oportunidades. Solo cuando esto no es factible, es cuando se justifica la
participación del estado subsidiario, como un ente que asegura a quienes no
pueden por si mismos, acceder a los bienes y servicios que les son
indispensables para superar sus necesidades más agudas. Alcanzado este
objetivo, las desigualdades que subsistan, tendrán que ser solventadas por las
capacidades y el esfuerzo de cada uno.
Partiendo de esta concepción, se entiende que el
postulado de que la política social del estado estriba en minimizar el tamaño
de sus funciones sociales, pero generando una serie de condiciones que le
permitan al pequeño -en términos de acceso a bienes y servicios- crecer y
volverse AUTOSUFICIENTE.
Pero esa AUTOSUFICIENCIA es precisamente la que no
se ha alcanzado. Pareciera que ese no es el objetivo, sino todo lo contrario.
Es decir, fomentar ad perpetuam la dependencia de “papá gobierno”, por así
convenir a los intereses de éste.
Hay una práctica insana por parte de quienes han
ejercido el poder por largas décadas, y vueltos a ejercerlo en los mismos
términos, no obstante la alternancia de dos sexenios de extracción panista,
porque, como bien apuntaba don Daniel Cosío Villegas, es la cultura, la
idiosincracia generada por el priísmo en los muchos años que gobernó México, la
que va a ser más difícil de erradicar.
Y no se equivocó el estudioso más completo del
fenómeno priísta, con esta aseveración. Los pobres de México lo son por
generaciones, nacen pobres, crecen pobres y se mueren pobres, convencidos de
que así les tocó ser. Es público y sabido cómo se “maneja” su pobreza. Se les
da a cuenta gotas el recurso asistencial, se les acostumbró a ser tratados como
si todo el tiempo fueran menores de edad. Incluso hay quienes se niegan a
rechazar la dádiva porque han hecho de esta condición su “modus vivendi”. Esta
es la peor perversión del sistema. Se niegan a cruzar a la otra orilla,
rechazan la sola idea.
Continúa en la próxima entrega
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