1 Noviembre 2014
Entre lo que se dice y lo que se hace, como dice la canción, “hay una
distancia inmensa”. Los políticos suelen prometer el oro y el moro para
acceder al cargo y llegados ahí, si te vi ni me acuerdo. Pero esto hoy
día, siendo tan deleznable, ya no es lo peor. Lo que está sucediendo en
el estado de Guerrero ha ido sacando algo más cruento y peligroso.
Estamos ante uno de los fenómenos más escalofriantes de nuestra realidad
doméstica.
Los expertos en Criminología explican con claridad
meridiana la forma en que el crimen organizado se transforma en mafia.
Monta estructuras empresariales para ocultar sus actividades,
aprovechando la corrupción y/o la permisividad de las instituciones de
gobierno, con las que se alía. Este “ayuntamiento” deja a salvo todas
las acciones de las que se vale para amedrentar a la comunidad, como la
coacción, la extorsión, el soborno, el chantaje, etc. Y su “acto cumbre”
va más allá de influir en las decisiones de los que gobiernan, corona
cuando se convierte en gobierno, porque ya son gobierno, usted lo sabe.
La
mafia y las redes del crimen organizado jamás prosperarían si no
existiera su convivencia con el gobierno. La corrupción política es su
aliada. Iguala es triste ejemplo de este maridaje. Hay un alcalde
prófugo – el rico del pueblo - , que se convirtió en primera autoridad
política porque hubo un partido que le dio su aval - aunque hoy se
lancen sapos y culebras y nieguen los ínclitos dirigentes “el
padrinazgo” – con una esposa vinculada con la mafia lugareña, también en
fuga – aunque la desconozcan sus propios parientes - que ganó una
elección, porque la mayoría de los electores así lo decidió y/o lo
permitió.
La democracia entendida como estado social de derecho y
las formas de corrupción de cualquier orden, SON INCOMPATIBLES. De tal
suerte, que donde hay corrupción, no puede haber democracia. En los
gobiernos democráticos no hay ausencia de valores ideológicos, éticos y
morales, es su vacío lo que provoca que los ciudadanos no tengan
referencias válidas dentro del sistema, y entonces ni confían, ni creen
en él y LO RECHAZAN, pero no saben cómo deshacerse del mismo, y entonces
se enraíza y se vuelve más difícil combatirlo.
Las actividades
ilegales desde el punto de vista normativo, o bien, legales pero
inmorales y no éticas desde el punto de vista social, se desarrollan de
dos maneras: la primera estriba en apropiarse de bienes, empresas o
instituciones que provean fondos para financiar actividades políticas, a
través de grupos de presión fuera o dentro de los propios aparatos de
los partidos políticos y la segunda es lo que se conoce como “crimen
organizado”, cuya finalidad es la utilización de organizaciones
delictivas que funcionan a partir de una decisión consciente y
deliberada, y desarrollada en forma sistemática y organizada. Crecen y
se fortalecen con mayor facilidad en aquellos lugares en los que la
pobreza y la marginación no han sido superadas, ahí el clientismo, el
padrinazgo, el populismo, son instrumentos “inmejorables” para operar.
La falta de valores democráticos permite el desarrollo de este tipo de
organización corporativista. La cooptación, la obediencia ciega, el
servilismo, sustituyen la solidaridad social, la tolerancia, la justicia
y obviamente la resolución de problemas democráticamente.
Los
partidos y grupos políticos de clara tendencia antidemocrática tienen
mucho en común con las organizaciones delictivas, tan es así que se
utilizan mutuamente y hasta se asocian. Compartiendo en ocasiones las
mismas redes de lavado y legalización del dinero, los mismos asesores
legales y financieros y, en muchos casos, los mismos aparatos logísticos
de la clandestinidad marginal. Y entonces se generan espacios en los
que ya no se diferencia entre actos de gobierno y delincuencia, es una
especie de zona fronteriza entre los valores democráticos y el mundo
antidemocrático, entre lo ético y lo inmoral. Los estudiosos del tema le
llaman “zona gris”. Guerrero es una de esas zonas, pero no es la única,
mire usted a su derredor. La mancha se esparce de manera vertiginosa, y
si no reacciona el aparato del estado EN SU CONJUNTO, presionado por
una ciudadanía que es la dueña de México – no alrevés- , nomás
imagine a qué estamos condenando a los niños y a los jóvenes de nuestro
país, y a todos lo que aún no han llegado, nomás calibre la magnitud de
la hecatombe de la que seremos cómplices.
Esther Quintana
SalinasImagine a quÉ estamos condenando a los niños y a los jóvenes de
nuestro país, y a todos lo que aún no han llegado, calibre la magnitud
de la hecatombe de la que seremos cómplices
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