Cada vez parece más complejo transmitir a las nuevas generaciones los
valores esenciales de la existencia y de un comportamiento ético.
Pareciera que cuesta más trabajo a los padres de familia cumplir con un
deber básico con sus hijos, como es el de la formación en principios,
que son nada más y nada menos los que le dan sentido y motivo a la vida
de un ser humano, pero le sucede lo mismo a la escuela, como
coadyuvante de esta responsabilidad en la medida en que esto le atañe.
¿En qué momento se perdió esa vinculación tan trascendental? Usted
disculpe, estimado lector, pero tengo que recurrir a la referencia
personal. Yo tengo bien presente que a los niños de mi generación nos
educaron en dos bandas de manera simultánea. Los padres y los maestros
iban de la mano.
Hoy, la educación, por lo que está a la vista,
parece haberse reducido a una simple trasmisión de información y de
nociones, de equis capacidades y ciertas habilidades, en las que se
enfatiza en lo superfluo, en lo somero, en la satisfacción instantánea,
en lo efímero, en lo intrascendente, todo tiende a colmar la existencia
con objetos de consumo y en gratificaciones que se desvanecen con la
misma fragilidad de una pompa de jabón. Esta concepción, por llamarla de
alguna manera, de lo que es educar, conlleva al descuido y hasta el
olvido de la verdadera misión de la educación, que es la formación de
personas, que conlleva en su conjunto a la realización uno mismo, que
contribuye de manera sustantiva al desarrollo interior, que es lo que te
permite vivir a plenitud como individuo, pero también como parte activa
de la comunidad a la que perteneces aportando a la generación del bien
de aquélla.
Estamos frente a una emergencia educativa, no estamos
cumpliendo con un deber sustantivo, que es el de transmitir a las nuevas
generaciones los valores que le dan sentido a la vida. De aquí el
imperativo de atender ya el hecho, de subsanar la ausencia, de hacerse
cargo de la parte que corresponde a la familia y a la escuela, los dos
entes transformadores por antonomasia. Hay una inmensa mayoría de padres
angustiados por el futuro de sus propios hijos y de maestros con
auténtica vocación que viven la triste realidad de la decadencia de la
escuela, y también de la sociedad, que en el día a día ve como se
desmoronan las bases de su convivencia.
Estimado leyente, la
educación es un derecho fundamental de todos los seres humanos, es vital
para el desarrollo económico, social y cultural de todas las
sociedades, por eso debe ser de primera. La educación favorece el
desarrollo de las personas, permite la transmisión de principios comunes
a las nuevas generaciones, a través de ella se conservan y se perpetúan
los valores de una sociedad.
Haber abdicado de la rectoría de la
educación, por parte del Estado mexicano y haberla entregado a cambio de
votos a un sindicato, pervirtió el sistema. Hoy estamos pagando como
país las consecuencias.
Nomás para refrescarle la memoria a
Aurelio Nuño, el actual secretario de Educación, el SNTE nació el 28 de
abril de 1942 con la firma de un pacto de coalición entre el Sindicato
de Trabajadores de la Educación de la República Mexicana (STERM), el
Sindicato Único de Trabajadores de la Educación (SUNTE) y el Sindicato
Mexicano de Maestros y Trabajadores de la Educación (SMMTE). A partir de
este pacto se creó el Comité Coligado de Unificación Magisterial, mismo
que a su vez convocó a un Congreso de Unidad Magisterial a partir del
cual se disolverían estas agrupaciones sindicales para dar paso a una
agrupación nacional, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la
Educación. El registro definitivo del Sindicato fue concedido por el
Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje el 15 de julio de 1944. Fue
producto del corporativismo vertical y autoritario. Mediatizó la acción
de la autoridad, alejó a maestros de la educación y los transformó en
burócratas de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y otras
dependencias en los estados. En 1972, el 22 de septiembre Carlos
Jonguitud Barrios apoyado por el presidente Luís Echeverría, destituye a
Carlos Olmos Sánchez, secretario General del Comité Ejecutivo Nacional
en turno. En mayo de 1989 le hacen lo mismo a él y entra la “maistra”
Elba Esther Gordillo, con el apoyo de Carlos Salinas de Gortari,
mandamás del País en aquel momento. Hay que LEER, no LER, Secretario
Nuño. El País está pagando el desaseo que generaron los lideretes
sindicales del SNTE, que no los maestros, en su amasiato con los
gobiernos emanados del partido en el que usted milita.
Por
supuesto que la organización Mexicanos Primero tiene la razón cuando
señala que la corrupción y el uso político de los docentes que ha hecho
el sindicato a lo largo de tantas décadas son en buena medida culpables
del atraso educativo en el País. Es tiempo de rectificar camino. Me
consta que los buenos docentes ya están hasta la coronilla de la
corrupción que impera en su sindicato. “Nos han quitado todo –me ha
compartido– hasta el miedo”. No menosprecien esa liberación, gobierno y
lideretes sindicales.
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