Hace falta altura de
miras, para tener claro que el futuro no es de los presentes, sino de los
vienen a sucedernos
Esta semana,
en proyección nacional y a todo cuanto les da su orfandad de principios éticos
y de compromiso con SU PAÍS, los dizque profesores de la CNTE le volvieron a
dar de coces a la paz pública y a todo cuanto se pusieron en la mira, para
demostrar su rechazo a la reforma constitucional en materia educativa.
Envueltos en
el menaje de “su” revolución violenta y antidemocrática pretenden imponer sus
pretensiones de que la educación que se imparte en México siga inmersa en la
ineficiencia y la mediocridad. Y en el día a día, la sociedad a la que agravian
con sus desmanes, cobijados en la tibieza de una autoridad que no tiene empacho
en mostrar que no tiene y que no es, van sumando rechazo y repulsa.
La gente no es
tonta, los vándalos de la CNTE están menospreciando su inteligencia. La
sociedad podrá tener atravesados a sus gobernantes, guardarles todo tipo de
desafectos, pero sabe cuánto nos ha costado llegar a establecer un estado de
Derecho. Los mexicanos quieren mejoras, no destrucciones, y la CNTE quiere esto
último. ¿Quiénes son sus seguidores? ¿Los padres de familia, los trabajadores,
los empresarios, los profesionistas? ¿Qué representa su movimiento? Los
agitadores se representan a sí mismos, se inventan agravios, exigen un diálogo
y lo que adoran es el monólogo, la vulgaridad del insulto y la bravuconada del
tumulto. Con esos aperos su cobardía destruye, como ellos lo han hecho,
propiedad pública y privada.
Convocan bajo una pretendida excusa democrática para darle voz y cauce a sus
demandas, y luego atacan con violencia y con ruindad, para exigir la abrogación
de una disposición constitucional que traerá cambios SUSTANTIVOS,
IMPOSTERGABLES, NECESARIOS, para un país que los requiere con urgencia o va a
seguir condenando a millones de niños y jóvenes – que mañana cuando sean
adultos, tendrán que hacerse cargo del mismo, y por eso tienen que estar
educados y formados con altos índices de calidad- a seguir deambulando en una ruta que no va a llevarlos hacia el desarrollo y el bienestar generalizados.
Pero a ellos,
a los “protestantes”, les va a alterar el estatus en que se han apoltronado,
vía su flojera, su ausencia de compromiso, su irresponsabilidad, sus mañas
sindicales y definitivamente y con mayúsculas, SU FALTA DE AMOR A MÉXICO. Por
eso están peleando, para que las plazas les sean entregadas en automático, no a
través de un examen de oposición, y para que no haya evaluación de por medio
para promociones, reconocimientos y permanencia.
La democracia,
articula mecanismos para que la sociedad se pronuncie, pero nunca los del
vandalismo, porque ese solo lo utilizan los dictadores, los sátrapas, los
sinvergüenzas, los acomodaticios, para IMPONERSE.
Hace falta
altura de miras, para tener bien claro que el futuro no es de los presentes, de
los que ya estamos aquí, sino de los vienen a sucedernos, y ninguno de nosotros
tiene derecho a hipotecarlo, y tampoco a permitírselo a quienes lo pretendan.
Hay que leer la Historia para no perdernos ni dejar que otros se pierdan en la
inmensa insensatez de permitir que estos vándalos se crezcan y se crean que
tienen derecho a arrasar, nomás por la mezquindad que los domina, con un país
que es tan nuestro como de ellos, aunque a ellos se les olvide, o hagan como
que se les olvida.
Que no tiemble
la mano al Gobierno para hacer uso de sus facultades y poner a los revoltosos
en su lugar. Y no necesitan hacer mártires, porque es lo que la CNTE quiere,
solo asumir su responsabilidad. No hay necesidad de regar pólvora, ni de
heridos, ni de muertos. Yo no les voy a decir cómo hacer su tarea. Pero hay que
hacerla. Los mexicanos estamos esperando que el gobierno cumpla con el mínimo
que se espera de un Gobierno: que se garantice la paz pública. Y hasta ahora se
han visto blandengues y trémulos, pero no de emoción, sino de miedo.